El derbi de Sevilla
Autor de 'Detrás del balón' y 'Además del balón, obras de las que se extraen estos relatos
Jose Estalella Limiñana
Domingo, 6 de noviembre 2022, 21:35
Todos los derbis en cualquier lugar del mundo, y no importa la categoría, son partidos singulares, pero los de la ciudad del puente de Triana tienen su sello propio.
La gracia y la guasa de la zona le añaden un toque que le hace diferente.
Ya lo cantaron los Del Río «Sevilla tiene un color especial» y su derbi no iba ser menos.
Béticos y sevillistas -como dirían allí- «se llevan» toda la vida discutiendo sobre cuál de los dos equipos es mejor.
Los días previos a esos partidos la ciudad no vive para otra cosa, los aficionados se ponen bravucones y saltan chispas en todas las conversaciones de bar.
Si además se juegan quedar por delante el uno del otro la cosa va a mayores y eso ocurrió en el de 1980.
Por caprichos del sorteo del calendario el partido quedó fijado para casi final de temporada, faltaban 5 jornadas para terminar el campeonato y llegaban empatados a puntos, 29.
Coincidía además que era domingo de Feria, 20 de abril.
Sevilla entera llevaba varios días de fiesta, caseta, albero, rebujito, sevillanas, caballos y toros.
El cartel de la Feria de Abril para el sábado 19, cuarta de abono, no podía ser más atractivo. Curro Romero, José Mari Manzanares y un debutante en la plaza, José Antonio Ruíz Espartaco lidiarían 6 toros 6 de la ganadería de D. Pedro Domecq.
Al finalizar la corrida Curro Romero, verdiblanco declarado, salió a hombros por la Puerta del Príncipe de La Real Maestranza con tres orejas, la cuarta fue negada por un presidente insensible al clamor popular y se llevó una monumental bronca del respetable.
Tarde histórica en La Real Maestranza y noche apoteósica en el Real de la Feria para «los curristas».
Noche de espera tensa para los aficionados béticos y sevillistas.
El partido en Heliópolis se programó para las seis y media de la tarde, buscando evitar el habitual calor sevillano de abril, pero a pesar de la maniobra el partido comenzó con una temperatura asfixiante.
Dos históricos en los banquillos, en el local Luis Cid Carriega -que venía de entrenar al Sevilla FC-, en el de los visitantes Miguel Muñoz con un palmarés repleto de Ligas, Copas y Copas de Europa con el Real Madrid, y que había llevado a la UD Las Palmas a la UEFA y a una final de Copa del Rey las temporadas precedentes.
En el Betis jugadores de la talla de Esnaola, un joven Gordillo, Alabanda,……, y por supuesto Cardeñosa.
En el Sevilla Paco, Blanco, Scotta y Bertoni -campeón del mundo en Argentina´78-.
Días antes, preguntado Superpaco, por el partido su respuesta le metió una marcha más al acalorado ambiente, «el Sevilla tiene mejores jugadores así que no hay color». No estuvo muy diplomático el portero.
Las declaraciones espolearon a los verdiblancos que salieron al campo a dejar a cada uno en su sitio, y a Paco más.
El partido comienza de manera inmejorable para el Real Betis Balompié, minuto 13 y ya gana 2-0, con goles de López y Morán de penalti.
El Betis huele la sangre, el campo parece inclinado hacia el Gol Norte en donde Superpaco intenta defender la portería del Sevilla FC.
El Betis agobia a los visitantes con una exhibición de juego, dos ocasiones clarísimas falladas y un tiro al palo de Cardeñosa.
En el minuto 39 en la grada se desata la locura cuando Biosca remata de cabeza el tercero.
Se viene abajo el viejo estadio.
Los jugadores hacen piña en torno al rematador, para cuando se separan con intención de volver a campo propio, el goleador se aleja unos pocos metros de sus compañeros y, yéndose por el callejón en el que no está el fair-play, le dedica un corte de mangas al portero que les había ninguneado.
El público que observa claramente la acción vitorea y jalea con la gracia y el cachondeo propio del lugar.
Termina el primer tiempo y la afición despide al Betis en pie con una ovación interminable.
En el vestuario Sevillista hay discusiones en alta voz, Miguel Muñoz ordena algún cambio y reprende a algunos de sus jugadores. Un veterano, curtido en mil batallas, se cree señalado de la debacle y el ambiente se pone picante.
Al salir al campo para el segundo tiempo el portero del Sevilla al llegar a la portería del Gol Sur se encuentra unos cuernos de toro, alguien se había tomado la molestia horas antes de llevarlos desde su casa hasta el campo y lanzarlos al césped.
Se ve que el sujeto le tenía fe al equipo verdiblanco desde que se levantó por la mañana y que habría motivos para cometer la tropelía.
El portero, en lugar de esperar a que los operarios del estadio procedieran a la retirada, los recoge -haciendo las delicias de los fotógrafos y por supuesto de la hinchada verdiblanca- y se dirige al árbitro para denunciar el hallazgo.
El colegiado Sánchez Arminio al verlo llegar con semejante objeto, y reaccionando antes de que Paco le proponga vaya usted a saber qué cosa, le dice «eso no es mío» desentendiéndose del problema, y alejándose del porteador de los cuernos que quedó desamparado por la autoridad deportiva.
Y allí quedó Paco en tierra de nadie, sin saber en dónde depositar los cuernos y siendo el centro de atención de la guasa verdiblanca. La imagen les recordaba a los béticos-curristas la tarde de la cuarta de abono, con el toro esperando a que Curro lo lleve de acá para allá a su antojo, el público había comenzado con los olés y aquello era un jolgorio generalizado.
Los locales Cardeñosa, Benítez y hasta Carriega se dirigieron a la grada para mostrar su desaprobación por el desmadre y pedir serenidad.
Se jugó el segundo tiempo y el Betis marcó el cuarto -el segundo de Morán- en el 64.
Se relamían los bigotes en la grada con 25 minutos por jugar, pero sus delanteros estuvieron fallones y así quedó el marcador.
El Betis se puso por delante del Sevilla en la clasificación y la prensa al día siguiente calificó el resultado de histórico, y la exhibición del primer tiempo ¡De arte!
Al salir del Estadio el goleador Biosca, con su gesto muy poco deportivo, se convirtió en objetivo de saludo de la muchedumbre que había esperado la salida de sus héroes para vitorearlos.
El central verdiblanco, que era muy cuidadoso con sus coches, había estrenado uno nuevo, un BMW azul. Al salir del aparcamiento la multitud rápidamente le rodeó y comenzó, en un momento de euforia colectiva, a golpear el vehículo con las palmas de las manos.
Al propietario del auto aquello no le sentó muy bien, y les gritaba que no tocaran el coche, pero el personal estaba «a otras».
Poco a poco pudo salir del enjambre y se fue para casa, con la victoria debajo del brazo y un buen enfado. Se ve que la dicha nunca es completa.
Superpaco también se fue a casa, con cuatro bajo el brazo, goles digo.
Años después declaró que recordaba ese partido además de por el lanzamiento de cuernos por otra cosa que pasó desapercibida, y es que durante el juego dice escuchó unos silbidos como de una escopeta de balines.
Otros tiempos, algo salvajes, suerte que las cosas han cambiado aunque, para alegría de todos, la guasa y el cachondeo siguen presentes en los derbis de Sevilla.