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Un grancanario residente en Catarroja: «Tengo todavía pesadillas constantes tras la DANA»Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
«Lo que ves en la televisión o en las fotos de un periódico no tienen nada que ver con lo que hemos vivido aquí. Por momentos ha sido como un episodio de 'Walking Dead', algo apocalíptico y encima real». Las palabras de Hirai Suárez (35 años), natural de Arinaga, reflejan con gran nitidez lo vivido en la localidad valenciana de Catarroja, uno de los municipios más afectados por la terrible DANA que tan trágicas consecuencias ha desatado en el Levante español desde hace una semana.
A los 24 años decidió hacer las maletas desde su Gran Canaria natal para iniciar un nuevo proyecto vital con su pareja y, desde entonces, lleva más de una década viviendo en este enclave próximo a la capital valenciana, echando raíces en un lugar conocido por su excelente calidad de vida en la comarca de la Huerta Sur. Una imagen idílica que se borró de golpe el pasado 29 de octubre.
«El día a día aquí es aún como una pesadilla», afirmó Hirai. «Ves a vecinos desesperados, cansados anímicamente, desquiciados e incluso enfadados. Aún tengo pesadillas recurrentes de lo vivido. Y cada día que te despiertas, lo primero que te preguntas es '¿esto es real? La realidad te da de lleno al salir a la calle», reconoció tras atender a nuestra llamada, con los inevitables cortes de conexión en mitad del diálogo.
La panorámica que describe este antiguo miembro de la conocida murga Los Lagartos de Agüimes tiene todo lujo de detalles: «Ahora deja de impactarme ver una fila de seis coches de altura, observar los puentes y las vías del tren destruidas, los muebles y los vehículos navegando cuesta abajo... o incluso vislumbrar, en las primeras horas, cuerpos sumergidos rodando.... Aún tengo esas imágenes en la retina cada noche», señaló aún conmocionado con los recuerdos recientes.
Por suerte para él, solo perdieron los coches. «Creo que eso lo ha sufrido casi todo el mundo, pero al menos tengo a mi mujer y a su familia con vida. Somos afortunados por eso, porque en círculos próximos de amigos y allegados hemos conocido varias pérdidas mortales y desapariciones».
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En aquellas fatídicas horas, Hirai recordó que «lo primero que hicimos, al contrario de muchos, fue dejar los coches y pensar en nuestras vidas. Salimos de El Casal - una especie de centro cívico municipal destinado a eventos festivos, especialmente a los preparativos de actos falleros- y salimos despacito caminando contra corriente. Yo mido 1,86 metros y me acuerdo que en esos momentos el agua ya nos llegaba a la altura de mi cintura», subrayó.
En su opinión, «aquello era como si el agua desembocara desde San Mateo de manera violentísima hasta la playa del Cabrón», explicó con minuciosidad, evocando a su isla en una imagen fácil de describir. »Seguía cayendo más agua y veías a la gente desesperada. Varios vecinos abrían las puertas para que entraran conocidos que subían a las azoteas, teniendo en cuenta que aquí la mayoría de las viviendas son como casas terreras de dos o tres plantas», añadió.
No obstante, y tras varios días de sinsabores, Hirai dejó entrever que «La situación está ahora un poco más controlada. Lo del voluntariado popular ha sido increíble; ahora están llegando más ayudas y las fuerzas de seguridad del Estado está ahora más coordinadas. Las primeras noches fueron un auténtico caos. Poco a poco empezamos a vislumbrar un rayito de esperanza, pero creo que aún queda mucho para ver las calles como las conocíamos«.
En este sentido, los episodios de pillería y la picaresca se han reducido ostensiblemente: «Ahora la Guardia Civil está rondando la ciudad y se vive algo más de seguridad. Y es que en los primeros días hemos visto de todo, mezclándose la caridad con el robo. Porque sí, había gente que rompió cristales o que tomó víveres -agua, alimentos- para repartirlo entre los suyos o sus vecinos, pero también hubo gente que robó, por ejemplo, jamones para venderlos. Todos los estados de la condición humana los hemos visto aquí en tiempo récord», sentenció.
A pesar de llevar 11 años en Catarroja, Hirai no pierde ni un solo ápice de su canariedad: «Esta es ahora mi casa, pero es mi segundo pueblo. Soy canario y muy orgulloso de ser de Agüimes. Soy murguero y, a falta de Carnaval, me metí aquí en un grupo fallero. Como en las murgas, cada falla es como una familia, donde compiten y arman auténticas fiestas».
Hirari reconoce que, aunque ya se han hecho eco del paquete de medidas que el Gobierno implementará en la zona para su recuperación, lo cierto es que «estamos tan ocupados con la limpieza y aprovisionamiento que no llegas a estar aún al corriente de todo eso».
A este respecto, manifestó su malestar: «A mí me da igual la ideología que se tenga, pero los políticos han decepcionado mucho al pueblo. No pueden convertir todo esto en un circo de dimes y diretes. Pónganse de acuerdo, reconozcan sus culpas y vengan de la mano para arreglar todo esto. Aquí han venido desde futbolistas hasta actores, todo tipo de famosos y celebridades que no han tenido reparo en arremangarse y echar una mano».
A su juicio, «es desolador pensar que se podían haber evitado tantas cosas aquí y, por suerte, todos los que vivimos en Catarroja hemos estado unidos, organizándonos entre nosotros. Todos los políticos deberían, como punto de partida, asumir sus responsabilidades y luego no perder un solo segundo en averiguar que es lo que se necesita», concluyó.
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