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Fiestas universitarias sin mascarillas, bailes y canciones hasta altas horas en la calle, botellones, reuniones sin guardar distancias de seguridad. Mientras el conjunto de la sociedad trata de contener la pandemia, una parte (muy pequeña) de los jóvenes ha mantenido en la segunda ola un comportamiento poco ejemplar que ha culminado con su participación en los disturbios registrados en los últimos días en toda España. Escudados en la idea (errónea) de que el coronavirus sólo afecta a los ancianos, algunos adolescentes y veinteañeros siguen creyendo que la covid-19 no va con ellos y se han tomado como algo personal los toques de queda decretados en las ciudades. Así, no resulta extraño que con estos comportamientos de riesgo, la edad media de los contagiados haya descendido en picado: el 66% de los positivos tiene menos de 50 años y la franja con más casos es, ahora mismo, la de entre 15 y 29 años, con más del 20% del total. ¿Qué le ocurre a esa minoría que no entiende que de su comportamiento depende la salud de sus padres o de sus abuelos?
«En esta situación concurren varios factores», explica el psicólogo Javier Urra. «Por un lado, los jóvenes se creen invulnerables. Por otro, hay una confusión de derechos. Algunos dicen: 'Con estas restricciones, están acabando con mi juventud', y protestan. Pero también hay que ponerse en su lugar y darse cuenta de que desde el principio de la pandemia están sufriendo ansiedad y angustia. En casa se sienten mal, a la calle no pueden salir, no se les deja hacer botellón... Creen que han sido olvidados, que se ha pensado en los mayores, en los niños, pero no en ellos. Las autoridades deben tenerlos más presentes», recalca Urra.
«Debemos tener más empatía con ellos porque en esta crisis no se están sintiendo entendidos», continúa María Campo, profesora del Máster en Orientación Familiar de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). «Los adolescentes se centran en el presente, no piensan en cómo la enfermedad puede afectarles en el futuro, y se ven atacados por los toques de queda», cuenta Campo, que opina que los padres tienen una misión muy importante. «En casa hay que mostrarles lo que está pasando, que entiendan que ni los padres ni los Gobiernos, cuando ponen límites, quieren dañarles y hacerles ver que tienen más formas de divertirse, que pueden quedar a otras horas y que no sólo ellos, sino la sociedad en general, está haciendo grandes esfuerzos».
La psicóloga María Jesús Álava subraya que los comportamientos violentos «pertenecen a una minoría de extremistas de todo signo que buscan en la pandemia, igual que pueden hacerlo en cualquier evento extraordinario, el caldo de cultivo para el caos y la anarquía». Lo mismo destaca Javier Urra, que asevera que los jóvenes han tenido «una actitud ejemplar» desde marzo, aunque lamenta que haya fallado la comunicación específicamente dirigida a ellos. «Se han mandado mensajes contradictorios: al principio no pasaba nada, luego todos a casa, más tarde 'hemos ganado la batalla', ahora todo mal otra vez...», afirma el psicólogo, que propone que los jóvenes «ayuden en hospitales y en residencias para que vean qué le ocurre de verdad a la gente que sufre el coronavirus».
En la misma línea se expresa María Jesús Álava. «Los jóvenes deberían conocer de primera mano la realidad haciendo trabajos sociales como voluntarios en centros de salud o en residencias. Es la mejor manera de hacerles partícipes de la situación y de sensibilizarlos», indica la autora de libros como 'La inutilidad del sufrimiento'.
María Campo añade que «muchos jóvenes no están acostumbrados a que se les diga que no y se les pongan límites. Y cuando esto ocurre, no lo aceptan y tienen una conducta desadaptada». La profesora aboga por tomar medidas para cortar en seco las actitudes violentas y que no se propaguen y Urra propone que a los detenidos se les aplique la ley para que los demás vean que sus actuaciones tienen consecuencias. «Los actos vandálicos los ven como una actividad lúdica», declara. Álava también aboga por atajar «cuanto antes» la violencia y, sobre todo, hacer políticas de prevención «para que los jóvenes 'normales' se den cuenta de que en esto, pocas bromas».
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