Las Dominicas de Guía celebra su centenario: «Nos enseñaban valores y respeto»
Antiguas alumnas y docentes, de diferentes generaciones, recuerdan tiempos pasados mientras resaltan la labor social y pedagógica que desempeñó este colegio
Con una mirada puesta en el pasado celebran el centenario del antiguo colegio de Las Dominicas de Guía antiguas alumnas y docentes que forman parte de la historia de este centro educativo. Este edificio dotó de un valor social y cultural incalculable a la comarca norteña. Destinado únicamente a la enseñanza femenina en la época, contaba con aulas, un salón de actos y una capilla muy recordada por antiguas alumnas, donde incluso algunas hicieron su Primera Comunión.
Luis Suárez, una de las figuras destacadas del siglo XX en Guía, era el dueño de este edificio y decidió cedérselo a su prima hermana, Dolores Sosa, con el objetivo de que se abriese un centro de enseñanza en el municipio. Su labor docente comenzó en el año 1925, aunque no fue hasta 1938 cuando fue adquirido por la Congregación de Religiosas Dominicas de la Sagrada Familia.
Este centro educativo acogió a muchas generaciones de estudiantes, que incluso luego se convirtieron en docentes. Este fue el caso de la hermana Gloria Betancourt, quien comenzó a estudiar en el colegio de Las Dominicas sobre el año 48, pese a su deseo de irse de voluntaria a África. Entró en parvulitos y se mantuvo en el centro hasta terminar los estudios de Magisterio para continuar como docente en el mismo.
«Las Dominicas tuvo un aporte cultural increíble en el pueblo de Guía», señala Gloria, y añade que, pese a que era privado, «el Ayuntamiento concedía becas a los que vivíamos aquí» ya que muchas personas no podían pagar la totalidad de las cuotas. Un caso similar es el de Celia Domínguez, quien comenzó en el mismo año que Gloria y también estudió Magisterio, teniendo la oportunidad de impartir clases en el colegio años más tarde.
Pese a que hubo un parón de algunos años en los que el colegio permaneció cerrado, en el año 1949, cuando falleció Dolores Sosa, dejó en su testamento que el edificio pasase a formar parte de la Congregación de Religiosas Dominicas de la Sagrada Familia, quienes comenzaron a remodelar el edificio para adaptarlo a las necesidades de los estudiantes en el año 1951, volviéndolo a abrir en 1954.
Mercedes Barea fue una de las primeras que comenzó a estudiar en el colegio sobre el año 1939 y estuvo en él hasta los años 50. Recuerda su etapa con mucho cariño, pese a que «llegó una monja a darnos clase y me tenía mucha manía», cuenta. Para Mercedes, el colegio contribuía a promover el respeto y la disciplina, además de enseñarles a «coser, bordar, zurcir y mucha cultura general». Su hermana, Nivaria Barea, comenzó también en los años 40 y estuvo más de catorce años recibiendo educación en el mismo.
La congregación mantuvo operativo el colegio hasta principios de los años 70, ya que tuvieron que dejar de impartir enseñanzas en él por la falta de espacios para incorporar laboratorios o instalaciones deportivas de calidad. Pese a ello, se continuó las funciones de enseñanza temporalmente, siendo alquilado al Ayuntamiento, que lo usó mientras se terminaba uno de los colegios del municipio. Durante todos estos años el edificio se ha «alternado para diversas actividades, aunque siempre se ha adaptado a las necesidades que ha ido teniendo el municipio», afirma Gloria.
«Nos enseñaban valores, respeto, compañerismo, educación, seriedad y disciplina», afirma Saro
«Nos enseñaban valores y respeto. También compañerismo, educación, seriedad y disciplina» señala con añoranza Saro Álamo, quien comenzó a estudiar en el año 1967 y siguió hasta que la congregación dejó de impartir clases en el colegio. Pepa Sánchez también formó parte del alumnado de Las Dominicas y además tuvo el privilegio de hacer su Primera Comunión en la capilla que se encuentra dentro del colegio. Comenzó a estudiar en 1960 y también estuvo hasta el final de su etapa educativa. Inmaculada Vega inició su andadura cuando el colegio fue reformado, en el año 1954, y estudió en él hasta el bachillerato.
Todas estas alumnas y docentes coinciden en lo felices que fueron en el colegio y lo imprescindible que ha sido en sus vidas, puesto que contribuyó a su desarrollo más personal. «Entrábamos a las 9 de la mañana y salíamos a la una de la tarde para irnos a comer a nuestras casas. Luego volvíamos a las cuatro y salíamos a las siete de la tarde», cuentan. Pepa añade que los alumnos a los que penaban durante la semana tenían que «ir los sábados y domingos por la mañana como castigo».
Pese a que desearían que el edificio estuviera destinado para actividades relacionadas con el municipio de Guía, la mayoría de ellas se enorgullecen de que siga ligado a un centro educativo tras la reciente compra por parte de la Universidad Fernando Pessoa Canarias.