Chano Benítez y el Porteño, fidelidad eterna
Desde 1961 hasta hoy, que se dice pronto. Más de medio siglo. Ejemplo rotundo de fidelidad que tiene como protagonistas a Chano Benítez y el Porteño, uno de los botes señeros y tradicionales de la vela latina canaria.En tiempos de desarraigo, aquí una historia para reconciliarse con las emociones.
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Dicen los más viejos del lugar, los entendidos de toda la vida en la materia, que no recuerdan la última vez que Chano (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) faltó a su cita diaria con el Muelle Deportivo. Porque allí, puntualidad sagrada, este emblemático tripulante de tierra siempre está localizable. Como cinco décadas atrás. Robando tiempo a su familia, a sus quehaceres, para entregarse al Porteño. «En lo que sea, en la tarea que haga falta. Echando una mano, limpiando, colocando materiales, preparando los detalles para que cuando salga el bote al mar todo esté a punto...». Chano es infalible y empaparse de las impresiones de los boteros evidencia que el aprecio que se ha ganado es profundo y limpio. Muy pocos pueden presumir de una vinculación tan extensa y ejemplar al servicio de unos colores y de una religión que heredó de su padre.
«De toda la vida me he visto con el Porteño. Acudiendo a las pegas y a los desafíos, disfrutando de las jornadas de competiciones y convivencia con los compañeros. Esto es mi vida. Nací en San Cristóbal y, en mi niñez, no había otra cosa para entretenerse. Empecé en la escuela de barquillos, por donde está el Castillo. Me dio por esto y aquí seguimos, con mucho orgullo y satisfacción de todo lo que me ha tocado disfrutar», señala este enciplopedia viva de una de las modalidades autóctonas que mantienen su pujanza. Los tiempos han cambiado aunque para Chano la gente sigue «sintiendo pasión y ambición» por el deporte que hipoteca sus ilusiones, aunque las condiciones, por imperativos económicos, «hayan ido a peor».
«Nosotros en el Porteño tenemos la suerte de contar con un patrocinador como el Grupo Flick, que nos aporta bastante tranquilidad. De hecho, estamos soportando la crisis actual de la mejor manera por esta ayuda. Las subvenciones han bajado, todo está mal... Lo único que nos queda es que los boteros, las familias de los boteros y la gran masa social que apoya la vela sigan como hasta ahora. Por eso se mantiene vivo esto», explica. «Mientras el cuerpo aguante» avisa Chano que mantendrá con su ritmo febril. Antes y después de la pega, con su sapiencia documentada a lo largo de más de cincuenta años, defendiendo una estirpe de las que ya quedan pocos representantes.
«Animo a los jóvenes a que se enganchen a esto. Ahora tienen más facilidades que antaño porque aquí estamos dispuestos a enseñarles. Se ve gente con ganas que empieza desde edad temprana y pienso que es el camino para que esto, que es herencia de nuestros padres y abuelos, se mantenga», asegura Chano a propósito de la importancia del relevo generacional. El mismo que él se ha encargado de perpetuar con su empeño entusiasta. Contra viento y marea, Chano Benítez y el Porteño protagonizan un idilio que es patrimonio, bandera y orgullo de la vela latina canaria.
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