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Especial 30M

Día de Canarias: Así somos (parte 1)

Un retrato de las islas a través de sus ciudadanos | En esta primera entrega: Daniel de la Guardia, Armando Montenegro, Marian Miranda, Ángela Viera y Ángeles Padilla

Dánae Pérez

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 23 de mayo 2025

  1. Daniel de la Guardia Artista Plástico

    «El ritmo isleño se me metió en la forma de mirar y ya no sé hacerlo de otra manera»

Nació y creció en la capital grancanaria. Estudió Bellas Artes en La Laguna y ahora trabaja sobre un lienzo particular, la piel, en Tenerife, una isla «muy» suya

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Daniel de la Guardia frente a la Catedral de Santa Ana. Arcadio Suárez

«Caminante, no hay camino, se hace camino al andar». Daniel de la Guardia, natural de Las Palmas de Gran Canaria y de 33 años, abandera con absoluta maestría los versos del poeta. «No solo nací ahí, sino que empecé también a descubrir quién soy. Me enseñó a mirar despacio, a apreciar los detalles, a llevar conmigo una sensación de equilibrio entre la apertura al mundo y el sentimiento de arraigo por la tierra», relata.

La vida y su devenir le condujeron hasta la eterna isla de enfrente, Tenerife, donde se graduó en Bellas Artes. Lo cierto es que Daniel demostró grandes habilidades para el dibujo a edades muy tempranas, que nunca pasaron desapercibidas. Tanto es así que en el colegio recibió sus primeros encargos, solían ser retratos de Pokémon. Él siempre cumplía para delicia de sus jovencísimas amistades.

Ahora, ya afincado en la isla picuda, crea sobre un lienzo particular: la piel. «He trabajado como artista plástico y también como tatuador, lo cual está muy ligado a mi manera de mirar y entender el mundo, que mi trabajo conecte con otras personas desde lo visual y simbólico».

«Me inspira la calma, la pausa, es como si mi entorno me obligara a crear con otra actitud»

El artista asegura que Canarias siempre ha sido «muy descarada» con él, pues le inspira incluso cuando no quiere: «La calma, la pausa, es como si mi entorno me obligara a crear con otra actitud. Aquí, como se suele decir, hasta las prisas llegan tarde, y eso me ha ayudado a crear y admirar con más detalle, a disfrutar más del proceso. Me temo que el ritmo isleño se me metió en la forma de mirar y ya no sé hacerlo de otra manera».

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Su traslado a Tenerife, una isla que siente «muy» suya, quizás no supuso un «salto enorme en distancia, pero sí en perspectiva», ya que le permitió crecer, conectando con otras personas, y seguir desarrollando su trabajo «desde otro ángulo, abierto a nuevos escenarios».

El joven piensa que es posible «construir una carrera sólida» desde el archipiélago, «sin renunciar a las raíces ni que el reconocimiento venga de fuera». «Me empeñé en crecer como artista desde Canarias, apostando por los recursos que tenía a mi alcance, mi entorno y contexto, y lo conseguí. He salido a viajar, a conocer mundo y a llenarme de otras culturas y experiencias, pero no porque necesitara marcharme para 'ser alguien', sino para ampliar la mirada y volver con más herramientas», ahonda.

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Guarda grandes recuerdos de su lugar de origen, que le llevan a los días de verano en Las Canteras, a los libros de su padre o a los disfraces que confeccionaba su madre. Él lo tiene claro, si tuviera que elegir un rincón de Canarias al que siempre volver, ese sería la casa de sus padres: «Tiene algo especial, huele igual, suena igual y, lo más importante, me recuerda quién soy y quién fui».

El tatuador entiende el Día de Canarias como una mezcla de «fiesta y orgullo», en el que prima la identidad, la música y la comida típica. «Ahora, curiosamente, el vino se ha introducido en el menú. Nos reunimos en casa para ponernos bien hasta las botas y celebrar en familia y amigos», puntualiza.

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Para su tierra desea «un equilibrio honesto entre desarrollo y sostenibilidad», al tratarse de un «entorno tan privilegiado como frágil». «El territorio es finito y sus recursos aún más, si no se protege, lo que mis abuelos vieron como un paraíso podría volverse una versión irreconocible. Como artista y residente me preocupa que perdamos esa identidad a cambio de una versión más rentable pero menos auténtica de nosotros mismos», repara.

