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Laly Rodríguez en el local que acoge la vermutería Valentina. Cober

Las Palmas de Gran Canaria

Laly Rodríguez se atrinchera en la Valentina: «Voy a defender mi propiedad»

La propietaria del local que acoge la popular vermutería de la calle Ferreras denuncia que los compradores del resto del edificio destruyen el inmueble que ha pertenecido a su familia durante 50 años

David Ojeda Merino

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 18 de septiembre 2025, 14:21

Laly Rodríguez ha decidido levantar un fuerte en el local que acoge la Valentina, la popular vermutería de la calle Ferreras en Las Canteras. El motivo es el «destrozo» que los propietarios del resto edificio, donde se proyecta la construcción de un hotel, han realizado en su inmueble, que lleva cerrado al público tres meses. «Voy a defender mi propiedad», expresa desde la angustia.

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Esta historia tiene una cronología, en palabras de Rodríguez, que se remonta a la adquisición de la totalidad del edificio exceptuando su local por unos empresarios que pretenden poner en marcha un hotel en el lugar. «Ellos dicen que un tramo de mi local les pertenece porque está debajo de su hueco de escalera. Me han roto la parte del baño y han tirado tabiques. Los llevé a la Justicia para detener las obras pero el juez dijo que ya habían hecho ese daño y no podían hacer más», cuenta.

Laly Rodríguez es la propietaria del local a pie de calle hace 30 años, pero la historia familiar remonta la propiedad mucho más atrás. «Primero fue de mis suegros, que lo compraron hace 50 años. Luego lo adquirí yo y tuve mi boutique abierta mucho tiempo hasta que la alquilé a los actuales inquilinos, a los que también les están arruinando la vida con esto», señala.

Ese factor emocional, evidentemente, sobrevuela las sensaciones que han ido afectando a Rodríguez en los últimos tiempos, protagonizados en su caso por los inconvenientes que está viviendo junto a los empresarios que han alquilado el sitio para establecer su negocio, uno de los más frecuentados en ese extremo de la ciudad donde Las Canteras se cierra al paso de La Puntilla.

Allanamiento de morada

Mientras el asunto sigue en los tribunales el conflicto no solo sigue vivo sino que se ha hecho más complicado. «Este miércoles los inquilinos vinieron al local a buscar cosas y no solo vieron todo lo que habían roto. Es que los trabajadores de la obra estaban dentro, entraron por el hueco que habían hecho en el techo. Le dijeron a los inquilinos que eso era de ellos e iban a dejar allí todos los materiales de construcción con los que trabajan», expone.

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«Para mí esto supone un allanamiento de morada», explica. «Llamé a la policía y vinieron la mañana de este jueves pero me dijeron que no podían hacer nada porque es un tema civil y tenía que ir a los juzgados. Y le dije que allí precisamente está este asunto«, añade.

La emoción que mejor describe actualmente el estado con el que convive es frustración. Siente invadida su propiedad y, se desprende de sus palabras, que también su capacidad para defenderse en este asunto.

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Aunque ha sido este jueves cuando Rodríguez ha pedido la palabra, harta de lo que considera un apellido a sus derechos. Este asunto lleva meses generando conversación en el istmo de Las Palmas de Gran Canaria. La Valentina se había convertido en los últimos años en una referencia en la ciudad, con su apuesta forjada con la marcada estética de las vermuterías madrileñas.

Sin embargo sus puertas llevan tres meses cerradas y el lugar en el que se desplegaba su terraza está completamente sitiado por vayas de obra. Esa imagen se ha consolidado en el mapa del ocio de la ciudad y no eran pocas las personas, como el local expone en una publicación realizada este mismo jueves en sus redes sociales, que se preguntan por su retorno.

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Ese es un hecho incierto en este momento. Las imágenes del interior del bar muestran un mobiliario desmadejado como una ciudad tras el paso de una batalla. Agujeros bien visibles en sus paredes y puertas, como la de los servicios, arrancadas de cuajo de sus goznes para ser apiladas junto a las mesas que antiguamente daban cobijo a su clientela y ahora están cubiertas de polvo de obra.

Laly Rodríguez se aferra a su escritura de propiedad. La lee una y otra vez buscando un error, algo en lo que no reparará que le quite la razón. Pero por más que lo mira no lo encuentra. Mientras resuelve el entuerto tiene miedo a dejar su local vacío. Allí hace guardia, salvo en los momentos que debe salir para atender una cita médica, acompañada por sus inquilinos y dueños de la Valentina. Sintiéndose amenazados y sin apoyo. Esperando que esta pesadilla se resuelva para luego tratar de cicatrizar sus heridas.

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«He llegado a preguntarme y a hablar con mi marido sobre la posibilidad de que su padres, sin darse cuenta, usaran metros que no les correspondían porque antiguamente en las escrituras no se consignaban los metros como hoy en día, pero tenemos claro que no es así», señala dolida por tener que lidiar con una situación que nunca pasó por su cabeza que pudiera suceder después de más de media vida ostentando la propiedad de un local que ha pertenecido a su familia sin ninguna incidencia.

Imágenes de las obras Cober
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