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Caruana Galizia

Daphne Caruana Galizia, periodista especializada en temas de corrupción política y empresarial, tenía solo 53 años cuando fue asesinada a mediados de octubre. Una bomba acabó con su vida. Todavía no hay detenidos. El caso ha sacudido su país, Malta, pero no lo suficiente para que hayan caído cabezas. El pasado viernes, por fin, familiares y amigos dieron el último adiós en la más estricta intimidad a Caruana, una luchadora incansable por las libertades y los valores democráticas, lo que por supuesto incluía la defensa de la libertad de prensa. En Malta, el país más pequeño de la Unión Europea, por un día ondearon las banderas a media asta, en señal de duelo, a la espera de que se remuevan los cimientos de un país que, según denunció la periodista, está corrupto. Al mismo tiempo, en Bruselas, la bandera europea ondeó a media asta en la Comisión Europea por orden del presidente Jean-Claude Juncker. Gestos, escasos todos.

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Y es que una periodista ha sido asesinada por medio de un artefacto explosivo adosado a su coche en pleno siglo XXI, en Europa, en la Unión Europea, y apenas se mueve una hoja. Y las pocas que lo han hecho, gracias a los medios de comunicación que han pedido que se haga justicia, que se investigue el crimen, exigiendo responsabilidades al gobierno de Malta. The Guardian, Le Monde, Financial Times, El País, La Repubblica, Süddeutsche Zeitung, New York Times y la BBC han pedido que no caiga en saco roto la muerte de Daphne Caruana Galizia, azote de las más altas esferas maltesas, exponente de la libertad de expresión en aquel país. El hijo de la periodista ha ido más allá, como no podía ser menos, y ha acusado al gobierno, a la policía y a la justicia maltesa de ser cómplices y responsables de la muerte de su madre.

En su último post, publicado poco antes de ser asesinada, Daphne Caruana Galizia escribía: «Hay ladrones por todas partes, mires donde mires. La situación es desesperada». Tanto pensaba que era así, a raíz sobre todo de la ardua investigación que la había llevado desde los papeles de Panamá a denunciar que Malta se había convertido en un paraíso fiscal corrupto dentro de la UE, que llegó a expresar una máxima: Cuando las instituciones de un Estado están incapacitadas, «la última persona que queda en pie suele ser periodista». Tristemente, ella ya no está, alguien decidió que lo que contaba no interesaba, no debía conocerse. Esperemos que no quedé así.

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