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Las personas que residen en la calle Padre Pedro Sanz Sainz del barrio de Lomo Apolinaro, en Las Palmas de Gran Canaria, conviven a diario con un problema que entienden pone en peligro su seguridad. Así al menos lo atestigua Guillermo Ascanio, quien reconoce que andar por esta vía en la se ubica su vivienda resulta una actividad de riesgo.
«Entran a toda pastilla», señala sobre el modo en el que circulan muchos de los coches y motos que usan «como atajo» una vía en la que recuerda rige un límite de velocidad«de 20 km/h», como atestigua el disco que se erige a la entrada de la misma y al que acompañan uno de prohibición de circulación de vehículos pesados salvo los del servicio de Limpieza y otro que indica que se accede a una calle residencial con zona peatonal.
«Pero eso no lo respeta nadie, ni la Policía», denuncia Guillermo Ascanio sobre una situación que le afecta especialmente, pues tiene problemas serios de salud y a la velocidad excesiva que se registra en la zona dice que se suma el ruido que genera esa circulación y que sufre en primera persona, pues las ventanas de su habitación, en el bajo en el que reside, miran hacia la referida calle.
Explica que «hace unos tres años» el Ayuntamiento estableció la prohibición de aparcar en Padre Pedro Sanz Sainz, una vía en la reconoce todos los vecinos estacionaban tradicionalmente sobre la acera, dejando a los estudiantes que acuden al cercano IES Ana Luis Benítez con poco margen para transitar, ya que se veían obligados a ir por el lado izquierdo, en el que existe «una acera minúscula».
A raíz de eso, explica, se procedió a pintar «una raya blanca junto a la acera derecha» para delimitar un paso seguro para los viandantes, tanto alumnado como residentes.
Sin embargo, afirma que esta medida no cumple con su propósito pues, debido al exceso de velocidad que denuncia en una vía que señala tiene un importante volumen de tráfico «sobre todo por las tardes», las personas no se atreven a transitar por miedo a sufrir un accidente.
«Mi mujer, que anda con una muleta porque se ha operado de la rodilla, no se atreve a caminar por ahí a pesar de que la cirujana le ha recomendado caminar, porque tiene miedo de que se la lleven», pone a modo de ejemplo de lo que expone. «Tampoco mi cuñado se atreve a salir con los dos perros por el mismo motivo», añade.
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Ante esta situación que expone públicamente, Gustavo Ascanio solicita al Ayuntamiento capitalino la colocación de elementos disuasorios que obliguen a los conductores a reducir la velocidad. «Lo que pido es que pongan unos guardias muertos o cualquier otra solución que sea viable para que no vayan tan rápido. Con que coloquen tres sería suficiente: uno a la entrada de la calle, otro a la mitad y un tercero a la salida», propone quien habita en esta zona de la urbe «desde hace unos 30 años» .
También residentes en la vecina calle de Ana Luisa Benítez, como Francisco Gil, piden medidas de control de la velocidad de quienes circulan por esta vía principal de acceso a la parte alta del barrio, especialmente en el tramo que discurre por las inmediaciones del centro de educación secundaria del mismo nombre.
«Los coches pasan como tiros», explica este vecino que vive «desde hace 25 años» en esta zona de Lomo Apolinario y que reclama que se reemplacen las bandas sonoras que se instalaron en su día y de las que apenas queda en la calzada un pedazo residual de ese elemento de goma que hace mucho dejó de cumplir la función para la que se diseñó e instaló. «No respetan ni el paso de peatones», lamenta.
Además de la velocidad, hay otro asunto que preocupa en Padre Pedro Sanz Sainz, el estado de una parte del muro del IES Ana Luisa Benítez que da a la misma.
Ascanio explica que «hará unos dos meses los Bomberos» colocaron «unas vallas de plástico y una cintas» que delimitan una zona de la vía, «pero nadie nos ha informado si es que se está cayendo el muro o son cascotes...».
Reconoce la inquietud vecinal porque «ese muro ya se cayó hace muchos años».
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Kevin Fontecha | Las Palmas de Gran Canaria
Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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