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La casa que se construye José Ricardo Camacho en La Laguna, justo encima de donde estaba la que le sepultó el volcán, es una de las cuatro que ha levantado sobre colada la empresa, radicada en Tenerife, FloresRojo SL. Su gerente, Domingo Fernández, apunta que la isla vive un 'boom' constructivo, producto, precisamente, de la necesidad de reconstruir lo que destruyó el Tajogaite. En su caso, no paran. «Hemos hecho 25 viviendas en la isla, pero tenemos otras 20 contratadas; el 95% de ellas son de afectados por la erupción.
«Esta fue la primera vivienda que empezó a construirse sobre la colada», dice señalando a la que promueve Camacho, con quien se ha comprometido a entregársela en octubre. «Al ser la primera nos costó bastante, todavía no estaba decidido y aprobado construir sobre la lava, pero se hicieron una serie de pruebas y mediciones de temperaturas y lo conseguimos».
Fernández explica que hasta ahora FloresRojo tenía centrada su actividad en Tenerife, pero que fue un damnificado por el volcán quien le llamó, se interesó por su sistema constructivo y se lo encargó. Y es que esta empresa construye en seco, es decir, no usa ni bloque ni hormigón. «Hacmos construcciones modulares con una estructura metálica en las que la cimentación es una simple losa de hormigón».
Las ventajas, que se reducen los tiempos de ejecución (las hace, según el caso, en tres o cuatro meses), y también el coste. «Pueblo hablar de hasta un 50% menos». Con estos números no es raro que, gracias al boca a boca, haya sido contratada por muchos afectados, que buscan reconstruir sus casas, y sus vidas, cuanto antes y a un precio más o menos asequible. En su contra tienen que no pueden ser de más de una planta.
Estela Gómez vive ahora entre plataneras. El volcán, que se llevó por delante su casa de El Pampillo, en Todoque (este pueblo desapareció entero), la ha obligado a mudarse. Lleva en esta finca de su marido en Tazacorte desde marzo pasado. «Vinimos a pasar el día y nos gustó tanto que nos quedamos». No tenía ni cocina, pero eso poco importaba. Al fin y al cabo, lo habían perdido casi todo.Primero pasaron 3 meses en casa de una nuera, pero como tenían aquella vivienda asegurada, enseres incluidos, cobraron una indemnización, con la que compraron un piso en La Breña, al otro lado de la isla. El problema, no se adaptaban. «Hacía mucha humedad». Sondearon para construirse otra casa al estilo tradicional, pero no les convenció. «Me dijeron que tardaban dos años y se me hizo un mundo; además, todo está más caro y no hay ni albañiles». A Estela le habló de FloresRojo su médico de cabecera y lo contrató. Ya vive en su nueva casa, más pequeña, pero en el campo, como le gusta.
Fernández no puede evitar apuntar la poca facilidad que ha encontrado en los ayuntamientos a la hora de dar salida a estos proyectos, sobre todo porque tenían que ver con afectados. «Ni a la hora de pedir licencia ni para el asesoramiento técnico, creo que se han visto desbordados».
Al promotor le toca, por ejemplo, costear la nivelación del terreno, una partida muy cara. Cuando no, le queda lidiar con la voracidad del mercado, que no entiende de solidaridad. Los afectados, con derecho exclusivo, por ley, a construir en suelo rústico, se quejan de que sus precios se han disparado. Han llegado a pedir 70.000 euros por 700 metros.
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