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En un país donde la esperanza de vida es de las más altas del mundo –sexto lugar– y donde lo normal es llegar a los 85 años las mujeres y a 82 los hombres, lo extraño es que no se planifique con antelación de qué manera se quiere pasar esta última etapa vital.
En países como Dinamarca son punteros en cohousing, el modelo de residencia hacia el que mira la Sociedad Cooperativa Canaria Somos Siempreviva, por el momento integrada por 11 personas y que aspira a construir sus viviendas colaborativas en el terreno que han adquirido en la Villa de Firgas.
Las residencias para mayores al estilo español, donde el nivel de autonomía de los mayores es casi nulo y la privacidad se pierde, se aleja muchísimo de lo que es el cohousing.
Se trata de comunidades integradas por viviendas colaborativas totalmente accesibles, con las ventajas de vivir cada uno en su propia casa pero con una serie de espacios y servicios comunitarios.
Un lugar donde cada individuo o pareja vive en su propia casa o apartamento, pero donde se comparte servicio de comedor, sobre todo a mediodía, o salón social; actividades lúdicas y deportivas; y donde se pueden facilitar, según las necesidades y preferencias de cada uno, atención y servicios, desde peluquería a fisioterapia.
Está todo inventado y funciona en otros lugares, de Europa a América, pero también en la España peninsular.
En Canarias ya hay algunas experiencias, pocas. Y en Gran Canaria hay al menos en marcha tres proyectos de viviendas colaborativas cuyos principales usuarios serán personas mayores. Es el caso de Somos Siempreviva.
Sergio Rodríguez y su esposa María Antonia Rodríguez; Rosa María Rodríguez; y Óscar Méndez son parte de esa comunidad que lleva más de un año trabajando para hacer realidad su sueño.
«Somos una comunidad que aspira a compartir la vida con alegría y sencillez, donde prevalece la confianza, la honestidad y la consideración a nuestra privacidad», donde primará la «tolerancia, respeto y empatía», y ello a partir de decisiones basadas «en la transparencia, equidad y consentimiento». Y, además, con el compromiso de los cooperativistas de «cuidarnos mutuamente hasta el final de nuestras vidas».
Toda esta teoría la explican Sergio, Antonia, Rosa y Óscar con un gran entusiasmo. Y entonces cobra vida lo que llevan escrito en un papel.
Con la intención de construir el complejo residencial, ya cuentan con un terreno de 5.000 metros cuadrados (m2) en Firgas. Allí proyectan construir en un plazo de uno a dos años de 25 a 30 viviendas de unos 70 m2 cada una; con salón, cocina y comedor, dos habitaciones, baño, aseo y terraza.
Además de zona ajardinada, huerto, cocina, comedor comunitario, lavandería, biblioteca, salón multifuncional, gimnasio... Un complejo ambientalmente sostenible; donde pasarán lo que les queda de vida, formando parte de la comunidad en la que se asentará, Firgas.
Por el momento, «somos cuatro parejas y tres singles, mujeres, entre 65 y 72 años». La idea de la cooperativa es llegar a los 25 socios, para lo que hay que ser mayor de 50 años y aportar en principio 50.000 euros.
Y el objetivo principal: «vivir como nosotros queremos, de forma autónoma, sin que nos cuiden los hijos, sin ser una carga».
Y teniendo en cuenta que el modelo público de residencia de mayores está obsoleto, y que las residencias privadas con muy costosas, apunta Óscar Méndez, ideal es «tener una jubilación activa, y sobre todo acompañados por personas que piensan como tú y que quieren vivir como tú».
Y en esa idea se enmarca el cohousing. «No queremos estar solos en nuestras casas. Ni queremos estar en una residencia al uso, donde dejas de ser protagonista de tu vida. Y no queremos que nuestros hijos nos cuiden. Eso ya pasó a la historia».
Los miembros de la cooperativa Somos Siempreviva reconocen que son «unos jubilados privilegiados», con un poder adquisitivo que les permite agruparse para poner en práctica un modelo de vida del que, asegura María Antonia Rodríguez, «tuve noticias hace décadas» y que siempre les ha gustado. Junto a su marido, Sergio Rodríguez, ya conoció hace años una comunidad de viviendas colaborativas en Málaga. Allí estuvieron de visita una semana, «y casi nos quedamos».
«Esto es un proyecto para lo que nos queda de vida. La idea es morirnos aquí acompañados» de las personas elegidas, en la comunidad constituida, señala Óscar Méndez y corroboran todos.
Para formar parte de la cooperativa solo hace falta que querer compartir este estilo de vida, ser mayor de 50 años y menor de 70, y aportar las cantidades monetarias que se recogen en los estatutos. Más muchas ganas de vivir en viviendas colaborativas senior, en cesión de uso y sin ánimo de lucro.
Somos Siempreviva lleva casi dos años de reuniones y talleres periódicos, «profundizando y trabajando en lo que queremos, en nuestra seña de identidad», cuenta Óscar. Y en este tiempo «nos hemos ido conociendo», señala Rosa Rodríguez, asumiendo compatibilidades.
«Tenemos ideales comunes. Yo desde los 45 años tenía esta idea, pero nadie me hacía caso», señala Rosa, como también le sucedió a Óscar. Pero se dio la unión «y me he adaptado como si los hubiese conocido de toda la vida. Me encanta», señala Rosa y lo corrobora Antonia.
Y todo se resume «en tener un espacio privado y comunitario, donde seamos autónomos». Y donde sean lo que son, adultos.
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Carlos Nieto y Josemi Benítez
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