Los rostros del barrio
Mary y Laura: Para lo que usted necesiteDefienden en Fincas Unidas el antiguo oficio de las tenderas de esquina. En más de dos décadas de trabajo en la calle de Arco les ha pasado de todo: desde atracos a conocer gente que ya es como su familia
Mary Pérez y Laura Morchón, su hija, defienden, con esfuerzo titánico, el viejo oficio de tenderas de barrio. El proyecto que hace más de dos décadas inició Pérez en una esquina de la calle Arco sigue en pie, rodeado de supermercados, e introduciendo continuamente reinvenciones.
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Porque Alimentación Caracas –no se lleven a engaño, son de Santa María de Guía– es un ejemplo de servicio público. En ese córner se han escrito historias de supervivencia y acompañamiento. Mary ha vivido de todo, superando incluso el miedo atroz que invadió su mente el ser víctima de dos atracos mientas atendía el local, el segundo de ellos con su nieto de ocho años presente.
La primera reinvención fue la de la protagonista principal de esta historia, cuando decidió apostar por abrir el negocio tan lejos de su casa. «Me acababa de divorciar y mi hermano, que trabaja en el reparto de donuts, me comentó que este local se traspasaba y no me lo pensé. Empecé con una cuñada y esta lo dejó pronto. Pero yo seguí adelante y mereció la pena», dice.
Mary tiene la mente lúcida y el verbo humilde. Hoy tiene otra actividad profesional pero acompaña a su hija Laura, que ha continuado con el negocio. «Creo que está llevando muy bien la tienda, defiende bien el legado», cuenta.
Fincas Unidas es ese barrio de calles en semicírculo que bordea Tomás Morales bajo el Paseo de Chil. Allí, además de Arco, está la calle Curva, entre otras. Ese pequeño fortín comercial hoy está bajo el mando de Laura Morchón, que a sus 35 años ha heredado la capacidad de trabajo de su madre y tiene una marcha más de carácter.
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Alimentación Caracas hoy da de comer a muchas personas del barrio en un sentido literal. Mary Pérez siempre tuvo mano en los fogones y su tortilla tiene fama más allá de esas calles. La descubrió en los bocadillos que hacia cada mañana y que pasaron a convertirse en platos por petición popular. Hoy incluso salen a granel encargadas para eventos.
Y esa es la base de la tienda a día de hoy. «Es difícil competir con los negocios de la zona vendiendo un bote de leche. En el barrio hay mucha gente mayor que no tienen quien les ayude con la cocina. Nosotras hacemos un plato al día y la gente nos lo encarga para buscarlo a la hora de comer», señala Laura; «como somos de campo, los lunes siempre toca potaje», añade Mary.
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Hoy son paisanaje popular del barrio. Pero el precio se ha pagado caro al peso del sacrificio. «Mis hijos eran pequeños –Jorge, se llama el otro hijo de Mary–, así que los matriculé en colegios e institutos de la zona. Pasaban el día aquí. Yo me despertaba muy temprano para venir porque la fruta y la verdura que he vendido siempre aquí la traía de Guía», señala Mary Pérez, con muchas horas de carretera a través de la variante del norte.
Desde entonces Laura Morchón anda por allí. Siendo apenas una niña, que andaba tras los mostradores, aprendiendo de su madre mucho de lo que hoy pone en práctica al frente del negocio. En ese tránsito han conocido a gente que ha llenado su vida de sentido. «La persona que me traspasó el local me habló de Domingo, una persona mayor del barrio que solía andar por aquí. Me dijo que me iba ayudar mucho y no se equivocó. Venía y siempre estaba dispuesto a echar una mano sin pedir nada a cambio. Me hacía recados, me ayudaba si tenía que llevar algún documento a alguna parte.Si pensaba que ese mes no me iba bien se ofrecía a prestarme dinero. Con mis hijos era una locura», indica Mary antes de que Laura participe con la voz tomada por la emoción: «Nos cuidaba mucho. Estuvimos al final cuidándolo en el hospital y le extraño muchísimo, como si fuera un familiar muy importante. Lo tengo tatuado, no te digo más».
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La esencia de la proximidad
Así fue creciendo su historia en el barrio. Sintiéndose parte de una comunidad que en lo que abarca casi un cuarto de sigo ha ido cambiando mucho. «La gente siempre nos tuvo confianza. Aquí hemos hecho de todo. Recoger los paquetes de la gente cuando no está en casa. Alguna persona que llega en taxi y se da cuenta que no tiene dinero para pagarlo y ha entrado a pedírnoslo prestado. Cosas que solo pueden pasar en estas tienditas de esquina, que tristemente cada vez tienen más difícil sobrevivir», expresan en palabras protegidas por una mirada cómplice.
Mary Pérez y su hija Laura Morchón son la esencia más pura de la proximidad. De esas personas que saben bien lo que le sucede a la comunidad con la que interactúan a diario. «Aquí hemos escuchado muchas penas y muchas alegrías. La gente viene y al tener confianza te cuenta sus cosas», dice Mary. Laura bromea al respecto. «Con las conversaciones que he tenido aquí es como si hubiera hecho la carrera de psicología».
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Laura ha heredado el espacio y el legado. «Yo llego aquí muy temprano y me pongo a preparar la comida del día horas antes de abrir. Pelo tal cantidad de cebollas que paso la mañana llorando aquí dentro –ríe–. Esta misma semana preparé más de diez kilos de garbanzada y se agotaron», expone.
Alimentación Caracas les ha dado mucho como familia. Más de lo que podían llegar a esperar. «Hasta me enamoré aquí», confiesa Mary. «Tenía un cliente que trabajaba por aquí y venía a comprar todos los días. En esa época abría los domingos y también venía, algo que me extrañaba. Se lo comentaba a Laura y me decía '¿qué va a querer, mamá? Está claro'. Yo no me daba cuenta. Un día me dijo si quería ir a dar un paseo a Las Canteras y, mira, tantos años después seguimos juntos», relata con ese tono que transmite paz y complicidad. Eso que es tan necesario en estos tiempos.
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