  1. Armando Montenegro Jubilado

    «Mi padre se embarcó para ir a Venezuela. El mar ha sido liberación, no frontera»

Este exguagüero, padre y abuelo «orgulloso» tira de las orejas a Carolina Darias y pide a los locales y extranjeros que cuiden «lo nuestro»

Armando Montenegro sostiene la bandera de Canarias con la escultura de Lady Harimaguada de fondo. COBER

Nació en la ciudad de La Guaira, Venezuela, hace ya 68 años. Sus arraigos, sin embargo, tienen forma de cuchillos, sombreros y palos canarios. Su historia podría ser la de cualquier isleño, cuya familia se vio obligada a cruzar el charco para conquistar el porvenir. Primero emigró su padre en el 53, junto a su cuñado. Dos años después lo hizo su madre con la hija mayor del matrimonio, nacida en Canarias. Ya en Venezuela llegó a este mundo Armando Montenegro, protagonista de esta historia, o como dice él, de esta «vida larga, pero a veces agradable», y el más pequeño de los hermanos.

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«Retornaron en el 65 por culpa mía, porque yo llevaba muy mal el clima venezonalo; era muy seco y me iban muy mal los pulmones. Trajo algo de dinero, lo trabajó», relata en alusión a su padre, quien a su vuelta montó un negocio en La Isleta, junto a su cuñado: el emblemático Cine Litoral. Precisamente en el barrio costero de la capital grancanaria, el mar echó el ancla en el corazón de Armando para nunca levar: «He pasado toda mi vida en la orilla de la playa de Las Canteras. El salitre nos llama».

Armando contempla el océano con una mirada profunda y no ve límite alguno en su baile y espuma: «Mi padre te lo podría decir, él se embarcó para ir a Venezuela, el mar ha sido la liberación, ¿dónde están las fronteras de Canarias ahí?». Existe algo de herencia en esa conexión difícil de explicar que mantiene con el océano: «Mi familia es muy arraigada a la vela latina, que también es un deporte muy autóctono. Yo estuve navegando 42 años en el bote familiar».

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«He pasado toda mi vida en la orilla de la playa de Las Canteras. El salitre nos llama»

38 los pasó en Guaguas Municipales, manejando los enormes peces de ciudad amarillos: «Decir que eres guagüero para mí no es ninguna deshonra, es un orgullo, porque el guagüero se ha ganado a pulso llamarse así». Ejerció como enlace sindical en 20 de esos años y considera que las guaguas han pasado a ser parte de la idiosincrasia canaria:«Era la base del trabajador. Cuando una empresa hacía una huelga, Guaguas Municipales siempre la cuidaba o íbamos a apoyar». Tanto es así que, aunque ahora no puede andar mucho y ya no va a manifestaciones, «si Guaguas hace una huelga», él estará ahí, «aunque sea con taca taca». No puede esconder su pertenencia a una generación desinquieta que difícilmente bajaba los brazos y que luchó los derechos en la calle, donde, al fin y al cabo, la gente hace como puede la vida.

Ideológicamente se confiesa «un poquito de izquierdas», pero se ha llevado una «sorpresa» con la alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria, Carolina Darias (PSOE): «Nunca he visto la ciudad tan sucia, tan descuidada. En Vegueta las aceras están todas levantadas».

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En lo deportivo, aunque «el pío pío es el pío pío», el Granca le mantiene enganchado como nunca a las canastas: «Bueno, tengo tres camisetas distintas y me las pongo según el torneo. El ambiente, la animación... ese empuje no lo vemos en el fútbol».

La tradición canaria la lleva de raíz y la riega con mimo. De hecho, todos los Días de Canarias se enfunda el traje típico y se echa una foto. Ritual al que últimamente se ha sumado su nieto. No renuncia ni al rancho ni al gofio y para su tierra solo espera que su propia gente la cuide:«Invadimos espacios naturales y hay que llevar bolsas a donde se vaya y recogerlas luego. No dejar construir donde no se puede y al que viene de fuera que también cuide lo nuestro, esas pintadas en Mogán...», lamenta este padre y, sobre todo, abuelo «orgulloso».

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  1. Marian Miranda Joyera

    «Con mis joyas quiero transmitir: 'Esto es flora canaria, esto también es Canarias'»

El archipiélago es una de sus «principales fuentes de inspiración» y se congratula de poder desarrollar su carrera profesional en su tierra

Marian Miranda Betancor posa con la bandera de Canarias, junto a sus creaciones en plata. ARCADIO SUÁREZ

La envuelve un aura que no parece de este planeta. La primera información que ofrece tiene forma de sonrisa, siempre a punto y dispuesta. Recuerda en algo al hada inseparable de Peter Pan. Será esa luz que guarda dentro y se asoma en sus ojos, y ese don escondido entre las manos.

