Las bodas
Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 15 de septiembre 2024, 23:20
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Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 15 de septiembre 2024, 23:20
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Cuenta la leyenda que una joven fue a hablar con su padre para pedirle apoyo económico. Le contó que se iba a casar y que habían planeado la celebración de la boda 'por todo lo alto', con un presupuesto de 50.000 €. Pero les faltaban unos 3.000 para cubrir todos los gastos. El padre, en lugar de entregarle el dinero de inmediato, le compartió una valiosa lección. Le contó que, cuando él se casó, también gastó una gran cantidad para celebrarla con sus familiares y amigos, llegando a endeudarse. Sin embargo, al terminar la fiesta, él y su esposa se quedaron solos enfrentando las dificultades económicas que generó ese evento, mientras que a muchos de los invitados nunca más los volvió a ver en la vida. Su consejo fue claro, no vale la pena gastar grandes sumas de dinero para impresionar a los demás. Lo esencial no es la boda, sino el matrimonio, y les sugirió que se lo pensaran dos veces, que se plantearan si es mejor invertir en un futuro sólido o en ese evento efímero de un día.
Este relato nos invita a reflexionar sobre las decisiones que tomamos en la vida, especialmente en una sociedad que, cada vez más, parece valorar lo superficial, lo efímero y lo glamuroso por encima de lo esencial. En la actualidad, muchas personas sienten presión por 'ser los más exclusivos' o por 'estar a la altura' de los estándares que la sociedad nos impone. Se celebran grandes bodas, fiestas lujosas y eventos espectaculares, a menudo sin reparar en el costo real, no solo en términos económicos, sino también en términos de bienestar y estabilidad emocional.
Partiendo de la base de que cada uno hace con su vida y dinero lo que le apetece, y es muy respetable, el costo promedio de una boda ha alcanzado cifras exorbitantes. Estas cantidades, para muchas parejas, representan una deuda significativa o el uso de los ahorros, propios o de la familia. Esto pone en evidencia cómo el consumismo ha penetrado en todas las esferas de nuestra vida, incluso en aquellos momentos que deberían centrarse en el amor y la unión.
El consumismo ha llegado a niveles donde todo debe ser llevado al máximo lujo y esplendor. No me refiero solo a las bodas, sino a cada aspecto de nuestras vidas. Queremos tener el mejor coche, la casa más moderna, las vacaciones más exóticas. Incluso los pequeños acontecimientos se convierten en espectáculos para demostrar un estatus social. Esta obsesión por aparentar puede llevarnos a tomar decisiones que, a largo plazo, resultan insostenibles y, en muchos casos, perjudiciales.
Pero esta tendencia no solo afecta a nuestra economía, sino también a nuestro bienestar emocional. La presión por cumplir con las expectativas sociales puede generar altos niveles de estrés y ansiedad. Las parejas, en su deseo de impresionar, se ven arrastradas a un torbellino de decisiones que no siempre reflejan sus verdaderos deseos, sino las expectativas de los demás. ¿No crees que se resiente la salud mental cuando se prioriza la apariencia sobre la autenticidad? Por eso, hoy en día, muchas parejas están comenzando a replantearse cómo celebrar su amor. Algunas optan por bodas más pequeñas e íntimas, donde lo importante es compartir un momento significativo con los seres más cercanos. Otros incluso deciden prescindir de la boda tradicional y optan por ahorrar para proyectos importantes como la compra de una vivienda, viajar con la pareja o ahorrar para la educación de los hijos. Estas decisiones reflejan un cambio cultural hacia una vida más consciente, donde la sostenibilidad, tanto económica como emocional, comienza a ser una prioridad.
Muchas personas, entre las que me incluyo, hemos aprendido ya que lo importante de la vida no son las apariencias ni de los lujos temporales, sino por la paz interior, la estabilidad y las relaciones significativas que cultivamos. Cuidar la relación de pareja es como cultivar un jardín: requiere tiempo, dedicación y atención constante. El matrimonio no florece solo con las promesas iniciales, sino con la energía que ambos invierten cada día, en pequeños detalles y grandes decisiones. Es fundamental dedicar momentos de calidad, invertir en experiencias compartidas y nutrir la conexión emocional. Se trata de mantener viva la complicidad, el apoyo mutuo y la alegría de caminar juntos. Solo así, un matrimonio puede crecer fuerte y perdurar frente a las adversidades que nos trae la vida.
Entonces, la próxima vez que te enfrentes a una decisión importante, pregúntate: ¿Estoy haciendo esto porque realmente me hace feliz o porque quiero impresionar a los demás? La verdadera grandeza no se encuentra en ser los más admirados, los más famosos o los más exclusivos; se encuentra en tener la valentía de elegir lo que es auténtico y esencial, por encima de lo superficial y pasajero. La vida es efímera, y a veces no te da una segunda oportunidad para corregir los errores. Recuerda que las apariencias deslumbran, pero las decisiones sabias y profundas son las que construyen una vida verdaderamente brillante.
Porque, cuando las luces se apagan y los aplausos se desvanecen, solo queda aquello en lo que hemos invertido con sabiduría: nuestras relaciones, nuestro bienestar y las decisiones que construyen nuestro futuro.
¿Te lo imaginas?
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