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Imagen de archivo de un fontanero trabajando. Pexel

Los fontaneros canarios se hartan: «Basta de usar la profesión como insulto»

El sector de fontanería levanta la voz contra el uso peyorativo de un término que, curiosamente, nació como chiste en los pasillos de la Casa Blanca

CANARIAS7/Efe

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 6 de junio 2025, 10:52

Es probable que para la mayoría de nosotros, la palabra 'fontanero' evoque más una fuga en la cocina que un escándalo político. Sin embargo, ese mismo término que hoy indigna al sector de instalaciones por su uso despectivo en el ámbito político nació como una broma entre confidencias en la mismísima Casa Blanca, en plena crisis del Watergate.

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La Asociación Empresarial de Aguas, Gas, Térmicas y Fluidos de Santa Cruz de Tenerife (Apigaste) no quiere bromas con esto. Su presidente, Pedro Armas, ha pedido públicamente que se deje de utilizar la palabra 'fontanero' como sinónimo de prácticas oscuras o corruptas. Lo considera una falta de respeto mayúscula hacia una profesión que —aunque a menudo pase desapercibida— garantiza servicios esenciales para la vida cotidiana: el agua potable, el saneamiento o la salud pública. Lo dice con tono firme, como quien lleva tiempo tragando en silencio.

Y no está solo. La Confederación Nacional de Asociaciones de Instaladores (Conaif) ha publicado también un comunicado oficial para pedir a los medios más rigor con el lenguaje. «No permitiremos que se menosprecie ni se banalice nuestro oficio con comparaciones impropias», remata Armas, que habla de daño moral, de autoestima y de cómo estas asociaciones terminológicas desacreditan el trabajo de miles de profesionales cualificados.

Pero ¿cómo se llegó hasta aquí? El medio 'Newtral' habló con Javier Lorente, profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos, para esclarecer su historia. Hay que remontarse a principios de los años 70, cuando el entonces presidente estadounidense Richard Nixon intentaba contener las filtraciones de información que acabarían por costarle el cargo. Fue entonces cuando se formó una 'Unidad de Investigaciones Especiales' en la Casa Blanca —un equipo de hombres encargados de tapar esas fugas— que acabaría conociéndose como the plumbers, los fontaneros. Según recoge la web Fragmentos de Historia, dependiente de los Archivos Nacionales de EE. UU., el nombre surgió de una conversación entre uno de sus miembros y un familiar. «Estoy ayudando al presidente a detener algunas filtraciones, ¡como un fontanero!», dijo con media sonrisa. La frase cuajó.

Y no tardó en cruzar el charco. En España, el término encontró su hueco durante la Transición, sobre todo en los gobiernos de Adolfo Suárez. Él también tuvo su propio equipo de «fontaneros» en La Moncloa, hombres de confianza encargados de misiones discretas y sensibles. En tiempos más recientes, el politólogo Pablo Lorente ha señalado a Teodoro García Egea como un «fontanero moderno» del Partido Popular, cuando trató —sin éxito— de contener la tormenta entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso que terminó con la llegada de Alberto Núñez Feijóo al liderazgo del partido.

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Hoy, medio siglo después, la metáfora sigue dando coletazos. Pero esta vez, los fontaneros de verdad, los que trabajan con llaves y tuberías y no con sobres cerrados, han dicho basta. «Somos técnicos cualificados que cumplimos una labor insustituible. Es inadmisible que se nos relacione con el juego sucio de la política», insiste Armas.

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