Las nuevas casas, sobre la colada y en fincas
Vidas en reconstrucción ·
Pese a no llegar todas las ayudas prometidas, afectados por el volcán están rehaciendo sus viviendas | Algunos las levantan sobre la anterior, que quedó bajo la lavaSecciones
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Pese a no llegar todas las ayudas prometidas, afectados por el volcán están rehaciendo sus viviendas | Algunos las levantan sobre la anterior, que quedó bajo la lavaNecesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
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El reloj pasaba de las dos de la tarde, el calor apretaba y el sopor de las comidas mantenía a los vecinos de Las Manchas en el interior de sus casas. Menos a César Camacho. Justo se disponía a hacer otro bombo de cemento. El volcán que reventó en La Palma en 2021 se llevó la vivienda familiar y a todo su barrio entero, El Paraíso. César no tiene tiempo que perder. Hace su nueva casa con sus propias manos. Está acabándola tras un año en obras.
«La estoy haciendo yo, porque si la vas a pagar, olvídalo; solo en el material se te va todo». Su suerte es que recibió 100.000 euros en ayudas (60.000 del Estado, 30.000 del Gobierno canario y 10.000 del Cabildo) y que ha podido aprovechar un terreno que era de su abuela y que «escapó de milagro». Además, está a menos de un kilómetro de donde estaba su casa. Si hubiera tenido que comprar la parcela le habría sido imposible. Con todo, era pescador y tuvo que vender su barco. Si no, no le daba. Todo lo que tiene que ver con la construcción se ha encarecido mucho en La Palma.
En aquella casa vivían también sus padres y su hermano, así que han tenido que compartir las ayudas. Sus progenitores pudieron arreglar una «casetita de verano» que tenían en El Remo, en la costa, y él se está haciendo la suya en esta parcela. César se pudo acoger a la excepción legal que se aprobó para los afectados del Tajogaite y que les permite, solo a ellos, construir en suelo rústico con ciertas condiciones.
Ese es su caso, pero también hay otros, como José Ricardo Camacho, nombre que figura en el cartel de obra, que han podido reconstruir su nueva casa sobre la misma colada. En este caso, además, justo encima de donde estaba la anterior, que quedó sepultada. Le han dejado porque en la zonificación que se ha hecho del gigantesco derrame de piedras que dejó el volcán, la superficie que se correspondería con la que había sido su propiedad, y que lo sigue siendo, está pintada de color verde. Tiene vía libre.
No es la única. La mayoría de las que están en marcha se ubican en las zonas más externas de la colada, buena parte de ellas cerca de los trazados de algunas de los tramos de carreteras ya construidos.
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Onán Cruz, director general de Ordenación del Territorio y Cohesión Territorial del Gobierno de Canarias, explica que las condiciones para trazar este mapa de ordenación urbanística y territorial quedaron aprobadas en el marco del decreto ley 9/2023, de 18 de diciembre, con el que el Ejecutivo regional trató de fijar las medidas que permitirán, en la medida que el enfriamiento y el asentamiento de la colada lo vaya permitiendo, dar respuesta a la voluntad de las personas afectadas de recuperar lo perdido y de volver a sus lugares de origen, rehabilitando o reconstruyendo los bienes, los usos y las actividades que desarrollaban. Así, literal, consta en la exposición de motivos. Se busca, en definitiva, rehabilitar aquellas comunidades vecinales que fueron expulsadas de sus entornos por la tragedia, y, con ello, su retorno.
«Es un mapa vivo, que irá cambiando conforme se vaya enfriando la colada», explica Cruz, el máximo responsable político del departamento que ahora deberá fijar los límites de la parte de la colada que será declarada Espacio Natural Protegido. «Intentaremos ajustarla para que sea lo menos extensa posible».
Por lo pronto, la zonificación ahora en vigor ya tiene dibujada una propuesta provisional.Está pintada de rojo. Quien tenga su suelo dentro de ese perímetro, no podrá mover nada. No, al menos, por ahora, pero advierte de que ni el Gobierno ni el Cabildo están planteándose expropiar. La idea es encajar esos bienes en el espacio protegido, en coordinación con sus propietarios.
Un mapa de colores. Esa es la brújula que marca la vida de una parte de los afectados por el volcán. Lo consultan cada poco. Su futuro, o parte de él, está dibujado en ese mapa, que, además, está vivo. Los colores y su perímetro irán cambiando, y con ellos, lo que podrán o no hacer en sus propiedades.
La zonificación atiende, básicamente, a las circunstancias de temperatura, grosor y seguridad estructural del manto de malpaís generado por Tajogaite. Por ejemplo, el color verde hace referencia a zonas de colada con menos de 10 metros de espesor, donde, según los estudios científico-técnicos, el terreno es apto para acoger una construcción. En todo caso, el beneficiario deberá pedir licencia al Ayuntamiento que le corresponda.
El color amarillo alude a zonas de más de 10 metros de espesor de colada en las que las condiciones de temperatura imposibilitan por ahora ningún desarrollo. El marrón afecta a zona agraria y el rojo es el más restrictivo, donde los valores geomorfológicos aconsejan su protección cautelar. Una vez se declare el definitivo espacio natural protegido, el Plan de Uso y Gestión, que es competencia del Cabildo, definirá los usos finales, pero la idea pasa por buscarles un encaje a las viviendas y por permitir actividades compatibles con el espacio.
Entre los que tenían su casa en esa zona roja están César y su familia, una vivienda en El Paraíso que ahora está bajo toneladas de teniques. «Estaba en una vaguada, así que debe estar bajo 50 o 60 metros de colada». Cuenta que la perdieron el primer día de la erupción. «El lunes ya no teníamos casa; lo sabemos por unas fotos de National Geographic; a las 10 de la noche la lava ya había pasado por nuestra casa».
Se reconoce ilusionado, pese a que con el volcán lo perdió casi todo. Se quedó hasta sin su profesión. Era pescador, el patrón de la cofradía de Tazacorte, pero ahora se dedica a la construcción. Por la mañana hace obras para otros y por la tarde se fabrica su futuro. «Estoy loco por terminar».
Lleva tres años viviendo en una casa prestada en Los Quemados, por Fuencaliente. «Si no pasa nada, en tres semanas estamos aquí». Se mudarán con su hija, que nació tras el Tajogaite. Sobre la gestión de la erupción, suelta un lacónico 'bueno'. «Vamos a dejarlo en que escapamos, no murió gente porque no tuvo que morir, porque la misma tarde del sábado anterior al día en que reventó, hicieron una reunión y a nosotros nos excluyeron porque se supone que el riesgo estaba del volcán de San Juan hacia allá; y mira, nos quedamos sin nada».
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