Marian Miranda Betancor, natural de Las Palmas de Gran Canaria y de 32 años, es joyera. El oficio lo estudió en su tierra, gracias a un ciclo superior que cursó en la Escuela de Arte y Superior de Diseño, que ya no existe. «Tuve la suerte de pertenecer a la última promoción, porque si me lo pienso un poquito más...», reflexiona divertida.

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Canarias no es solo su escenario vital, es también una de sus «principales fuentes de inspiración». La influencia de las islas se ve reflejada en sus joyas, elaboradas fundamentalmente en plata, bajo la marca Desafiro. Tabaiba, Bejeque o Cardón son algunos de los nombres de sus creaciones. Tampoco faltan los collares Tara, Magec o Cuchillo Canario. «Tenemos tantos recursos que son totalmente inspiradores... Solo sentarse en la playa de Las Canteras y ver atardecer...», reflexiona.

«Ser canario es el compromiso de mantenernos firmes con nuestra idiosincrasia»

Este vínculo con las islas no resulta extraño en ella. La artesana de la Fedac (Fondo para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria) defiende que ser canario o canaria implica cierta responsabilidad: «El compromiso de mantenernos firmes con nuestra idiosincrasia, defender lo bueno que tenemos, tanto a nivel de naturaleza como de identidad, y eso es lo que intento transmitir en la joyería». «Que venga un extranjero y poder explicarle 'mira, esto es flora canaria, esto también es Canarias, no solo el sol que vienes a coger en la playa. Canarias es mucho más», ahonda.

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El compromiso que menta no queda ahí, abarca el conocimiento de la historia del archipiélago y la defensa del propio territorio, de sus tradiciones, naturaleza y vida en comunidad, algo que echa especialmente en falta. «La globalización nos elimina de esa vida en sociedad, vivimos en un piso un año, luego en otro otros dos y perdemos ese sentimiento de comunidad, una parte fundamental de Canarias», señala.

La joven emprendedora se congratula de haber podido desarrollar su carrera profesional en su lugar de origen. «Es una suerte abrumadora, irse fuera es una experiencia, pero todos queremos volver y tener posibilidades aquí», reseña. Ahora está inmersa en la habilitación de un nuevo espacio de trabajo en Las Alcaravaneras, junto con tres compañeras, donde tienen previsto impartir talleres.

Marian trabaja con algunas herramientas heredadas de la emblemática Joyería Rubí de la calle Triana, que echó el cerrojo en 2021 tras casi cien años en activo. Otro capítulo de su historia bañado en polvo de hadas: «Algunas piezas las vendieron, imagino, a grandes empresas, otras se las quedaron. Hay algunas herramientas de mano muy personales para un joyero, como la segueta. Yo adquirí buriles, compases... con un montón de historia. Es magia».

A la joyera le resulta especialmente complejo quedarse con tan solo un rincón de Canarias, pero la mente la lleva a uno en la cumbre de la isla redonda: «Lo descubrí un día de pateo, recién sacado el carnet de conducir. Es un lugar en el que basta con tender una lona en el suelo. El Roque Bentayga queda en frente, el Nublo a la izquierda y El Teide a la derecha. Acudo a él en busca de paz, cuando necesito desconectar o reconectar».

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  1. Ángela Viera Hostelera

    «El calado es terapéutico, si se conociera más no habría tanta cita con el psicólogo»

Esta vecina de Carrizal enseña la «laboriosa»práctica a los más jóvenes, en un mundo en el que «lo fácil» se impone

Ángela Viera posa con la bandera de Canarias y con una camisa muy especial, confeccionada por su hija. ARCADIO SUÁREZ

Ángela Viera goza de un don particular:es capaz de robar corazones con tan solo intercambiar unas palabras. Afable, cálida, desenfadada... y una fiel defensora de las tradiciones e idiosincrasia canaria: «La esencia se está perdiendo, somos buenísimos para coger lo de fuera». Le apasiona especialmente el calado y la ropa tradicional: «Estoy aprendiendo todo eso y ya me he hecho alguna vestimenta. No soy ninguna experta, pero algo me defiendo».

Su devoción por el calado no es baladí. Algunos colegios, incluso, han acudido a ella para que presente este universo de blancos y diseños florales o geométricos a los más jóvenes: «Es algo muy laborioso y ahora se está implantando en la sociedad lo fácil, el que se dé todo hecho». «El calado es superimportante para la mente, como terapia es lo mejor que hay. Si se diera más a conocer, no habrían tantas citas con el psicólogo, es una terapia impresionante», ahonda.

