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Luis Díaz Cabrera posa con la pizarra que le acompaña en la sentada de cada día. Cober

Las Palmas de Gran Canaria

Luis pide una tregua para el Casa Carmelo

El histórico bar de Guanarteme ruega al Ayuntamiento que le den hasta septiembre para acometer las obras que le exige y garantizar la supervivencia de un negocio fundado en 1959

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 18 de mayo 2024, 21:44

En la esquina de Secretario Padilla con Perú, en uno de esos afluentes de Guanarteme que desemboca en La Cícer, resiste desde 1959 Casa Carmelo –el de los pulpitos, una denominación que le distingue del restaurante que tira el ancla en La Puntilla–. El histórico bar ha perdido la terraza que ganó con la pandemia por la exigencia municipal de que construya un baño para personas con movilidad reducida; una merma importante para sus recursos económicos que ha llevado a su propietario, el carismático Luis Díaz, a pedir una tregua hasta septiembre para acometer las obras.

Guanarteme se ha poblado de especies invasoras, locales modernos de bombillas de filamento e inaugurados por influencers. En ese entorno el Casa Carmelo es una trinchera de la memoria. Luis despacha sus históricos pulpos o unos caracoles bañados en salsa picante mientras las cervezas frías viven en una rotación continúa en la nevera. Una vieja foto del Real Madrid en blanco y negro preside acaloradas conversaciones futboleras mientras la esencia de toda una vida fluye por el diminuto local.

«Entiendo perfectamente que tenga que poner un baño para personas con movilidad reducida. A mí edad lo necesito más que una pista de pádel», bromea sentado junto a la pizarra con la que se manifiesta en puerta de su local. Cada día a la hora del mediodía, justo antes de la apertura, y mientras los pulpos navegan por sus calderos.

Lo que pide Díaz es un poco de consideración para las circunstancias de su local. Su padre fundó el bar, que compartía su actividad como tienda de aceite y vinagre, en 1959. El permiso de las autoridades continúa enmarcado en una de sus paredes. Con la pandemia y tras la finalización de la eterna obra de peatonalización de las paralelas de Guanarteme montó la terraza. Su clientela creció, pudiendo asumir mucha más gente que antes del virus. Pero cuando este se fue el gusto del público cambió. «La gente ahora solo quiere terraza. Me llaman muchas personas para reservar y cuando les digo que ya no tengo terraza me dicen que entonces no», cuenta frustrado.

Luis Díaz Cabrera subido a una nevera en Casa Carmelo cuando era niño. C7

La terraza se convirtió en un método de supervivencia para un local emblemático. «Me piden ahora que yo haga rápido las obras cuando casi me arruinan. Tardaron casi diez años en terminar las obras de la peatonalización y esto fue casi como una zona de guerra. Llena de vallas y de material de construcción. La gente casi no podía acceder al bar. Y ahora que remontamos me obligan a hacer estas obras sobre la marcha», indica.

Luis Díaz ha pedido sin éxito citas en el Ayuntamiento para hablar de su problema. «Sigo esperando que me respondan. Pepi González, de la asociación vecinal La Barriada, está intentando conseguir una cita con el concejal del distrito. Ojalá lo consiga», señala el veterano hostelero.

Lo que pide Díaz es una tregua. Un plazo de unos meses para reforzar su economía y atender a la normativa. «Me gustaría que me dejaran poner la terraza hasta septiembre, que es el mes que cerramos por vacaciones, y durante ese tiempo hacer las obras para construir ese baño», ruega.

El Casa Carmelo es un local de su tiempo, fundando cuando «a los de Guanarteme nos miraban como a lo peor. Mi padre abrió este negocio y por la derecha solo llegaba el olor a pescado de las factorías y por la izquierda el humo de la central eléctrica de La Cícer».

Una de tantas veladas vividas en el Casa Carmelo desde 1959. C7

Luis nació en el mismo local del bar. Esa esquina alberga hoy un edificio de pisos pero cuando se abrió el negocio era la pequeña casa terrera en la que vivía su familia. Es un personaje querido en el barrio. En apenas un rato de cualquiera de las mañanas en las que realiza sus pequeñas manifestaciones a pie de local todos los vecinos que pasan le llaman por su nombre y le preguntan si tiene alguna novedad. «A ver si hay suerte», le dicen.

En el Casa Carmelo vive aún el Guanarteme histórico. Los vecinos que habitaban el barrio antes de la colonización del cemento se congregan en su barra y reconocen a sus familiares y amigos en las fotografías antiguas que en las paredes muestran que en ese reducto se han pasado muy buenas veladas. «Aquí hemos visto pasar de todo. Desde las crisis económicas hasta la pandemia. Y no me gustaría que esto tuviera que desaparecer ahora por no tener terraza», cuenta.

La esquina de Perú asumía las mesas que Luis había dispuesto para prolongar en la calle la esencia del viejo barrio. Como tal pide ser considerado. «No quiero que me traten mejor que a nadie, pero vemos cómo en la playa parece que nadie hace caso, llenando de terrazas los dos lados del paseo, y aquí que somos un lugar histórico, no nos permiten», indica.

Mientras Casa Carmelo pierde su terraza por no tener aún un baño para personas con movilidad reducida, su pequeño local se colapsa a veces con la visita de algunos clientes en silla de ruedas que no quieren dejar de bañar sus paladares con los pulpos de Luis Díaz.

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