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Prende en el risco de San Nicolás la solidaridad, como si de una flor de ruda se tratara, gracias a la labor de un grupo de quince mujeres, las gregocabronas, bautizadas así porque todas crecieron o tienen raíces en la pequeña calle Gregorio Gutiérrez, y porque su primer encuentro tuvo lugar en la playa del Cabrón. Alongadas en la ladera del Guiniguada, fueron desarrollando distintas labores solidarias hasta que pusieron la vista en Etiopía, tras una visita que realizaron dos misioneras de la comunidad San Pablo Apóstol, una organización religiosa que trabaja desde hace tres décadas en el desarrollo de diversas partes de uno de los países más pobres del planeta.
Fruto de ese encuentro, que nació de la experiencia personal de adopción de una niña etíope por parte de una de las gregocabronas, se ha venido desarrollando desde 2016 unas labores solidarias desde el risco.
Este año tendrán lugar este miércoles en el salón de actos de la parroquia de San Nicolás de Bari, en la calle San Nicolás, número 20, a partir de las 18.30 horas.
Este 'V Encuentro de las grego con Etiopía' consiste en una merienda solidaria y la venta de artesanía. Y su objetivo es conseguir el dinero suficiente para promover acciones humanitarias en el Cuerno de África.
La jornada solidaria de este miércoles 15 pretende ayudar a que las misioneras Lydiah Obok y Lillian Omari puedan desarrollar un programa de construcción de pozos que permitan abastecer de agua a poblados enteros.
Hasta ahora se hacían pozos que abastecían a unas cinco familias, lo que requería una inversión de unos 2.400 euros. Pero en estos momentos se quiere habilitar sistemas de distribución de agua más amplios.
«Con unos 30.000 euros se podría dar agua al poblado entero y además se conseguiría que todos los niños pudieran asistir a clase ya que muchas veces tienen que ir a por agua a varios kilómetros de distancia», explica Marina Cabrera, una de las promotoras de la iniciativa.
Además, se logra formar a las mujeres en técnicas agrícolas modernas y sostenibles.
«Lo que se recauda es para los pozos aunque les damos libertad también para que puedan cubrir otras necesidades», explica.
Cabrera recuerda que durante la pandemia se entregó 50 euros a una mujer que no podía salir de su casa. Con ese dinero, se pudo suministrar alimentos a toda su familia durante dos meses, teniendo en cuenta que «el salario de allí son unos treinta euros al mes».
En otras ocasiones, el dinero ha servido para costear la operación de una persona enferma, como un niño que no podía caminar y ya está desplazándose con muletas; o ha permitido la alimentación durante seis meses de los ancianos.
Las misioneras dan cuenta siempre del resultado que tiene este esfuerzo solidario.
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