¡Que ya viene «PINITO»!
Se escucha incesante ya estos días, en las voces y en los sentimientos, por más de un rincón de Las Palmas de Gran Canaria, y seguro que de Telde y Vecindario, una popularísima, entrañable y más que afectiva expresión: ¡Ya viene «Pinito»!
Se escucha incesante ya estos días, en las voces y en los sentimientos, por más de un rincón de Las Palmas de Gran Canaria, y ... seguro qué de Telde y Vecindario, una popularísima, entrañable y más que afectiva expresión: ¡Ya viene «Pinito»!, y reiteran, por aquí y por allá, ¡Que ya viene «Pinito»!, y a nadie hay que explicar de quién se trata, pues en fechas señaladas de la isla todo el mundo sabe que sólo hay una «Pinito», Ntra. Sra. del Pino, la Patrona de la isla, su Virgen del Pino.
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Y no se trata, ni mucho menos, de un diminutivo burlesco, o quizá algo grosero para una imagen tan sagrada y reverenciada. Muy al contrario, es de las más hondas expresiones que los insulares tienen para sus mayores, para quienes gozan del más acendrado de los reconocimientos y afectos, la madre, los abuelos, ese tío o tía mayor que veneran todos sus sobrinos. Así, el catedrático Manuel Almeida Suárez, al hablar del habla rural en Gran Canaria (1989), ya señalaba como «para los nombres propios el sufijo -ito es prácticamente el único utilizado como señal de respeto y a parece junto a -illo indicando también afectividad. Por lo general a la gente mayor se la llama por su nombre acompañado del sufijo -ito: Pepita, Lolita, Carmita, etc.». Algo ante lo que el prestigioso filólogo José Joaquín Montes Giraldo, en otros ámbitos del habla hispana, como Colombia, ante ese mismo uso lingüístico, al que se refiere como «diminutivo de respeto cariñoso» (1972), no dudaba en resaltar como «en esta función, el diminutivo ha llegado a hacerse norma, a convertirse en recurso de la lengua para expresar relaciones en que se supone que debe haber respeto y cariño…».
Y si el escritor galdense José Rodríguez Batllori, en su pregón hispalense a la «Santísima Virgen del Pino» (1962), hablaba, al recordar a los peregrinos de cada 8 de septiembre, de como «el deseo de volver, Señora, a tus plantas, es irrefrenable, incontenible», a través de «los caminos que forja nuestra ilusión, confundidos entre la multitud fervorosa e impaciente de romeros y peregrinos», ese mismo deseo se desboca, cada determinados años, por ir a buscarla y traerla hasta la capital insular, como ocurre desde aquel inolvidable domingo 18 de marzo de 1607 en el que, una isla angustiada por la larga sequía, la recibió ante la ermita trianera de los Santos Justo y Pastor (hoy desaparecida), al inicio del «camino de mar a cumbre» que habría de recorrer en cuarenta y cinco bajadas hasta el año de 1815.
Ahora la ciudad ha crecido, y ella lo sabe. Ha podido comprobar desde 1936 como la capital de su Gran Canaria se ha extendido enormemente, como incluso se unió a ella ese otro municipio ineludible en su camino, el de San Lorenzo, y se ha hecho muchísimo más populosa. Miles de vecinos que la reciben clamorosamente por los más nuevos y dispersos barrios, pero con el mismo, sino hay de que decir que aún mayor, pues los siglos transcurren y las tradiciones y sentires se enraízan con enorme fuerza y feracidad. Tras más de un siglo sin volver a bajar, el domingo 11 de octubre de 1936, no sólo vería por vez primera la «carretera de Teror», esa senda, asfaltada ahora, que se convirtió por antonomasia para la mayoría en «el caminito de Teror» cada víspera del Pino, sino que establecería una nueva tradición, la del Castillo de Mata como nuevo punto de recibimiento oficial, tanto que la plaza delantera se rotuló como «Plaza de Ntra. Sra. del Pino», y se llegó a colocar una hermosa cerámica con su imagen, que desparecida por obras en el edificio en el que se ubicaba, ahora se espera que se vuelva a reponer, y esta bajada sería una magnífica oportunidad para ello. Pero la ciudad crecía sobre nuevos territorios circundantes, y en siguientes bajadas la Virgen no dudó en entrar por otros significativos ámbitos vecinales, donde resplandecía sobre su nuevo trono, fuera ya de las antiguas andas en las que bajó en los siglos XVII a XIX, y que se conservan en el Museo de la Virgen en Teror.
