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Los voluntarios Daniel Acosta y Lidia Quintana, en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira. Cober
Las Palmas de Gran Canaria

Naturaleza al Rescate: los guardianes de las pardelas cenicientas

Los 70 voluntarios de esta asociación ayudan al Cabildo de Gran Canaria en la recuperación de los pollos de unas aves que en esta época del año afrontan la difícil tarea de aprender a valerse por sí mismos y que tienen en la contaminación lumínica su mayor enemigo

Rebeca Díaz

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 27 de octubre 2025, 05:50

Hace un año, personas como Daniel Acosta y Lidia Quintana decidieron canalizar el trabajo y los conocimientos adquiridos en el mucho y el tiempo que de manera voluntaria habían dedicado a la recuperación de pollos de pardelas cenicientas y de otras aves, en una asociación que lleva el nombre de Naturaleza al Rescate y que a día de hoy suma 70 integrantes. Un conjunto de ciudadanos de todas las edades procedentes de diferentes puntos de Gran Canaria que no dudan en colaborar de manera altruista con el Cabildo de Gran Canaria en una tarea cuya única recompensa es la satisfacción de salvar a una especie que, como muchas otras, se ve afectada por la acción del ser humano en el entorno.

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En el caso concreto de las pardelas, señalan que la «contaminación lumínica» es el mayor obstáculo que se les presenta a unos pollos que esta época del año afrontan la difícil tarea de aprender a valerse por sí mismos, una vez que sus padres dan por concluido el periodo de cría y se van. De ahí la importancia de la campaña de rescate que, como es habitual, se desarrolla entre el 15 de octubre y el 15 de noviembre.

«Las pardelas llevan criando desde julio o agosto, que es cuando ponen el huevo, y los pollos salen ahora» cuando los padres se van, explica Daniel Acosta.

Este hecho hace que los jóvenes ejemplares, acuciados «por el hambre», salgan a buscar el alimento y ahí radica el peligro.

Los voluntarios trabajan de noche, rescatan las aves caídas y, tras valorarlas, son puestas en libertad. Cober / C7

«El pollito está en la ura, porque los de las pardelas no se llaman nidos sino uras ya que crían en acantilados», y es el «instinto» el que les hace «ir al mar» a busca comida, apunta Lidia Quintana.

Señala que, atendiendo a aspectos de «depredación y de evolución de la especie», el pollo no sale de día al mar evitando gaviotas y halcones, «por un tema de seguridad» por lo que «las entradas y salidas son de noche».

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Este comportamiento es el que se ve alterado por el exceso de iluminación. Así, Lidia relata que «el pollito va a salir de noche y tiene que ir al mar. ¿Y cómo encuentra al mar? Con el reflejo de la luna y las estrellas en la superficie». Pero «¿qué pasa si hay un centro comercial, un campo de fútbol, un pueblo, una carretera, una rotonda? Que se desorientan y ese es el problema».

Apunta, además, que si se trata de un día nublado la situación «es peor todavía» porque si la única luz que ven es la de una farola, «se estampa contra ella y cae».

De ahí la labor de apoyo que se presta desde Naturaleza al Rescate para recuperar a estos pollos que caen en zonas comprometidas como al borde de la carretera.

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Rescate

Daniel explica el proceso que se sigue una vez que localizan cualquier ejemplar de pollo que no ha conseguido llegar al mar. «Los recogemos por la noche, los valoramos y si el pollo está bien, a la mañana siguiente se libera. En caso de que tenga alguna ala rota, algún daño en el pico, cualquier cosa» se traslada al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira, para que «lo valoren y ellos toman la decisión».

Una tarea altamente efectiva a tenor de las cifras que manejan. Y es que estos voluntarios de Naturaleza al Rescate aseguran que solo el año pasado consiguieron recuperar 594 pollos, y que el «97%» de esas aves «se liberan» en zonas próximas al lugar en el que se hallaron.

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Precisamente por la importancia que tiene esta labor de rescate, los voluntarios reciben una formación a cargo de «Medio Ambiente del Cabildo» y les proporcionan el material necesario. No en vano cubren horas en las que su personal no está.

Colonias

Los voluntarios de esta organización explican que las pardelas crían en zonas como la desembocadura del barranco de Azuaje, «donde hay una colonia enorme», el barranco del Guiniguada, Las Coloradas o El Rincón. Pero indican que «la colonia más importante está en Tamadaba». Un lugar que si bien a priori se presenta como ideal para ello, tiene un problema: «el puerto de Las Nieves». Pues «las atraía su luz» y era «el punto de recogida del 40% de todas las aves de la isla».Algo que dicen ha cambiado «porque conseguimos que se apagara el barco el Fred Olsen, que se pasaba allí la noche, y el muelle».

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Destacan la colaboración de las diferentes entidades y empresas a las que se dirigen para tratar de minimizar el problema de la contaminación lumínica que compromete la vida de esta aves marinas. Como es el caso de Obras Públicas y Medio Ambiente del Cabildo, los ayuntamientos de Arucas y de Moya o la Autoridad Portuaria, pero también negocios «como la gasolinera de Pepe Chiringo», en San Andrés, «que está bastante comprometida».

Ponen a modo de ejemplo de lo que apuntan el hecho de que «en estos días hemos logrado una modificación en la obra» que arrancaba el pasado lunes «por la noche en la Gran Canaria 2, del Altillo a la rotonda de entrada a La Atalaya de Guía».

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Pero también la ciudadanía, a título particular, puede aportar su granito de arena. Algo que trasmiten en las charlas que ofrecen en centro educativos pero también de mayores. «Como el objetivo es trabajar el origen del problema, que es la contaminación, intentamos divulgar y formar y nos interesa que le llegue a la gente la idea de que todos podemos hacer un poquito trabajando en la iluminación a la que tenemos acceso cada uno en su casa, especialmente la exterior».

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