A la espera de que las cadenas televisivas recuperen la normalidad con el retorno de sus estrellas en el mes de septiembre que toca a ... la puerta, este agosto casi finiquitado ha ofrecido al televidente espectáculos a medio camino entre el bochorno y lo inenarrable. Shows que conviene ver de vez en cuando para entender un poco mejor el país en que vivimos y para comprender también un poco mejor por qué en las elecciones, por ejemplo, salen bien parados algunos partidos. Y a buen entendedor, pocas palabras...
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Los casos de Daniel Sancho, el individuo detenido y encarcelado en Tailandia por, presuntamente, matar y descuartizar a un médico colombiano con el que mantenía una relación sentimental, y de Luis Rubiales, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol que empañó el éxito histórico de la selección femenina en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, han sido objeto de amplio seguimiento televisivo. Los mismos tertulianos que hasta agosto opinaban de las andanzas de Tamara Falcó e Iñigo Onieva aparcaron los asuntos del corazón para diseccionar el crimen en Tailandia, como si fueran un CSI a distancia.
Yacto seguido desembarcaron como elefantes en cacharrería en el asunto de Rubiales. Si en el primero encontraron carne y vísceras sobre las que hablar en horario apto para menores viendo la tele, en el segundo entraron a destripar a Jennifer Hermoso. El foco se ha puesto así en la futbolista y no en ese mandatario deportivo de comportamiento cavernícola que, además, es el jefe de la propia Hermoso y quien decidió qué dinero recibían las futbolistas si ganaban el Mundial (la prevalencia laboral es clave en este caso y no hay que olvidarlo).
Por si esto fuera poco, apareció la madre de Luis Rubiales en escena y su encierro en la iglesia de Motril nos ha deparado escenas propias del mejor Berlanga, todo ello aderezado con unos comentarios machistas de vecinos del pueblo de Rubiales que solo sirven para confirmar que hay mucho trabajo por delante en materia de igualdad en este país. Los tres últimos días darían para unas risas en una barra de bar si no fuera porque estamos hablando de cosas muy serias. El fútbol, como deporte rey que es en nuestro país, crea cultura y traslada a los más pequeños clichés que acaban haciendo suyos. De manera que si ven a un referente deportivo comportándose de mala manera y a parte del público jaleándole la 'gracia', acabarán replicando esas actitudes. Solo por eso, las teles deberían hacérselo mirar...
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