El mundo está cambiando, y no todos los cambios son fáciles de asimilar. En las ciudades y comunidades más visitadas del mundo, el desafío es ... equilibrar la vida diaria de quienes viven allí con las demandas de millones de turistas. Ámsterdam, Barcelona o Venecia se hacen la misma pregunta: ¿cuánto turismo es demasiado?
Vivir en Canarias siempre ha sido un privilegio. Para quienes nos visitan, lo es por sus paisajes, su clima, y sobre todo, por la cercanía y calidez que los residentes hemos mantenido con orgullo a lo largo del tiempo. Sin embargo, cada vez más personas que vivimos aquí sentimos que nuestro hogar está siendo diseñado más para los visitantes que para nosotros.
El problema no es el turista, ni siquiera el turismo en sí mismo. Lo que ocurre es que se ha roto ese delicado equilibrio que antes manteníamos entre el disfrute de quienes nos visitan y la vida cotidiana de quienes habitamos estas islas.
El turismo ha sido, es y seguirá siendo, una de las principales fuentes de ingresos para Canarias. Dependemos de él, no lo podemos negar. Pero esta relación ha comenzado a mostrar su lado más difícil. La masificación está empezando a transformar nuestras rutinas, a llenar de incomodidades nuestros días. Cada vez cuesta más disfrutar de nuestras playas, caminar por nuestras ciudades, o simplemente acceder a servicios básicos con la tranquilidad de antes. El turismo masivo nos ha desconectado de la sensación de paz que siempre ha habido en estas islas.
El malestar de algunas personas por esta presencia masiva de turistas ha dado paso a lo que llaman 'turismofobia'. Un fenómeno doloroso, en el que los locales empiezan a ver al turista no como una oportunidad, sino como una amenaza. Y a esto se suma la 'gentrificación', ese cambio invisible pero imparable, que ha transformado barrios enteros en lugares irreconocibles. Donde antes vivían las familias de siempre, hoy hay hoteles, restaurantes y apartamentos de lujo que parecen reservados solo para quienes pueden permitírselo. Los residentes han sido desplazados, forzados a irse por el incremento desorbitado de los alquileres y el costo de vida.
Es cierto que el turismo genera riqueza. Los hoteles, los restaurantes, las tiendas, todos ellos ganan con la llegada constante de turistas. Aumenta el empleo, el consumo, etc. Pero: ¿se están distribuyendo estos beneficios de manera justa? Lamentablemente, la respuesta es no. Mientras las grandes cadenas y los touroperadores internacionales se llevan fuera de las islas la mayor parte de las ganancias, los empresarios locales apenas sienten el impacto positivo. Y los trabajadores del sector se enfrentan, en algunos casos, a contratos precarios y salarios que no reflejan su esfuerzo.
Por otro lado, la sobrecarga de nuestras infraestructuras no es solo una molestia. Es una señal de alerta que debemos tomar en serio. El turismo, sin una planificación adecuada, está erosionando nuestras áreas naturales y pone en peligro ese entorno único que tanto valoramos y que, paradójicamente, atrae a quienes nos visitan. Pero, en esta espiral de 'más turistas, más ingresos', estamos olvidando algo fundamental: la sostenibilidad. ¿Podremos seguir así sin destruir lo que más amamos?
Además, este modelo de turismo ha traído consigo una especulación inmobiliaria incontrolable. Entre la aparición de los fondos de inversión y que muchos propietarios prefieren ahora alquilar sus viviendas a turistas por cortas temporadas, se ha reducido considerablemente la oferta de alquiler. Esto ha puesto en evidencia la falta de acción de las administraciones públicas durante demasiados años. Al no haber construido suficientes viviendas sociales, han dejado a muchas familias locales sin un lugar donde vivir.
El enfado y la radicalización avanzan, y lo preocupante es que quienes deberían estar escuchando parecen mirar hacia otro lado. Si esta desconexión sigue creciendo, si los políticos siguen ignorando este malestar, la fractura social será inevitable. Un ejemplo de ello son las manifestaciones convocadas. Esta vez en zonas turísticas. Protestas que podrían dañar seriamente al sector que sostiene gran parte de nuestra economía.
Pero, a pesar de todo, aún hay esperanza. Es el momento de que los empresarios locales, los políticos y la ciudadanía nos sentemos a dialogar, a escucharnos de verdad. Todos tenemos intereses en juego, y si no actuamos ahora, todos perderemos. Los residentes, la calidad de vida que siempre ha hecho especiales a estas islas. El turismo perderá su encanto, a medida que el deterioro ambiental y social se haga más visible. Y los políticos perderán el apoyo de una parte importante de la población que, cansada de esperar soluciones, podría optar por vías más radicales.
El diálogo es la única vía para resolver esta crisis. Necesitamos hablar, sí, pero sobre todo necesitamos escucharnos. No podemos permitirnos seguir aplazando esta conversación, porque el futuro de Canarias está en juego. Si queremos soluciones que sean sostenibles, inclusivas y justas, debemos crear espacios donde todas las voces sean escuchadas, no solo las que gritan más fuerte o las que tienen el poder.
Este es el momento de ser valientes, de tener altura de miras, de actuar con el corazón en la mano, para encontrar ese equilibrio que nos permita ganar a todos. La frustración que siente una parte de la población no surge de la nada. Es el resultado de muchos años sintiendo que sus problemas no son atendidos como deberían. El turismo es vital, pero también lo son los derechos y el bienestar de quienes han hecho de estas islas su hogar.
Estamos en una encrucijada. Si no actuamos ahora, corremos el riesgo de perder no solo ingresos turísticos, sino algo mucho más valioso: la esencia misma de Canarias, su identidad. Es el momento de tomar decisiones, de abrir canales de participación, de cuidar lo que tenemos y de encontrar un nuevo equilibrio que permita que nuestras islas sigan siendo un lugar feliz para todos.
Este es un reto monumental, sí, pero no imposible. Canarias puede, y debe seguir siendo un paraíso. Y lo haremos juntos, dialogando, escuchando, y actuando antes de que sea demasiado tarde. ¿Te lo imaginas?
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.