Los rostros del barrio
Estrella Castillo: El cambio se hace gota a gotaToda una vida peleando por El Polvorín, donde le llegaron a amenazar de muerte en los tiempos de la plataforma contra la droga, promete seguir en la brega mientras haya un vecino que demande su ayuda
Estrella Castillo no tiene prisa porque sabe que los éxitos de la lucha colectiva se cobran en diferido. Así lo ha comprobado desde que siendo muy joven, apenas 18 años, decidió unirse a las manifestaciones contra la droga en el barrio de El Polvorín; eran tiempos oscuros que hace años, por fortuna, quedaron atrás. «Los cambios se hacen gota a gota», dice.
Hoy está al frente de la asociación Nueva Trayectoria, un colectivo que representa a una buena parte de los vecinos que desde el viejo barrio derribado crearon comunidad en los nuevos edificios de la reposición.
Fue precisamente en esa cambio de ciclo, cuando los antiguos bloques fueron desapareciendo y ellos trasladados apenas unos metros más allá de sus antiguas casas, cuando activó ese impulso social que todavía le mantiene activa. «Venía de la plataforma contra la droga y cuando conocimos a través de los medios de comunicación que se iba a realizar una reposición creamos la junta directiva de la asociación Mi Barrio para trabajar por el nuevo barrio. Y enseguida tuvimos que ponernos manos a la obra, porque el Ayuntamiento no acompañó las nuevas viviendas de un proyecto social, cuando es muy complicado llegar a un barrio vulnerable para vivir en comunidad. Así que fuimos nosotros los que lo hicimos», explica.
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Estrella Castillo ha vivido toda la vida en ese entorno, a excepción de unos meses de su infancia en la periferia de la ciudad. «Mi abuelo tenía una casa en Mata y se la expropiaron para construir la carretera. Fuimos a vivir a Tamaraceite, a las casas del Patronato, pero mi padre trabajaba como portuario y en aquel entonces aquello estaba muy lejos para ir a trabajar. Así que conseguimos volver y empezamos a vivir en El Polvorín», cuenta.
Era el final de la década de 1960. El Polvorín era un barrio humilde pero todavía no cargaba con todas las leyendas que se fueron asociando a sus calles en las décadas posteriores. Aquellas en las que la droga tuvo un protagonismo capital en su historia. «Tenía solo 18 años pero decidí participar en las manifestaciones. Veía a las madres del barrio sufrir mucho porque sus hijos tenían muchos problemas, y tenía claro que debía arrimar el hombro. También por la inconsciencia de la edad, todos nos conocíamos y a mí en aquel entonces hubo gente en El Polvorín que me llegó a amenazar de muerte. Pero yo no medía las consecuencias», relata con naturalidad.
Hoy tiene 65 años y no le pesan las vivencias pasadas. Las negativas las recopila solo para contarlas, no para lamentarlas. Porque tiene claro que mientras le quede carrete no va a dejar el movimiento vecinal en el que tanto tiempo lleva implicada. «Son muchas batallas pero estamos mejor, de algo ha tenido que servir la lucha», indica.
La realidad es que Estrella Castillo siempre lleva el uniforme de faena puesto. Durante toda la conversación enumera los problemas del barrio, los asuntos que demandan atención y por los que hace años que espera, como una línea de Guaguas Municipales con la que los vecinos puedan ir a su centro de salud en Miller Bajo.
Esa forma combativa que siempre le ha caracterizado. Tras más de cuatro décadas peleando en las calles por el progreso de El Polvorín lamenta que en la actualidad parece más complicado que en tiempos precedentes llegar hasta el político más cercano a sus reivindicaciones y conseguir que las cosas mejoren. «Hay una cosa que no me desmoraliza, y es encontrar a vecinos que siguen creyendo que esto es importante. Y mientras eso siga así tendré moral para seguir peleando», manifiesta.
Las necesidades de un barrio
Esa posición le convierte en elemento capilar del barrio. «Aquí toca la gente para todo. Hemos logrado mucho mejorar las relaciones vecinales entre los que conviven en un mismo edificio», expresa poniendo a uno de ellos, que escucha durante la entrevista, como testigo de que eso fue así. Al encuentro llega con una mancha de polvo en el pantalón porque hasta segundos antes estuvo ayudando a los vecinos de otro bloque a cambiar una puerta en el edificio.
Esa es la vida de Estrella Castillo, dedicada en cuerpo y alma a los demás aunque eso le haya restado tiempo a los suyos. Algo que no le reprochan. «Soy viuda, pero cuando Cristóbal, mi marido, vivía era mi mayor fan. Y mis tres hijos, que ya son mayores, siempre me han apoyado en cada una de las batallas que hemos librado», comenta.
«Seguiré diseñando proyectos siempre», expresa voluntariosa en la puerta de Nueva Trayectoria. Allí logró convertirse en enlace del Banco de Alimentos para facilitar el acceso a la comida a los vecinos con necesidades.También logró encadena proyectos de ecca.edu, para mayores y menores del barrio. Una casa del pueblo de las de verdad, de las de lo colectivo.
Mientras esta conversación se desarrolla el móvil de Estrella Castillo no para de sonar. El tono del teléfono es la inconfundible banda sonora de 'Misión Imposible' que compuso Lalo Schifrin. Una paradoja para una mujer que no conoce el significado de lo imposible cuando se trata de trabajar por los vecinos de su barrio de toda la vida.