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Teresa Cano posa el año pasado ante la escultura homenaje a su padre y sus compañeros. Cober

Las Palmas de Gran Canaria

Once rosas blancas para once héroes

El Rincón vuelve a honrar la memoria de los trabajadores fallecidos, en un ejercicio conmovedor de compañerismo, en la Conservera Ojeda la previa de Reyes de 1979

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 25 de abril 2024

Un ramo con once rosas blancas será depositado, un año más, sobre la escultura de Etual Ojeda que en la zona de El Rincón recuerda a los once trabajadores que, por un conmovedor ejercicio de compañerismo, fallecieron el 4 de enero de 1979 en la Conservera Ojeda. Una tragedia para el fin de la década, un horror que aquella lluviosa mañana recorrió Las Palmas de Gran Canaria con la velocidad y la furia de un rayo.

Aunque el suceso aconteció en enero una propuesta de Paco Rivero, vecino de Guanarteme, movió la ceremonia de la memoria al final de abril y al Día Mundial de la Seguridad y la Salud hace ya muchos años. Por lo que fue un accidente laboral que pudo haberse evitado y que obligó a las familias a una larga batalla que se propagó más de una década para recibir justicia.

Un día de mar con resaca los desagües de la fábrica dejaron de hacer su trabajo. Un par de operarios bajaron a desatascarlo por orden del encargado: nunca regresaron. Tras ellos fueron diez compañeros, uno a uno, que al ver que los demás no volvían bajaban desesperados a buscarlos. Solo uno pudo salir de allí, relatando una imagen de horror. Los gases que desprendían los restos acumulados asfixiaron a aquellos jóvenes hasta matarlos.

Teresa Cano solo tenía dos meses cuando aquello sucedió. Su padre, Mariano Cano Araujo, fue uno de los fallecidos. «Tristemente aquello demostró lo que mis abuelos maternos siempre me contaron de mi padre, que siempre estaba dispuesto para ayudar a los demás. No solo en el trabajo. También en la vida».

Ella es una de las personas que no faltan a esta conmemoración cada año. Acude con una de sus hijas, que ha querido acompañarla desde que tiene uso de razón, y que lleva semanas recordándole que avisara a su tutora de que ese día faltaría a clase.

La tragedia de El Rincón sacudió a Gran Canaria entera. No todos los trabajadores eran de la capital, lo que propició un reguero de dolientes en distintos municipios de la isla. Hasta Santa María de Guía llegaron los cadáveres de Rafael Viera Castellano y Juan Carlos Moreno González; mientras que el de Fermín Silva Ramírez fue llevado a San Mateo. Francisco Romero Henríquez, José Cabrera Pulido, José Perdomo Santana, Mariano Cano Araujo, Francisco Rodríguez Barba, Abdón García Rodríguez, Juan Javier Armas Padrón y Juan Mario Ali González fueron enterrados en el cementerio de San Lázaro.

El día de Reyes de 1979, acompañando las tristes fotografías del traslado de ataúdes, el desaparecido periódico 'El Eco de Canarias' resumía en un titular de la apertura de sucesos lo que allí se había vivido: «Impresionante y multitudinario duelo».

La imagen de arriba corresponde a las familias esperando noticias en la puerta de la conservera tras el accidente. Los otras dos imágenes recuerdan donde estaba la fábrica. C7
Imagen principal - La imagen de arriba corresponde a las familias esperando noticias en la puerta de la conservera tras el accidente. Los otras dos imágenes recuerdan donde estaba la fábrica.
Imagen secundaria 1 - La imagen de arriba corresponde a las familias esperando noticias en la puerta de la conservera tras el accidente. Los otras dos imágenes recuerdan donde estaba la fábrica.
Imagen secundaria 2 - La imagen de arriba corresponde a las familias esperando noticias en la puerta de la conservera tras el accidente. Los otras dos imágenes recuerdan donde estaba la fábrica.

Pepi González Perera es una más que reconocida líder vecinal en Guanarteme, un barrio al que le duele ver transformarse en una jungla de gigantescos edificios. «En los tiempos en los que sucedió esta tragedia este barrio no lo quería nadie. Allí donde estaba la Conservera Ojeda había más fábricas y el barrio mantenía siempre el olor a pescado», recuerda para introducir la memoria en este homenaje que parte de La Barriada, el colectiva que espolea con brío.

Su historia, además, está unida a la tragedia por algo más que por ser vecina del barrio. «Trabajaba en Galerías Preciados cuando esto sucedió. Y justo el día en el que estábamos saludando a la madre de Teresa porque se incorporaba de la maternidad llegó mi cuñado, que era jefe de planta, para avisarle de que había sucedido el accidente en la fábrica. Luego supimos que también había fallecido el marido de otra trabajadora y el sobrino de un compañero. Los pasillos de los almacenes aquel día fueron un duelo», cuenta.

Lo que todos tiene claro es aquel ejercicio de solidaridad obrera no puede quedar en el olvido y por eso cada año convocan el homenaje. Lo que comenzó siendo un tributo del barrio ha acabado siendo una acción colectiva. Pasaron los años y las organizaciones sindicales decidieron participar. «Al principio hubo familiares que lo recibieron con recelos, porque temían que de alguna forma se pudiera politizar el barrio, pero cada uno ocupa su espacio respetuosamente y sale algo muy bonito», cuenta Pepi, sobrina de la radiofonista Mara González, a la que recuerda al pie de una unidad móvil de Radio Las Palmas, entonces asociada a la Cadena SER, dando la noticia a nivel nacional en la puerta de la conservera.

Un homenaje innegociable

A las 13.00 horas de este viernes, en la zona de El Lloret, en lo que hoy se ha convertido en la plaza de La Música, se volverá a celebrar, 45 años después, un acto cargado de emociones y encabezado por las once rosas blancas que se colocaran sobre las manos enlazadas que Etual Ojeda imaginó como memoria del compañerismo.

Teresa Cano hoy vive acorde a ese espíritu. Ese con el que su padre impregnó a todo aquel que le conoció, aunque a veces le ha quemado relacionarse con ello. «Cuando Aarón Martín Marrero escribió 'Hombres valientes', el libro sobre el accidente, y vi cómo habían sucedido las cosas me enfadé mucho con mi padre. Estaba atravesando un mal momento en la vida y necesitaba el apoyo de mi madre. Pero también el de mi padre, y pensé que había sido muy egoísta, que había bajado a intentar salvar a sus compañeros pero no había pensado en que le esperaba en casa una hija de dos meses. Por supuesto que no he vuelto pensar así y estoy muy orgullosa de lo que hizo», describe con emoción.

Esos once trabajadores, héroes anónimos de una ciudad de mar, serán recordados de nuevo este viernes. Y es de justicia que sigan siendo ejemplo mientras nos dure la memoria.

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