Andantes
Cruzando los campos de Montiel, un hidalgo señor de esmirriada montura dio en mezclar las fantasías de sus libros con los deseos de sus sueños. Dice quien le conoció que tanto se enfrascó en la lectura, “que leyendo se le pasaban las noches en blanco y los días en sombra, y así, del poco dormir y el mucho leer, se le secó el cerebro de tal manera que acabó perdiendo el juicio”. Llegó a ver gigantes donde crecían molinos, ejércitos donde pastaban rebaños, liturgias donde sólo se desparramaba el vino. Por muchos caminos, aún el mundo sigue extraviado en la misma confusión.
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Los aplausos en la última reunión del PP canario, para ensalzar la figura del líder destronado, bien pueden añadirse a tan errática tradición. Bastaría un buen cantinero capaz de servir el vino suficiente para enhebrar el hilo narrativo. Esa conducta gregaria a nadie debe extrañar. Del gobierno de ínsulas lejanas, ya en las novelas se ocupan escuderos que rivalizan en conocimiento con el asno que les transporta. Ese tipo de ensalzamiento es el que conduce a la senda equivocada.
Quiere esto decir que la honradez no derribó al ídolo, como pregonan los palmeros en el duelo. Tan abstraído estaba que olvidó la gestión de su hacienda a golpe de ensoñación. Las sombras escondidas empañan la memoria con los años, tuercen la mirada, empujan al desatino. ¿Qué aventuras habrá de emprender ahora, ya sin caballo, rota la armadura?
Otras elecciones vendrán, y en nada sería distinto al modo en que resuelve el gobernante la encrucijada de caminos. Dejando la iniciativa a la voluntad del rocín, así ha gestionado Rajoy las riendas, mientras se pueblan los caminos de osados caballeros y damas que ofrecen su brazo y su persona “a la peligrosa aventura que la suerte les depare, en ayuda de los débiles y menesterosos”. No está solo don Quijote.
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