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El patrimonio de Tamaraceite agonizaAntes de que la ciudad fuera bordeada por gigantescas estructuras de hormigón, para acortar distancias y reducir congestiones, la Carretera General de Tamaraceite era una vía elemental para coser Las Palmas de Gran Canaria a muchos de los municipios de las medianías de la isla. Ese tiempo, tal vez no esplendoroso pero sí muy vivo, quedó atrás hace muchos años. Y el casco histórico de un barrio con larga historia agoniza, con el peso de su patrimonio haciendo presión hacia el olvido.
«Es una vergüenza. Hace más de 20 años que no hay una actuación seria en la zona». Esteban Santana habla desde esa punzada de dolor que solo puede provenir desde el amor verdadero. Profesor de oficio, durante años se ha convertido en custodio de la memoria del barrio en el que ha vivido toda su vida. Desde la recolección de los recuerdos hasta la divulgación de los mismos.
Santana da contexto a esta historia. «La Carretera General era la zona de mayor vida de Tamaraceite. Más allá de la plaza y la iglesia. Allí estaba el molino y una gran cantidad de negocios históricos que hoy han desaparecido», rememora bañado en nostalgia.
La Carretera General de Tamaraceite, especialmente en el tramo que llega hasta el cruce de San Lorenzo y antes de desembocar en la Cruz del Ovejero, es un mosaico de viviendas y negocios tapiados. Kilómetros de rabo de gato, brotando salvaje desde las aceras, cubren la carretera y alcanzan varios metros de alto.
Tamaraceite, presumen los gobiernos locales, es la zona de mayor expansión en Las Palmas de Gran Canaria. Fuera de su casco histórico ha sufrido una urbanización voraz. Por sus cuatro costados, engullido su paso histórico por colmenas de edificios, y a un lado por la expansión de varios centros comerciales que sepultaron más de un kilómetro del camino real a San Lorenzo.
En su recorrido, la Carretera General todavía testimonia otra época. La de las casas terreras, algunas con fachadas señoriales, La de los negocios a pie de calle, sin franquicia, donde al ciudadano se le llama por su nombre de pila y se le mandan recuerdos a sus progenitores.
Esa vida se extingue. Pero esa llama se apaga despacio, con cicatrices y una prolongada decadencia. «Es una pena lo que está sucediendo con esa vía. En ella se encuentran muchas casas históricas. No existe un plan de protección para todo ese patrimonio al que se le está dejando morir hasta que se venga abajo y construyan sobre sus ruinas», expresa un Santana cansado de clamar por una legislación que proteja todo ese patrimonio olvidado.
Y es que esa es la realidad de un distrito clásico que desde sus colectivos vecinales demanda mayor atención y, sobre todo, respeto por el valor diferencial que aporta una ciudad siempre descuidada en el mimo de sus referencias patrimoniales.
«No le importa a nadie». Tajante como Santana, Conchi González muestra su pena por la decadencia del barrio. Lleva 36 años al frente de la óptica Cristal y desde hace tiempo preside la asociación de comerciantes. «Desde que cerraron el cruce de San Lorenzo todo ha ido a peor. Hemos quedado aislados. Antes había una mayor movilidad en la zona. Las guaguas venían y gente de otros barrios del entorno se acercaban hasta aquí a hacer sus compras. Ahora es imposible. Y con el estado de abandono en el que nos tienen desde luego no resulta atractivo llegar hasta aquí», asegura indignada.
Conchi González no elude la responsabilidad cívica. Sabe que gran parte de la basura que se ve en las calles tiene que ver con el escaso sentido de la vecindad de muchos residentes. Pero también destaca que eso no encuentra un cortafuegos en la política municipal. «No hay continuidad ni mantenimiento. De vez en cuando te topas con dos barrenderos por la zona. Pero nada más. Hay muchísima suciedad pero tal y como se toma la limpieza el Ayuntamiento no se hace nada efectivo», dice.
Esteban Santana cuenta un ejemplo que explica qué sucede con los servicios en la zona. «La plaza de la iglesia está limpia gracias a un chico que la recoge con una hoja de palmera antes de las misas y al que la gente le da un dinero por hacerlo», relata.
Tamaraceite ha crecido. Se ha desbordado desde los tiempos en los que en su centro se hacia vida. Pero eso no ha venido aparejado por mejoras en los servicios públicos. Los clásicos lamentan que ante la llegada de nuevos vecinos a las promociones inmobiliarias alrededor del casco no se han mejorado las infraestructuras. El centro de salud sigue teniendo la misma capacidad que antes de la llegada masiva de nuevos residentes al barrio. Para conocer el estado de la limpieza solo hay que retroceder unos párrafos.
La gran cantidad de viviendas y comercios en estado de abandono ha propiciado que muchos de esos inmuebles sirvan hoy como puntos de consumo de drogas. Los vecinos reclaman una mayor presencia policial en las casas y resaltan, por varias fuentes, que solo durante el pasado fin de semana se produjeron tres robos en casas de la zona.
Desde su posición al frente de los empresarios, Conchi González señala que esta demanda tiene solera. Desde hace años llevan reclamando al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria una mayor dotación policial que sigue sin llegar.
González pedirá en breve una reunión con Esther Martín, concejala responsable del distrito Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya para abordar estas cuestiones. «Está pendiente el plan director para el comercio, pero con este estado en el que está el barrio...».
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