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En la instalación de Ecoparque Gran Canaria Norte trabajan a destajo catorce personas, de lunes a viernes y en dos turnos para recibir, seleccionar y tratar las aproximadas 60 toneladas que se retiran a diario de los contenedores amarillos -residuos domésticos- que usan las 850.000 personas que viven en los 21 municipios de la isla de Gran Canaria.
El pasado año, cada grancanario recicló 25 kilos de envases de plástico, metal y briks, lo que significa que la instalación del Salto del Negro recepcionó alrededor de 2.250 millones de kilos de estos residuos entre enero y diciembre para, posteriormente, enviarlos a instalaciones recicladoras como Plascan, situada en el polígono industrial de El Goro, donde se transformaron en nuevas materias primas para darles una segunda vida. «Aquí, en este punto, es donde se inicia su vuelta al ciclo y llegan otra vez a nosotros para su clasificación, compactación y envío de nuevo al reciclado», apunta Rafael Beltrán, jefe de la planta Ecoparque Norte, gestionado por concesión por el Cabildo grancanario.
El circuito que realizan los residuos en la planta de tratamiento comienza con el vaciado de los camiones en el suelo, en una zona que llaman playa de descarga, para que luego las excavadoras los cojan a paladas y alimenten una cinta mecánica que los trasladarán al trommel, un tambor cilíndrico que los criba por agujeros de distintos tamaños, y que a su vez los dirigirá a cintas transportadoras diferenciadas por fracciones, es decir, PET (tereftalato de polietileno) como son las botellas de agua o de refresco; el PEAD (polietileno de alta densidad), que vienen a ser los plásticos de detergentes o botellas opacas; el plástico mixto que son los bricks; el film o bolsas de plástico; y el aluminio, que es plietileno de baja densidad, en concreto, todo tipo de latas.
Una vez discriminados por fracciones pasan, de nuevo, por una fase de separación gracias a un sistema automatizado de clasificadores ópticos, en el que un aspirador aparta las bolsas de plástico y un imán agarra los envases de aluminio. En este punto los residuos de envases ligeros separados ya están listos para ser prensados en balas de plástico.
Hacer posible que un residuo se convierta en un nuevo recurso no solo «contribuye a la economía circular, sino a la vez reduce el impacto ambiental» al ayudar a conservar los recursos naturales. Aquí es donde recobra importancia «ser conscientes de que podemos hacer otras acciones como no generar residuos o utilizarlos al máximo» para combatir los efectos del cambio climático, señala Álvaro Otero, coordinador de asuntos corporativos de Ecoembes.
Este sencillo gesto ha convertido a los canarios en los que mejor reciclan en España, después de los vascos, «una actitud que se afianza en las islas ya que están cada día más concienciados de la necesidad de reciclar y contribuir a la economía circular», afirma Otero.
De hecho, el pasado año en 2022 en Canarias se enviaron a instalaciones recicladoras 83.405 toneladas de envases domésticos de plástico, metal, briks y papel y cartón para ser reciclados y darles una nueva vida, un 4,9% más con respecto al año anterior, según las cifras que maneja Ecoembes, empresa que gestiona el reciclaje de los residuos que se depositan en el contenedor amarillo y azul.
Por tipo de material, 31.956 fueron de envases plásticos, 38.665 corresponden a papel y cartón y 12.785 fueron envases metálicos. Del total, además, 50.409 procedían de los envases que los ciudadanos separaron en los dos cubos de la calle y en las papeleras de colores instaladas en espacios como parques temáticos, aeropuertos, oficinas y bares y restaurantes.
Otero matiza, sin embargo, que todavía hay ciudadanos que confunden el contenedor amarillo de envases pequeños o metálicos con el de plásticos y depositan en él juguetes, sillas e, incluso, textiles, complicando la labor de selección en las plantas de clasificación, y donde se encuentran un «popurrí de materiales de lo más variopinto desde bolsos, tuppers, cepillos de dientes, biberones. pañales, cubos, cajas de CD o cápsulas de aluminio de café«, resalta Rafael Beltrán.
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Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
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