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Los hoteles son siempre puertas a nuevas experiencias. Toda aventura parte bajo un techo y ésta da sus pasos al cobijo del hotel Parque. Desde este edificio, Manuel Ramos Almenara recorre el centro de Las Palmas de Gran Canaria de fines del siglo XIXy principios del XX en su nuevo libro, 'El Gran Hotel Parque y su ámbito de influencia', que fue presentado en la tarde de este jueves.
El libro, de casi 500 páginas y más de 350 fotografías, no solo se aventura en la historia de un establecimiento turístico que nace de un encuentro de varios amigos en el parque de San Telmo y al que Bruno Naranjo, cosechero y exportador, empieza a dar forma en 1932. Es también un viaje por sus alrededores, los que configuraron las orteguianas circunstancias del hotel: Triana, el parque de San Telmo, la ermita, el muelle Las Palmas, el palacio militar, el edificio de La Unión y el Fénix o el restaurante Club 31.
El libro se estructura, así, en dos partes:en la primera se hace un recorrido por el entorno; y, en la segunda, Ramos entra ya en el hotel de la mano de Bruno de la Fe Naranjo, el impulsor de la construcción del hotel.
Don Bruno, como se le llamaba entonces, era un agricultor de éxito que exportaba fruta a Londres y a la Península. «Tenía una marcada personalidad, era constante en sus ideas y decidido en sus acciones, de fuerte carácter y muy trabajador», describe el autor del libro, «residía en Tafira, cerca de Lomo Blanco, y hubo un tiempo en que se desplazaba a la ciudad en burro».
En 1932 pide permiso al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para levantar un edificio de viviendas que tenía dos torres de seis plantas en los extremos (las calles Venegas y Alonso Alvarado) y dos alturas en el centro. El proyecto fue encargado al genio de Miguel Martín-Fernández de La Torre.
«Le dio su impronta», detalla el autor del libro, «tenía un comedor precioso de madera, con una escalinata, y un salón de fiesta extraordinario, pero después todo eso se perdió porque se necesitaba más habitaciones».
El nuevo edificio de San Telmo, que pronto fue conocido como la casa de don Bruno, llamó la atención también de la ciudadanía por poner en funcionamiento los primeros ascensores de Gran Canaria, con un asiento acolchado en rojo, junto a los del Gabinete Literario. «En más de una ocasión, la chiquillería se colaba al edificio para tratar de contar la experiencia (...) en una de esas distinguidas y extrañas cabinas», señala Ramos.
Para la parte central se había proyectado un gran café al estilo de los que había en aquella época en toda Europa, pero en 1933, el inversor pide autorización para ampliar el cuerpo central hasta las seis plantas para ubicar allí un establecimiento hotelero.
Bruno Naranjo murió en 1941 sin ver el hotel en funcionamiento. La inauguración de lo que la prensa de entonces llamaba un rascacielos se produjo el 23 de agosto de 1943.
El Gran Hotel Parque entraba así en la lista de establecimientos turísticos que acogían al incipiente turismo urbano y que formaban el Atlántico y el Bellavista, en Ciudad Jardín; el Central y la fonda El Rayo, en el parque de Santa Catalina; el Madrid y Negresco, en Triana;o el Metropole y el Santa Catalina.
El restaurante del Gran Hotel Parque no abrió sus puertas hasta un mes y medio después de la inauguración . Para el servicio, que comenzaba a las diez de la noche, vinieron desde un restaurante de Madrid, Chipén, y se exigía frac, esmoquin o uniforme.
Desde ese momento, el hotel siempre estuvo abierto a la sociedad. Se convirtió en un punto de reunión, en plató de cine, en sala de exposiciones...
El turismo seguía en auge y el hotel se embarcó, en 1957, en una ampliación que permitía ganar 16 habitaciones.
En 1976 se cierra el edificio por la macha de la empresa Husa, que gestionaba el negocio. Ya por entonces era el Hotel Residencia Parque. Cuando volvió a abrir sus puertas, en 1979 su nombre era Hotel Parque. Desde ahí se producen varios cambios de dueño y procesos de renovación que han terminado por configurar el edificio que está en funcionamiento desde 2020 bajo la propiedad de Margarita Pérez y, desde 2021, con la gestión de Sercotel.
Entre las paredes del hotel queda la impronta del paso de huéspedes como Antonio Machín, parte del equipo de rodaje de 'Moby Dick', Nuria Espert, Leo Nucci o Ana Belén, entre otros muchos.
El libro de Manuel Ramos también rescata del olvido algunos hechos importantes, como el acuerdo de 1979 entre diferentes partidos políticos para reclamar la autonomía o la constitución de la coordinadora prouniversidad.
Ramos empezó a documentarse para este libro hace seis años. «En torno al año 2007 empecé a hacer entrevistas porque es un libro que está basado, sobre todo, en la oralidad», explicó el autor, «he tenido muchas entrevistas con gente del sector turístico, de la hostelería y con trabajadores del hotel». De hecho, habló con más de cien personas para recabar todos los datos.
Este libro es la tercera entrega de la colección 'El Hotel y su Memoria', en el que se enmarcan dos de los tres libros dedicados al Santa Catalina.
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