Cuando se está rodando una película, esos instantes de silencio en el set, justo antes de que el director grite «¡acción!», son más que necesarios: ... son sagrados. «Silencio, se rueda» anuncia el comienzo de algo mágico. En ese momento todo se detiene, una energía indescriptible llena el aire, como si el universo entero contuviera la respiración, esperando. En esa pausa cargada de posibilidades, sabes que algo maravilloso está a punto de ocurrir. Es la antesala de un momento brillante, el comienzo de una escena que iluminará corazones.
Lo mismo sucede en mi vida: antes de cada decisión importante, de cada nuevo paso que me impulsa hacia lo desconocido, necesito esa pausa, ese silencio. En ese respiro encuentro la claridad para seguir adelante, la fuerza para elegir mi camino. Porque solo desde la calma puedo construir lo que deseo vivir, lo que quiero ser. Y, sobre todo, quiero ser el protagonista de mi propia historia.
Como ocurre en el cine, cada escena de nuestra vida es una pequeña obra de arte que se construye con paciencia y detalle.
El estrés, la ansiedad y la sensación de no ser suficiente son como fantasmas silenciosos que de vez en cuando se me aparecen y me acompañan durante un tiempo. Por eso, la salud mental y el bienestar emocional son protagonistas importantes en la película de mi vida, ya que tienen el poder de influir no solo en mi felicidad, sino también en cómo veo e interactúo con el mundo y las personas que me rodean.
La tecnología, esa maravilla que me ha regalado tanto, también me envolvió en una especie de prisión invisible. En esos momentos me sentí como atrapado, respondiendo a cada correo, cada notificación, compartiendo mis historias como si el mundo esperara algo constante de mi. Al mismo tiempo, observaba la brillante y perfecta vida que los demás proyectaban en las redes sociales. Y así comenzó un ciclo de agotamiento y comparación que fue desvaneciendo mi autoestima y mi paz interior, como el último rayo de luz al final de una escena.
Me vi hiperconectado, pero también más solo que nunca. A esto contribuyó el ruido, no solo el que me rodea, sino el que se coló en mi mente. Me desconecté de lo que realmente me importa: mis emociones y mis relaciones.
En las películas, los silencios a menudo dicen más que las palabras. Y así es también en mi vida, esos instantes de calma me permiten sentir, escuchar mi verdad, más allá del ruido constante que me rodea.
Detenerme para desconectar el ruido de mi cabecita, aunque sean solo unos minutos al día, es mi próximo reto. Estoy convencido que puede convertirse en una experiencia reveladora. Algo así como cortar el rodaje de una escena y permitir que la tranquilidad me envuelva para luego volver a 'grabar' con más fuerza y claridad. Son momentos, para reencontrarme conmigo mismo, para procesar el estrés, para soltar la ansiedad, para disfrutar del momento.
Soy consciente de que he cometido muchos errores y cargado con heridas que me han impedido disfrutar plenamente del presente. Me he exigido tanto, durante años, día tras día...
Pero, ¿sabes qué?, he entendido que la perfección no existe, y los días difíciles son parte del guion de mi película.
Ahora toca volver a llenarme de amor propio, y para eso nada mejor que la autocompasión: ese abrazo interno, esa luz suave que me invita a tratarme con la misma ternura con la que cuido a mis seres queridos. Me enseña que está bien no ser perfecto, que tener días difíciles forma parte del guion de mi película.
Hoy he decidido parar, cerrar los ojos y comprobar como todo se detiene sin expectativas ni miedos. Respirando y recordando que estar vivo es el mejor regalo. Y en ese pequeño espacio, que me reencuentro conmigo y me perdono, surge un universo de posibilidades para reconectar con mi esencia, mis sueños, mi bienestar.
Para escuchar mis emociones más profundas, no necesito más palabras, sino abrazarme. No siempre tengo que correr, puedo caminar a mi ritmo, sin presiones, sin comparaciones. En este viaje hacia mi interior, aprendo también a ser amable conmigo mismo, a valorar lo que ya soy y a cambiar esa narrativa de exigencia por una de ternura.
Al cuidarme, también mejora la manera en que me relaciono con los demás. Como un guion que se entrelaza, mi película personal se conecta con las de quienes me rodean, creando un mundo más armónico, donde todos vivimos nuestra propia historia con más amor y comprensión.
Quiero saludar y reconocer a aquellas personas que, como yo, sentimos que no encajamos en los moldes de la sociedad. Tal vez somos los que no seguimos las normas establecidas o los que vivimos nuestras vidas de una forma diferente. Ese aparente 'desencaje' puede dejarnos en fuera de juego, o nos puede permitir vivir de forma auténtica, sentirnos en paz. No todas las historias siguen el mismo guion. El verdadero valor está en atreverse a ser quien uno es, aunque ello implique salirse de los márgenes convencionales. Al final, todos somos piezas únicas, y cada uno tiene su lugar en este gran mosaico que es la vida.
Por último, quiero agradecer profundamente a esas personas que han estado ahí cuando más lo necesitaba. A quienes no se fueron cuando me sentí roto, sino que se quedaron, en silencio, pero llenos de amor. A quienes me sostuvieron cuando me tambaleaba, y me recordaron que no estaba solo. Esas poquitas, pero valiosas personas, con su luz, me guiaron cuando estaba perdido en la oscuridad, devolviéndome la esperanza. Su amor me impulsa a rodar la siguiente escena con más fuerza, más confianza, ¡no puedo estar más agradecido por su presencia en mi vida!. Gracias, gracias, muchas gracias.
Silencio, se rueda. Es el momento de volver a lo esencial, de conectar con aquello que nos da sentido, de redescubrir los matices que hacen única nuestra historia personal. Porque cada escena que filmamos con conciencia nos acerca más a la vida que realmente queremos vivir.
Ojalá te sirva, tanto como a mi escribirlo.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.