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¡Ay, la adolescencia! Qué etapa más complicada, intensa, desquiciante, llena de cambios, de descubrimientos, de primeras veces, de gritos, de risas, de llantos, estresante, agotadora... Un torbellino de emociones que no solo afecta a los hijos sino también a sus padres, que muchas veces no saben cómo gestionar todo ese caos. A la mayoría les cuesta asimilar que esa personita que hasta hace poco no se despegaba de ellos, que los necesitaba para todo, vive ahora encerrada en su cuarto, pega portazos, contesta, llora desconsolada porque se ha enfadado con su amiga del alma y a los dos minutos salta de alegría porque ya se han reconciliado...
Pues, tranquilos. «Todas esas reacciones son normales. Los adolescentes están viviendo una transición. Se encuentran en tierra de nadie, no son niños ni adultos y gestionar esa situación no es sencillo», explica la doctora Montserrat Graell, directora del Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil y Juvenil del Hospital Niño Jesús (Madrid) y autora del libro 'El desafío de la adolescencia. Guía para padres y Educadores' (Ed. Espasa).
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Julia Fernández
Julia Fernández
Cuenta la especialista que la revolución que vive un adolescente a nivel cerebral y de maduración «es solo equiparable a los cambios que se producen en los dos primeros años de vida». Y esta explosión emocional se inicia mucho antes de lo que tradicionalmente se ha pensado. «Estamos hablando de un periodo que se sitúa entre los 10 y los 15 años. Es decir, el comienzo de la adolescencia a nivel cerebral se inicia con los primeros signos de la pubertad», precisa la psiquiatra, experta en trastornos de alimentación y también profesora de la facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Para ayudar a padres y educadores en este «fascinante viaje que supone la adolescencia», la experta repasa esta etapa tan complicada en diez puntos.
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Esta etapa es «larga y compleja», por eso es fundamental que los padres cultiven la paciencia... infinita. Qué sencillo y qué difícil, porque los adolescentes son expertos en sacarnos de quicio. «No es nada personal, es que muchas veces no se entienden ni ellos. Es un periodo de gran vulnerabilidad en el que se producen cambios súbitos a todos los niveles: físico (reproducción), psicológico (identidad personal, autonomía...), cognitivo (pensamiento complejo) y social (relaciones maduras)».
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Gritan, se enfadan, contestan, se emocionan, ríen, disfrutan... Su comportamiento no es más que un reflejo de la cantidad de cambios que experimenta su cerebro, que son muchísimos. «Y es interesante para los padres conocer con cierto detalle estas transformaciones biológicas para comprender y afrontar –e incluso recordar– los comportamientos y estados de ánimo que afectan a sus hijos», añade la experta.
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Es uno de los grandes caballos de batalla. «Los adultos debemos procurar que tengan una buena estima corporal para que acepten la 'imperfección', la diversidad, lo diferente y sepan protegerse de los mensajes de cuerpos idealizados e inalcanzables, amplificados por los redes sociales». No es una tarea sencilla, pero es fundamental para evitar caer en trastornos de la alimentación relacionados con la imagen, sobre todo en el caso de las chicas.
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Tanto las agradables como las desagradables son parte natural del ser humano y no hay que evitarlas. «Durante la adolescencia, las emociones son distintas, más intensas y extremas que las de la infancia o la vida adulta por la inmadurez de los circuitos que nos ayudan a regularlas. Pasar por esta etapa de emociones intensas es un elemento crucial para su desarrollo. El bienestar emocional no es estar bien todo el tiempo. Es sentir la emoción adecuada con la intensidad adecuada en el momento adecuado y ser capaz de gestionarla. Y el cerebro de un adolescente está todavía en ello», tranquiliza la doctora Graell.
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Otra de las grandes preocupaciones de los padres: el grupo de amigos, los novios, las novias y el sexo. Explica la psiquiatra infantil que «las relaciones de amistad ayudan a configurar la identidad, dan sentido de pertenencia social, enseñan a convivir y ponen a prueba la capacidad de regulación emocional y de resolución de conflictos. Los primeros amores y desamores también les van a permitir aprender mucho de ellos mismos y de los demás y nos preparan para las relaciones amorosas en la edad adulta». En todo este proceso es fundamental el diálogo con los padres, que no deben evitar conversaciones 'incómodas' por miedo o vergüenza.
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Uno de los mitos sobre esta etapa es que los adolescentes ya no necesitan a sus padres. «Todo lo contrario, nos necesitan más que nunca. Estar presentes y crear un buen ambiente en casa es una de las claves para llegar victoriosos al final de este viaje. Tenemos que estar ahí siempre, pase lo que pase y me conteste como me conteste. Independientemente del estado emocional de nuestro hijo, yo tengo que estar siempre ahí. Aunque algunas veces parezca que reniegan de nosotros o que no nos necesitan, no es así. Un adolescente al que sus padres no hacen caso se siente abandonado».
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El entorno escolar puede llegar a ser muy hostil en esta etapa de tantos conflictos. Sufrir acoso en la adolescencia tiene consecuencias psicológicas, sociales y académicas a corto, largo y medio plazo. Y si encima sienten que nadie de su entorno les ha apoyado, la situación se agrava todavía más. Los profesores pueden jugar un papel fundamental no solo en el desarrollo académico sino también emocional de los alumnos.
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Pantallas y adolescentes, una combinación letal. «Las redes sociales han revolucionado la forma en la que los adolescentes construyen su identidad», pero también son una continua fuente de conflictos con los padres, que muchas veces se ven superados por una tecnología que va más rápido que ellos. «Se debe fomentar una comunicación abierta entre adultos y adolescentes sin olvidarnos de establecer límites y mostrarles los riesgos a los que se exponen».
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Los datos son preocupantes. «Se estima que uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 16 años sufre un trastorno mental, aunque no todos reciban ni el diagnóstico ni la atención adecuadas», alerta la doctora Graell. Depresión, ansiedad, fobias... «Como padres tenemos que estar muy atentos a los signos de alerta».
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Los adultos debemos buscar la manera de que la relación con ellos sea lo más tolerable posible y, sobre todo, beneficiosa para el adolescente. «Tenemos que resistir en nuestra función educativa, que no siempre es fácil. La idea es parar, pensar, contener y estar ahí. El objetivo de ambas partes es que terminen este viaje con éxito», resume la psiquiatra.
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