El cariño que le tiene Ángela a la tradición canaria va más allá y se le enciende la voz cuando habla de las romerías: «Todas me encantan», asegura, aunque le tira con mayor fuerza la de Ayagaures. «Me gustan sobre todo las de campo, las que son, digamos, de pueblo, que todavía no están muy masificadas», matiza.

«Todas las romerías me encantan, sobre todo las no masificadas»

Ángela vive en Carrizal y dedica buena parte de su tiempo a conocer y cuidar las raíces culturales del archipiélago. Trabajó durante 38 años en el sector de la hostelería, en el sur de Gran Canaria, y a sus 58 también aprende a sacarle sonido al timple: «Estoy en la escuela de folclore Manolito Sánchez, en Ingenio, a ver si lo consigo tocar», dice desde la modestia.

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Esta vecina de Carrizal no celebra de forma singular el Día de Canarias, pues se acostumbró a vivirlo como una jornada más en sus tiempos en la hostelería: «Ya el sancocho lo guardamos para Semana Santa», reseña divertida. Eso sí, si se le pregunta por una comida típica canaria, en su mente se dibuja un caldo de papas con cilantro fresco, acompañado de queso tierno, aceitunas del país y gofio amasado con cebolla roja: «Eso es un manjar».

Para el porvenir de su tierra pide «no invadirla más de construcciones y recuperar lo nuestro, que abandonamos por falta de conocimiento». Dentro de ese 'nuestro' figuran los canarismos:«Volver a decir 'encarnado' en lugar de 'rojo' o 'cochafisco', una de mis palabras favoritas».

  1. Ángeles Padilla Bailarina

    «En Canarias hay montón de talento para el baile, quizás influye el mar y su movimiento»

Lo que más «vincula» a la artista con la danza contemporánea es la docencia. «Nunca me voy a jubilar», asegura

Ángeles Padilla improvisa una pieza de danza contemporánea en la academia Gym Kelly. JUAN CARLOS ALONSO

«Que el fin del mundo nos pille bailando». Ángeles Padilla, que nació en la capital grancanaria hace 50 años, milita con absoluto convencimiento en los versos del cantante ubetense. «Yo nunca me voy a jubilar», asegura divertida. La danza llegó a su vida muy pronto, cuando tenía apenas 7 años. Desde ese entonces la incorporó a sus días como un ejemplo maestro de simbiosis. Dentro de la disciplina artística se especializó en contemporáneo: «Es con lo que mejor me he sabido expresar, sanar, decir... Me deja ser yo, me ha dado la estabilidad y el sentido». Es, en definitiva, su toma a tierra, pero también sus alas.

Ángeles se licenció en Artes Escénicas, pero la escasez de oportunidades en el archipiélago la condujeron a «trabajar fuera» durante 10 años. Volvió a 'casa' cuando tenía 30, pero «no fue tan fácil» desarrollar su carrera profesional en las islas. «Me pegué un par de años para vincularme con la gente de la danza de aquí», señala. Consiguió hacerlo con una de sus referentes de siempre, Natalia Medina, porque sus grandes inspiradores tienen acento canario: «Natalia, Aída Lustre, Orlando Ortega...», enumera. «Luego llegó Vanessa Medina, mi media naranja en el mundo de la danza, tenemos un vínculo muy especial, nos compensamos», detalla.

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Lo que más conecta a Ángeles con la danza en la actualidad es la docencia. Encuentra especialmente motivador el carácter social del baile, por lo que no solo da clases en las escuelas de danza Natalia Medina y Gym Kelly o en la de Actores, sino que también lleva el baile a personas mayores, con discapacidad o en situación de vulnerabilidad, a través de diferentes proyectos.

«Vanessa Medina es mi media naranja en el mundo de la danza»

La bailarina reconoce que dedicarse a la danza en Canarias cuesta, pero «si se insiste y se persiste, se puede». También repara en el «montón de talento» que orbita en el archipiélago para el baile: «No sé si nos influye estar rodeados de mar y su movimiento». Mejor dicho, su mar. Pues Ángeles haría de cualquier rincón de las islas que dé al océano un escenario para su arte. Ya lo ha desplegado en rincones verdaderamente privilegiados, como la Cueva Pintada o la Casa Museo Tomás Morales.

Sí que echa de menos un conservatorio de danza en su tierra, que permita a los bailarines sacar la carrera profesional en las islas. Pese a esto, para ella Canarias sigue siendo un paraíso, al que solo le falta que la gente lo «valore».

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