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Guanarteme se encadena a la lucha ciudadana por un derecho tan elemental como que la luz del día se filtre por sus ventanas. Vecinos del barrio se concentraron este jueves en las calles de la histórica cuadrícula de Las Palmas de Gran Canaria para «poner freno a la especulación urbanística» y exigir el cuidado por parte del Ayuntamiento de las infraestructuras más básicas.
Hay un grave problema en Guanarteme, un barrio que no ha parado de crecer en vertical mientras sus servicios públicos apenas han cambiado en el último medio siglo. Por eso, los que este jueves protestaban sobre el asfalto no solo lo hacían contra el negocio del ladrillo. También lo hacían contra esa red de saneamiento que colapsó el pasado domingo con las lluvias de la tarde. O contra la llegada masiva de nuevos vecinos sin que eso se cosa a nuevos espacios de esparcimiento ni zonas verdes con las que hacer la convivencia más natural.
Lidia Cruz Rodríguez llegó al barrio con 14 años. Hoy tiene 62 y ha visto cambiar a lo largo de décadas aquel viejo sitio que lindaba con conserveras y con el mar como última frontera. Hoy cree necesario pelear por mantener algo de aquella esencia y por eso, ataviada con una camiseta verde que identifica al movimiento colectivo, agarró en primera fila de protesta la pancarta. «Estaremos en lucha hasta que lleguemos un acuerdo que responda a la necesidad del tejido social del barrio para tener una vida mejor», indica.
Es su voz la que nos explica muchas de esas demandas. Pero es un eco de todos aquellos que decidieron salir a la calle. «Necesitamos un barrio en el que no suframos tanto ruido, con edificaciones tan elevadas; en el que el medioambiente se tenga en cuenta. A los críos que vienen detrás solo les vamos a dejar cemento», lamenta.
Las quejas de Lidia eran amplificadas por el sonido de los demás manifestantes. Al recorrer las calles se entendía parte de sus protestas. Cercados por viales cerrados por las obras, entre máquinas de concreto y vallas que protegen solares donde se erigirán gigantes torres de hormigón. El día se iba oscureciendo al solaparse con la noche, como otra imagen simbólica de cómo han mudado de piel aquellas viejas casas terreras que hoy han multiplicado su número de residentes en edificios en vertical.
Un documento de 11 puntos fundamentaba la convocatoria. Desde el movimiento vecinal exigen la revisión de un plan urbanístico que redactado en 2012, a su juicio, ha quedado obsoleto ante el crecimiento desenfrenado de la zona. Correlativos iban cayendo otros elementos de fricción como las grandes edificaciones, los ruidos y la calidad del aire, el trazo de calles que es engullido por la prolongación de Mesa y López, el alto número de guaguas que atraviesan sus calles o la ausencia de zonas verdes en todo el barrio.
Desde la organización de la movilización de este jueves lamentan la falta de interlocución que en estos momentos están encontrando, afirman, en los administraciones públicas. «Esos políticos que deberían a nuestro servicio tienen que conocer de nuestra voz qué necesidades tenemos y llegar a acuerdos que se lleven a cabo. Eso es lo que intentamos pero no ha habido respuesta», expresa Cruz.
En el escrito de convocatoria recalcan que Guanarteme resiste su tensión poblacional con una red de alcantarillado de la década de 1950. Este documento va acompañado de un reconocimiento del deterior de la red por parte de Emalsa, que les expresa que su capacidad de ante este problema es limitada porque es el Ayuntamiento el propietario de los colectores.
A lo largo de la manifestación se sucedieron las consignas. El argumento primario frente a la «especulación urbanística» fue dejando paso a problemas del día a día, como el reseñado con la red de saneamiento. Un barrio que se transforma y no está preparado para ello, en el que aseguran que apercar es una odisea. En el que apenas hay servicios públicos ajustados a la gran cantidad de vecinos que lo habita. «Con todas estas obras que están haciendo nos van a acabar convirtiendo en un embudo como a La Isleta», señalan.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
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