Especialmente en mi entorno, a veces peco de alarmista. Pero es que la realidad en muchas ocasiones rebasa a la ficción, lo que invita a ... ser asustadizo. De modo cotidiano se dan desgracias causadas por aparentes nimiedades. En ocasiones, sin vuelta atrás.
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En propias carnes lo experimentó el futbolista italiano Luciano Re Cecconi el 18 de enero de 1977, en Roma. Alistado en el Lazio, internacional incluso, tenía entre su círculo de amigos y conocidos a un joyero que no pasaba por un buen momento, pues estaba por aquellas fechas siendo objetivo preferente de los amigos de lo ajeno. El futbolista, con 2 apariciones en la Azzurra, tuvo la ocurrencia de entrar en el local y pronunciar la frase «esto es un atraco». Lo siguiente fue un disparo que lo mandó al otro barrio.
Resulta recomendable tener conciencia de lo que uno hace. También de qué se dice y cómo se plantea. Por supuesto, igualmente, la valía, situación y capacidad del interlocutor. Y con todo, no obstante, sigue uno expuesto a ser protagonista involuntario de un episodio más en aquel serial morboso titulado 'Mil maneras de morir', versado en decesos absurdos y defunciones causadas por circunstancias estúpidas.
Volviendo al caso de Luciano Re Cecconi, en las crónicas y referencias publicadas en 1977 y en los años sucesivos se apuntó que antes de fenecer, el futbolista atinó a decir que estaba bromeando. Y siendo consciente del resultado de su trastada cogió rumbo a la cría de malvas. Así las cosas, es de suponer que se marchó dando vueltas a la máxima de que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.
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Saber callar es una virtud. Hablar lo justo y apropiado, con prudencia y cautela, también. De lo contrario, si abunda el ruido, pasa que acabamos tomando todo a chufla. Y así nos va con política, economía y otras tantas cosas que a todos nos atañen.
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