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Un instante de la entrevista a Ramón en una cafetería. Salvador Salas
«Me han dejado en silla de ruedas de una paliza para robarme 25 euros»

«Me han dejado en silla de ruedas de una paliza para robarme 25 euros»

Ramón relata el periplo vivido desde la brutal agresión sufrida en la barriada malagueña de La Luz hace casi dos años, tras la que pasó 23 días en coma y ocho meses hospitalizado

Irene Quirante y Juan Cano

Viernes, 2 de agosto 2024, 09:54

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Las cosas que antes eran sencillas ahora le cuestan un mundo. «Hacerme de comer, entrar y salir de mi casa o meterme en la ducha es una lucha, pero con tiempo y esfuerzo soy capaz de hacerlo solo», explica Ramón, de 39 años, sin esconder su orgullo. Cada avance, por pequeño que sea, para él es toda una conquista. Prácticamente, porque su contador se volvió a poner a cero en la madrugada del 6 de agosto de 2022, cuando sufrió una brutal agresión que le cambió por completo la vida.

Ocurrió en la barriada malagueña de La Luz, donde él se ha criado y donde sigue residiendo a día de hoy. Aquella noche no tenía planes y se acercó a un bar de la plaza Limeño, en el que se encontró con unos conocidos con los que se quedó charlando y tomando algo. «Salí a la puerta a echarme un cigarrito y dos individuos, que ya eran famosos en la zona porque se dedicaban a lo que se dedicaban, se acercaron a mí y me dijeron que o les daba la riñonera o me mataban», rememora Ramón.

Según dice, sabía que si cedía en esa ocasión y le entregaba sus pertenencias, cada vez que se cruzara con ellos iban a ir a por él, por lo que Ramón se negó en rotundo. De acuerdo con su testimonio, ambos reaccionaron dándole dos puñetazos en el rostro, tras lo que le arrebataron la bolsa. «Yo la volví a recuperar de un tirón, me la colgué y me puse a correr», continúa relatando. Lo último que recuerda son los pasos de ellos tras los suyos. Despertó en una cama del hospital 23 días después.

Uno de los dos ladrones, tal y como declaró probado la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga, y como adelantó este periódico, le dio alcance por la espalda y lo golpeó en la cabeza con un palo de madera. Lo hizo a traición, según se expone en la sentencia, y con tal violencia que Ramón cayó al suelo inconsciente de manera fulminante. La agresión le causó un grave traumatismo craneoencefálico. Su cráneo se fracturó en partes, lo que le ocasionó lesiones que han repercutido en toda su funcionalidad corporal.

Desde entonces Ramón necesita de una silla de ruedas y de apoyo para caminar, así como una ortesis en el hombro y la mano derecha. A pesar de la naturaleza optimista del hombre, le resulta imposible no sentir rabia por lo que le hicieron. «A mí me sacaron hasta astillas del cráneo del mismo cerebro, de lo salvaje que fue… Me dejaron en silla de ruedas de una paliza para robarme 25 euros y un móvil», subraya.

Como él mismo sostiene, tuvo la suerte de nacer de nuevo, pero tenía por delante los meses más duros de su vida. Pasó ocho de ellos -que se le hicieron toda una eternidad- en el hospital, en los que tuvo que volver a aprender a hablar, a comer y a desenvolverse sin apenas funcionalidad en su pierna derecha y sin que le responda la extremidad superior de ese mismo lado.

La condena

El autor de la agresión reconoció los hechos ante los magistrados Audiencia Provincial, tras lo que ha sido condenado a diez años de prisión como autor de un delito de asesinato en grado de tentativa y de un robo con violencia. Al segundo acusado se le ha impuesto una pena de dos años de cárcel tras admitir su implicación en el segundo delito. «A ese individuo le han condenado a diez años de cárcel, pero a mí me han dejado secuelas que van a durar siempre», expresa con impotencia. Y pese a ello, dice a continuación, no quiere dedicar ni un segundo a pensar en ello. Porque sabe que tiene mucho por lo que luchar y también mucho que agradecer.

Su principal motor es su hijo, Sergio, de nueve años. «Él siempre ha sido y será lo más grande que me ha pasado», dice Ramón, al tiempo que le brota una sonrisa que le ilumina toda la cara. «Ahora, en verano, nos vamos los dos a la playa, yo en la silla de ruedas eléctrica y el niño a mi lado con el patinete», señala antes de romper una carcajada. La madre del crío, Cristina, de la que ya estaba separado antes del suceso que le cambió la vida, también sigue siendo un apoyo incondicional para él. «Fue la primera persona a la que vi al despertar del coma», apunta.

Ramón, que llegó a tener su propia panadería y que durante 17 años se dedicó a la hostelería -asegura que ha trabajado en prácticamente todos los bares de su barrio-, pasó a tener una situación de gran invalidez. Y a pesar de todo, asegura que a su manera ha conseguido volver a ser feliz. Cuando más gana en autonomía, mejor se siente. «Ha sido todo un proceso en el que he tenido que aprender a ser paciente, cosa que nunca antes había sido», reconoce.

Ahora, dice, tarda una eternidad en cuestiones cotidianas como la de hacerse la comida. Se levanta de la silla y se pone a ello. Cuando no puede más, se vuelve a sentar. Deja otra silla a modo de apoyo cerca, retoma las fuerzas y continúa. «Ducharme es lo que más me cuesta, para cuando termino ya estoy sudando otra vez», afirma. Pero lo importante, incide, es que no se rinde. Y lo consigue.

«Tengo muchísima fortaleza mental y, sobre todo, sé disfrutar de las cosas pequeñas, que son las que valen», hace hincapié Ramón. Cada ratito con su hijo jugando a la consola. Cada mañana que desayuna en la cafetería que queda a apenas dos metros de su vivienda, donde lo tratan como a uno más de la familia. Cada amigo que se ha preocupado por no dejarle atrás después del revés vivido. «Ellos son los que me hicieron la rampa para que pudiera salir de mi casa», cuenta agradecido. Esos son los tesoros que tiene él. Y por los que, insiste, no está dispuesto a mirar atrás.

Hace un mes, además, Ramón se compró una silla de ruedas a motor. Hasta entonces disponía de una manual, pese a que no tiene funcionalidad en el brazo derecho y le costaba horrores moverse con ella. «Ahora tengo mucha más autonomía gracias a eso; no corre mucho pero tiene fuerza, y llevará de kilómetros de rodaje lo que no está en los escritos», expone. «Sigo teniendo mis limitaciones, contando con ayuda psicológica y teniendo que tomar un chorro de medicinas, pero lo importante es estar bien de la cabeza, y yo me siento bien», añade.

El próximo 25 de octubre tendrá que volver a pasar por quirófano para que los médicos le practiquen una craneoplastia. «Mi cabeza ahora mismo es como la de un bebé; me tienen que poner una malla de titanio artificial para protegerla», explica. La operación, dice, parece más seria de lo que realmente es. «Con lo que llevo vivido encima tengo el umbral del dolor ya por las nubes, así que ni me preocupa; saldré adelante, por mí y por los míos, como he hecho hasta ahora», mantiene.

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