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La imagen de la presa de Tirajana, más conocida como de La Sorrueda, en Santa Lucía de Tirajana, es la viva estampa de la desolación tras años de sequía. Otrora casi un lago y una imagen idílica del municipio y de Gran Canaria por albergar uno de los palmeras más extensos de la isla, hoy es apenas un charco en su mínimo histórico, incluso por debajo del límite legal que debería tener, fruto de la evaporación y de las pérdidas por el subsuelo.
Solo acumula 50.000 metros cúbicos en solo 1,5 metros de profundidad, cuando tiene capacidad para 3,1 millones, con 34 metros de altura, lo que equivale al servicio de 81.000 horas de agua. La piedra que se encuentra en el interior del embalse, que cuando está lleno parece una isla, en la actualidad asoma en su totalidad.
La falta de agua obligó a la Heredad Acequia Alta de Sardina y Aldea Blanca, propietarios de esta infraestructura, a echar el cierre en febrero de 2023. Dejaron solo lo que marca la ley, entre 60.000 y 70.000 metros cúbicos para la fauna y el palmeral y también para la protección del mismo embalse o para poder utilizarlo en caso de incendio, pero desde entonces no ha entrado ni una gota y sigue disminuyendo a pesar de que los agricultores no se abastecen de ella ni aunque se pudiese, ya que las bombas están por encima de lo poco que queda.
La última vez que registró un lleno absoluto fue en 2010 y desde entonces solo ha tenido algunos ingresos en los últimos años, tanto con la tormenta Hermine en septiembre de 2022, como con Filomena, en enero de 2021, que quedó a 21,5 metros de profundidad, explica la secretaria de la Heredad, Carmen Ramos. Pero el paso del tiempo sin lluvias intensas ha disminuido su almacenaje hasta algo testimonial.
El presidente de la Heredad de Sardina, José Rodríguez, y los directivos José Juan Domínguez y Juan Bolaños recuerdan que desde que culminó su construcción en 1974, hace medio siglo, solo se llenó en cinco ocasiones, en 1979, 1988, 1989, 2005 y 2010, pero siempre había agua. Y los ciclos han cambiado, ya que en la actualidad van 14 años sin llegar al límite y las previsiones no son esperanzadoras, porque haría falta mucha lluvia para volver a ser lo que era y suministrarle agua a los agricultores de la zona, ya que solo tiene uso agrícola.
Al estar vacía, aprovechan para ponerla a punto con la mejora de las válvulas de seguridad, el túnel de acceso y las escaleras con una inversión de 200.000 euros. La Heredad está a la espera de la concesión de una subvención por parte del Consejo Insular de Aguas para hacer frente al gasto.
Mientras tanto, los cultivos del lugar tienen que regarse con agua desalada de la Mancomunidad, que llega a un depósito para que desde ahí se dirija al albercón de la Heredad en Sardina del Sur, donde tienen la sede, y poder distribuirla entre los regantes, que son 75, entre agricultores profesionales y aficionados. Este año ya han despachado 224.000 metros cúbicos, menos de lo que se consumía de la presa, pero gracias a ello se ha podido mantener la actividad porque no tendrían otra manera de abastecerse de agua.
Los herederos, 290 de Sardina y otros tres de Aldea Blanca, que se reparten a la mitad, siguen pagando religiosamente la cuota para poder hacer frente a los gastos que siguen teniendo para mantener la infraestructura, que se deteriora por falta de almacenamiento y de uso, por lo que ahora pagan el agua dos veces.
Pese a que los agricultores disponen de agua, aunque sea desalada, ya que no llega la regenerada, destacan que además de ser mucho más cara, porque tienen que pagar 27 euros la hora, cuando la natural es de 6 euros, es de peor calidad debido a que no tiene nutrientes por las carencias de minerales. Así que el precio se eleva aún más debido al coste de añadírselos y por la necesidad de que sea un químico quien lo haga. Todo ello influye en el alto coste que paga la ciudadanía por las frutas y verduras.
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