«Esto hace mucho bien a la gente mayor»

El club de mayores y simpatizantes La Ilusión del Guiniguada busca un profesor de música. «Tenemos los instrumentos pero no el profesor», explica Saro Tavío, una de sus integrantes más veteranas, ante las bandurrias y laudes que, a la espera de que se les dé uso, lucen colgadas en una de las tres salas del Centro Cívico de Lomo Apolinario, espacio que les cedió el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria desde su inauguración, en diciembre de 2010.

Apunta que esta carencia que expone públicamente es solo un ejemplo del abandono que sufren por parte del Consistorio capitalino, que no colabora con ellos para poner en marcha talleres de los que se beneficia no solo la población mayor del barrio, sino la de núcleos como Tamaraceite, Hoya Andrea, La Isleta e incluso de municipios como Telde.

Señala que en la actualidad disponen para sus socios -que rondan los 500 aunque no todos aportan cuota pues no se lo pueden permitir- cursos de calado, 'patchwork', costura, pintura o clases de adultos. Propuestas que imparte personal voluntario y que asegura la asociación se ha encargado de buscar.

Pero reivindica el apoyo municipal para dar continuidad a unas actividades que cree básicas para un sector poblacional que en muchos casos vive una soledad no elegida.

«El Ayuntamiento no presta atención a nada», se queja Guadalupe Ojeda, quien lleva más de 15 años al frente de la presidencia de este club de mayores. «No nos dejan guaguas para las excursiones», dice sobre una actividad que sufragaba el consistorio una vez al mes, «ni monitores para las actividades». «Lo único que tenemos es permiso para usar el local», apostilla Agustín Santana, secretario de la entidad.

Desde La Ilusión del Guiniguada explican que la falta de implicación del Ayuntamiento empezó con la llegada de la pandemia.

«Esto era como un centro de día sin serlo», comenta Juani Díaz, vocal del club, para describir el beneficio que supone para los usuarios la labor que se lleva a cabo en un espacio al que ella acude desde La Paterna, barrio en el que reside.

«Teníamos un 'office', pero a raíz de la pandemia ya no se podía utilizar. Venían personas a pasar el día y les dábamos un cafecito y unas galletitas, porque esto es un centro familiar», relata.

Añade que «jugábamos a las cartas y a la lotería, que lo seguimos haciendo sin ánimo de lucro, y nos reuníamos y hablábamos y hacíamos actividades de tarde y de mañana. Pero ahora no tenemos profesores y aunque venga personal voluntario, como yo, no es lo mismo porque hoy puedes venir pero mañana no».

«Esto hace mucho bien a la gente mayor», comenta convencida de que la oferta de actividades implica conectar y compartir con otras personas, «porque hay muchas personas mayores que viven solas, por las circunstancias que sean, y esto es un escape para ellas y las familias».

«La persona mayor está muy abandonada», recalca al referirse a la falta de atención que sufre una parte de la población que está en una etapa de su vida en la que puede hacer cosas que en su juventud, por obligaciones familiares o cuestiones económicas, no podía llevar a cabo.

Juani Díaz señala que acudir al club mejora la vida de los mayores. «Es como una terapia», dice al referirse a casos de usuarios que tras sufrir un ictus no hablaban y han mejorado, pero también al suyo propio. Pues dice que, junto a su familia, el club contribuyó a mejorar la «depresión increíble» que tenía.

De ahí su insistencia en recuperar talleres que proporcionan una rutina que redunda en el bienestar de los mayores.

Así al menos lo corrobora María Leal, una usuaria que confiesa que acudir a este centro la ayudó a superar un momento complejo. «Vengo a beneficiarme de esto porque, gracias a dios, he salido de la ansiedad que tenía. Llevo año y medio viniendo y esto ha sido una terapia tremenda, y es que me veo obligada a salir de mi casa», expone.

Mari Cruz Santana también dice que ir a las clases de pintura que ahora imparte una voluntaria es un acicate «que te obliga a salir de tu casa, porque si no, no sales».

Saro Tavío explica que lo que les ocurre con los instrumentos musicales se repite con unos ordenadores que adquirieron y que duermen el sueño de los justos. «Tenemos ordenadores, pero no profesor», lamenta.

Asimismo, se queja de que en la parte trasera del centro «jugábamos a la petanca y ya no podemos porque está sucio y se meten a hacer botellón y a dormir».

Las personas que integran este club de mayores afirman que la falta de respuesta municipal se traslada a otros aspectos del barrio, como un servicio de guaguas que dicen no responde a las necesidades de Lomo Apolinario.

«Tenemos las mismas guaguas desde hace más de 40 años», critica Cira Rodríguez. Denuncia que «los fines de semana nos ponen la 84 y nos quitan la 8, que pasa de lunes a viernes de hora en hora», y que la 81, que va al Puerto «solo la ponen los fines de semana».

Además, critica que el último servicio para subir a Lomo Apolinario «es a las 21.15 horas». Algo que señala condiciona la vida de la gente mayor, de la que trabaja y de la juventud, «que no puede ir a ningún sitio».

Además, desde el club reclaman más presencia policial en el barrio. «No se ve un policía local a ninguna hora del día».

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