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La Culata siendo custodiada por el Roque Nublo. Orlando Torres Sánchez
La Culata de Tejeda: a la sombra del Nublo
Gran Canaria

La Culata de Tejeda: a la sombra del Nublo

En el barranco que guarda el monolito se erige un mundo escondido con unas vistas que quitan el sentido

Samantha Sánchez

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 6 de junio 2024, 23:06

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Hace ya algún tiempo, una persona que quiero mucho me habló por primera vez de La Culata, descubriéndome así un pueblito erigido en el barranco en el que el mismísimo Roque Nublo hundió sus raíces. Un mundo escondido salpimentado de almendros, frutales y vides en bancales donde la verticalidad los suponía imposibles, aliñado todo por acequias, cantoneras, antiguas casas blancas de dos y más aguas con sus huertas, caminos y veredas que se entrecruzan en cuestas, y sobre ello, la asombrosa galería del barranco de La Mina.

Su estima por este barrio del municipio de Tejeda la heredó de sus abuelos, Felipe y Teresa, que, hasta no hace mucho, hablaban de él como si de una maravilla del mundo se tratase. Algo del todo comprensible si se tiene en cuenta que ellos tuvieron la fortuna de habitar uno de esos inmuebles color nieve, que, sin querer, creaban un contraste suave y armonioso con el verde del barranco.

Sin embargo, el paso del tiempo les obligó a poner rumbo a la capital grancanaria, donde formaron una familia de cuatro, y así, la vivienda habitual que compartían se convirtió en su casa de los fines de semana, hasta que su avanzada edad un día les impidió regresar.

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Ahora Teresa, a sus 90 años, le tiene reservado a este pueblo un hueco especial en su memoria, uno al que en ocasiones regresa para sentirse a salvo cuando todo lo demás se hace cuesta arriba. Por su parte, Felipe, que ya no está entre nosotros, decidió descansar cerca del que fue siempre su refugio a la sombra del Nublo y el gran testigo de su historia de amor.

Mi primer encuentro con La Culata fue una experiencia trascendental. Recuerdo que me sentí víctima de un hechizo, como si el barrio me hubiera atrapado, enganchado y creado la necesidad de volver a él cada vez que necesitara un respiro de la ciudad o de la vida. Ahí entendí, en mis propias carnes, por qué Felipe y Teresa veneraban tanto esa tierra.

Antiguas casas blancas de dos y más aguas llenan las laderas del barrio. Orlando Torres Sánchez

Todavía me cuesta decidir qué fue lo que más me gustó de esa visita. Quizá el poder apreciar la distribución de las viviendas y las terrazas de cultivo a lo largo y ancho de las laderas; observar a los burros, cabras y gallinas hacer su vida sin mirar a quién; saborear la exquisita comida típica en el restaurante familiar Roque Nublo; visitar la pintoresca Ermita de Nuestra Señora de Fátima; disfrutar de vistas que quitan el sentido; valorar el silencio como único ruido existente o sentir muy cerquita a su gente. Supongo que habrá sido el conjunto de todo.

Créame, La Culata es uno de eso sitios que hay que pisar por lo menos una vez en la vida. Así que, si aún no lo ha hecho, le recomiendo muy mucho perderse, más bien encontrarse, en el barrio la próxima vez que visite la cumbre grancanaria. Quién sabe, a lo mejor acaba hechizado también.

El Nublo visto desde La Culata. S.S.M.

¿Cómo llegar?

Desplazarse en coche hasta este coqueto barrio no tiene pérdida. Desde la capital grancanaria, el viajero deberá recorrer la GC-212 hasta llegar a Tejeda. Una vez allí, tendrá que tomar la GC-608 y, en unos 15 minutos, habrá llegado a su destino

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