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En casa de Juan Ramón Viera siempre hay una maleta preparada para viajar. Saben que, en cualquier momento, tiene salir a escape. Hace solo unas semanas fue la última vez que tuvo que hacerlo. Una llamada a su móvil fue el detonante de un viaje maratoniano que lo acercó a la guerra. «¿Qué haces este domingo?», le preguntaron. A lo que respondió que tenía una guardia en la ambulancia del Servicio Canario de Salud. «¿Puedes cambiar la guardia?», volvieron a inquirir, «¿te vas a Ucrania?».
A partir de ahí se inicia un trayecto sin descanso que parte en avión de Gran Canaria, llega a París y sigue hacia Varsovia. Y desde allí, 17 horas más en guagua hasta Kiev, la capital ucraniana.
Su valía como formador hace que lo requieran en cualquier parte del mundo. Es instructor internacional de emergencias en medicina táctica -la rama que se especializa en la atención a pacientes en situaciones de emergencias, guerras y desastres-, especializado en trauma y reanimación cardiopulmonar.
Ese camino que lo llevó a Ucrania lo inició en el complejo hospitalario Materno-Insular, en 2005, cuando era técnico sanitario. Ese año hizo un curso de soporte vital de trauma prehospitalario (PHTLS, sus siglas en inglés) que es el máximo estándar a nivel mundial en educación en este asunto. Obtuvo la máxima puntuación y fue elegido para formarse como instructor en Bilbao.
Tres años después dio el salto a Estados Unidos, donde tuvo la oportunidad de realizar un curso militar que ofrece el Departamento de Defensa y que se ha exportado a más de sesenta países bajo las siglas TCCC (Cuidado de víctimas en entornos tácticos de combate, de acuerdo al acrónimo inglés).
«Los militares veían que había muchas bajas en Irak o Afganistán y decidieron meter el programa de soporte vital de traumas y tuvo tanto éxito que el número de víctimas bajó de manera brutal», expone el enfermero, «tal es así que hoy en día es un programa de formación obligatoria en la OTAN y, en España, lo pasan algunas unidades».
Lo que se hace es aplicar un nuevo protocolo: «antes se miraba si la persona respiraba, y en lo que lo hacías, se desangraba». El trauma, por tanto, es clave en la supervivencia. Y eso hace cambiar también los botiquines. «Ya no vas a encontrar Betadine, algodón y esparadrapo», prosigue Juan Ramón Viera. Ahora resultan esenciales el torniquete y unas vendas especiales que se meten dentro de la herida para evitar la hemorragia.
Eso, a su vez, obliga a todos los militares y fuerzas policiales a ser responsables de su situación. Cada uno lleva su propio botiquín y, en caso de herida, «no tengo que esperar a que venga alguien a echarme una mano, sino que yo mismo tengo que actuar».
Y ahí es donde es tan valorada la formación que imparten personas como Viera, quien además es fundador y representante español del Comité Iberoamericano de Medicina Táctica y Operacional (Ciamto).
Juan Ramón Viera ha estado formando a los comandos del Ejército de la República Dominicana, así como a la academia policial de Guanajuato (Mexico). También tiene experiencia como instructor del personal de los campos eólicos de Marruecos, así como en otros países como Egipto o Pakistán.
«Siempre tengo la maleta dispuesta», reconoce Viera, «pero son experiencias lo que te llevas a la tumba y, encima, ayudas a la gente».
No sabe cuántas vidas puede haber salvado a través de la formación que imparte. En Marruecos, dos jóvenes siguen con vida tras un accidente de tráfico gracias a la técnica de rescate que Juan Ramón enseñó porque al poco de ser extraídos, el coche se incendió. «Se salvaron porque sabíamos lo que había que hacer».
Ese servicio no tiene precio, como tampoco el reguero de amistades que va dejando a su paso. «Lo que me llevo es que termino con muchos amigos y también se nota el agradecimiento de la gente, que te dice que tenía que haber aprendido antes estas técnicas porque eso les hubiera permitido salvar a un amigo o a un familiar», prosigue, «darles ese poquito es brutal».
No se desanima pese a las malas experiencias. En Nepal, por ejemplo, cuando asistía a las víctimas del terremoto de 2015, una herida que se produjo en una mano obligó a evacuarlo, inconsciente y con 41 grados de fiebre a Katmandú. «Fui a pinchar a un señor y se fue a caer, y al ir a agarrarlo, me pinché. Por la tarde estuve desescombrando y moviendo animales, y me cogí tremenda infección», recuerda.
Fue gracias a una infectóloga de EE UU que se pudo salvar. «Cuando me pasó eso, mi madre me dijo: ya estás pensando en irte otra vez, sé que no te vas a quedar en casa». Y no se equivocaba.
Dice que no es cuestión de ser valiente sino que tiene que ver con la sensación de sentirse útil. «Es cierto que piensas en tu salud, pero si puedes echar un mano, hay que hacerlo», dice.
Por eso insiste tanto en la necesidad de formar a policías y a bomberos. En España lo ha hecho ya con el GOE, Policía Militar de Valencia, policías locales de Madrid y Las Palmas de Gran Canaria, Cuerpo Nacional de Policía y sanitarios de Melilla.
En su ciudad natal, la formación ha quedado interrumpida. «Podíamos haber sido una de las primeras ciudades que podía haber tenido a todos sus policías como primeros intervinientes, pero se ha retrasado», expone Viera, quien considera que los bomberos también deberían formarse en estas técnicas.
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