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Así, con la bajada por la «Santa Misión», el sábado 27 de marzo de 1854, arropada por miles de peregrinos de todos los pueblos de la isla, Guanarteme pudo exclamar «¡Que ya viene «Pinito!», pues desde Tamaraceite por allí quiso entrar en esa segunda bajada del siglo XX, y dirigirse luego al Puerto de La Luz, como durante décadas habían hecho los grancanarios en un cotidiano trajín laboral, y al cosmopolita Parque de Santa Catalina, donde se celebró una misa multitudinaria, para luego a travesar León y Castillo y ser recibida oficialmente en la Plaza de la Feria, ante el palacete de la Comandancia de Marina, que se engalanó para la ocasión. Once años después la denominada «Cruzada del Rosario en familia» del afamado padre Patricio José Peyton, que divulgaba el lema de «la familia que reza unida permanece unida», entró de nuevo hacia Guanarteme y la actual Plaza de España, donde tuvo lugar la recepción oficial. El 21 de mayo de 1988 barrios como Los Tarajales, La Paterna, Parque Atlántico, Escaleritas y Schamann recibían por vez primera a la Patrona grancanaria, la ciudad seguía creciendo y con ella el clamor de una isla a su Virgen. Ahora se veía esa ciudad de las alegrías, en la que llegados estos días romeros, toda ella va a postrarse a sus plantas, a decirle a una y jubilosa, por el Puerto o por Ciudad Alta, Por Tamaraceite o Las Rehoyas, por Arenales y Triana, «¡Salve Madre de Teror, Madre de Gran Canaria y Madre Nuestra!». Y la Virgen procesionó por San José y se encontró con los más jóvenes, como ahora en 2025 irá a visitar a los enfermos en el Hospital Insular, y procesionó, en el «Año Jubilar» del 2000, junto al Cristo de Telde, que aquí vino a encontrarla, como Ella lo visitará en esta ocasión en su basílica teldense, tras venir de conocer ese mundo nuevo, efervescente, cosmopolita y multicultural que crece y mira al futuro en Vecindario.
Como señaló, hace ya muchos años, el que fuera cronista de Teror, Vicente Hernández Jiménez, «la Virgen del Pino entró muy pronto en el alma popular canaria (…); nadie parece dudar de su abolengo y prestigio que parece presidir toda la historia de Gran Canaria…». Ahora, desde la atalaya de esta tercera bajada en el siglo XXI, que nos abre puertas y reflexiones sobre lo que la Virgen del Pino será para Gran Canaria en un futuro, al que tantas sombras acechan, se puede señalar, sin lugar a la equivocación, que después de cinco siglos la Virgen del Pino, más allá de su relevante rol religioso cristiano, de ser pañuelo que recoge los mas hondos sentimientos y las creencias más hondas de cada familia, de cada grancanario, es un verdadero hito identitario de Gran Canaria, sin cuya imagen, sin las tradiciones y las costumbres que arropan el afecto y el cariño con el que sus insulares la envuelven constantemente, no se entendería el ser y sentir de esta isla. Y lo más vivo, dinámico y efectivo de estas tradiciones, es la capacidad de creación y renovación que han tenido lo grancanarios a través de los siglos para que sea algo siempre actual, vivo y vivido. Y es que, como se señala en la obra de Eric Hobsbawm «La invención de la tradición» (2002), si el «objetivo y las características de las tradiciones, incluyendo las inventadas, es la invariabilidad», sin embargo, la «costumbre en las sociedades tradicionales tiene la función doble de motor y engranaje», lo que permite que no se descarten innovaciones y cambios en un momento determinado. Y esto si lo vemos en Teror cada mes de septiembre, también se puede percibir en las características y objetivos de las «bajadas» a través de los siglos, dedicadas, entre 1607 y 1815, a las rogativas, una necesidad que se hizo costumbre e incidió en la imagen identitaria del Pino, y a las pastorales, fundamentalmente, entre 1854 y la actualidad.
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Por ello ahora, en mayo de 2025, cuando los campos isleños aparecen multicolores y perfumados hasta rabiar, en esa explosión que la naturaleza insular regala en los años que la lluvia regala su presencia, en ese ya cercano sábado 31, se levaran incesantemente las voces jubilosas, emocionadas al grito de «ya viene Pinito». Y es que «Pinito» lo es todo para lo grancanarios que, en ese día, cuando los pinares se encienden con las primeras luces del alba, bajaran con paso inquieto arropándola en su 52 bajada, en una mañana que perfuma su paso de rosas y claveles, cantando «eres Reina de cielos, tierras y mares» a esta Virgen grancanaria que hizo del pino bandera y altar.
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