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Mientras festejábamos el Día de Canarias, en Madrid celebraban un verdadero aquelarre liberticida en el Congreso aprobando la Ley de Amnistía. La amnistía fulmina el sistema político del 78, lo que no me conmueve. Acaba con la Constitución del 78, que curiosa y esperpénticamente no contempla esta aberrante medida legal. Era una muerte anunciada, el final de un sistema pésimamente estructurado, que ha mantenido a sagas enteras de golfos partidistas e inútiles apoltronados.
Provoca una sincera repugnancia observar a 177 diputados, que llevándose la contraria a sí mismos, e incumpliendo todas sus promesas electorales, hacían de palmeros en una triste jornada imposible de olvidar. Han sido 177 diputados, con sus nombres y apellidos, los que apostaron por posicionarse por encima de las leyes -es decir, del pueblo del que emanan-, para borrar los delitos de un grupo de malversadores, sediciosos y golpistas, así como las condenas que les fueron impuestas por los tribunales, en juicios justos y con absolutamente todas las garantías procesales. Y no es para que vuelva a imperar la concordia en Cataluña, cosa que a su Sanchidad le importa un bledo, sino para pagar los siete escaños que permiten que el PSOE permanezca en el poder unos meses, en un ejercicio de corrupción política nunca visto. Concretando, el Gobierno se sitúa, así, por encima del Poder Judicial, aplasta la separación de poderes, el imperio de la ley y el principio de igualdad de todos los españoles.
Justo días antes, nuestro Gran Timonel, disertó en esa misma Cámara solicitando cortesía a los restantes miembros de la casta política. Algo de ponderación y sana educación, para poner punto y aparte en la deriva de crispación, que a él le duró menos de media hora, lo que tardó en transformarse en justo lo que criticaba, e insultar, descalificar y excluir a cualquiera que no comparta sus geniales ideas. Su Sanchidad va alternando el estilo de Dr. Jekyll y de Mr Hyde, así, en un párrafo se queja de los insultos y en el otro insulta; en uno rechaza la mentira y en el siguiente miente; en un párrafo se queja del lodazal y en el otro chapotea feliz en el lodo. Si aplaudes mi discurso eres un progresista eco resiliente, si no es así, un cavernícola de la fachosfera. Y mientras se vende el futuro del país por siete fariseos votos, se empantana la realidad, polarizando artificialmente a una ciudadanía, que no ve resuelto ni uno de sus cruciales problemas.
La amnistía no es tan mala. Lo catastrófico es lo que puede venir después, el referéndum, pero la amnistía es solo una humillación y la constatación de que el sistema fue y es un error. De esta forma, nuestro amado líder cumplimenta en seis años que lleva en la Moncloa el plan de devastación democrática que a Chávez le costó dos decenios sin las limitaciones de la Unión Europea. Lo que queda de Venezuela con el criminal Maduro, es un clarísimo manual de cómo se echan a perder las democracias, y aquí les compramos tan peligrosa receta.
Han ejecutado tantas y tantas barrabasadas con el insoportable silencio de la sociedad, con el callado consentimiento de nosotros, que todavía podemos ir al supermercado. Piensan que aquí no puede ocurrir lo de Venezuela…
Han adulterado el Código Penal con su reforma del delito de malversación y la supresión del delito de sedición. Para cumplir con las exigencias de los golpistas catalanistas, a cambio de sus siete votos, que le permitan seguir en el poder. La famosa Ley del Sólo sí es sí, ha beneficiado al menos a uno de cada diez delincuentes sexuales. Y se supone que es una ley feminista, del gobierno progresista de su Sanchidad. Casi todo lo que tocan lo emponzoñan y envenenan, o sencillamente se forran.
El Ministerio del Interior publicó los datos de denuncias de ocupaciones ilegales de viviendas en 2022. Son 17.000, un 15 % más que en 2019. Ya hay juicios, de ocupas que denuncian a otros ocupas, por el mismo delito, que no es un delito. Pero mientras, aquí no se construyen viviendas, ni se libera suelo, desde hace más de 30 años.
Vergüenza por las declaraciones de la señora Nogueras, o de Junqueras, hablando de triunfo de la nación catalana. Ya deberíamos estar plenamente aborregados, con la vergüenza de los pactos con Bildu, sellados con la sangre de más de 800 muertos. Pero claro, debe imperar la concordia y la tranquilidad. A la cobardía y a la más exasperante pasividad le llaman sosiego.
Desde Moncloa se ríen de nosotros: «Hemos rebajado los impuestos a la clase media y trabajadora». Sin embargo, España se sitúa en el primer puesto europeo en subida de la presión fiscal. Desde 2018 el gobierno progresista ha aplicado 69 aumentos de impuestos sucesivos, dirigidos fundamentalmente a acabar con la clase media. La clase media es importante no sólo en función de su poder adquisitivo, sino porque de ella emana el sentimiento de pertenencia a una entidad más grande que el individuo aislado. En ella residen los principios en los que una sociedad se reconoce y los valores que modelan su prosperidad: la capacidad de esfuerzo y sacrificio, el tonificante espíritu crítico y la confianza en el futuro.
Al parecer a mis amigos, familiares y conocidos no le aparecen las mismas noticias, sino que el algoritmo a ellos les fomenta su felicidad 2030 perseverando en edulcoradas y sesgadas noticias que demuestran que la economía va o como una moto o como un cohete. Y, por supuesto, que toda la culpa es de Franco, que por si no se acuerdan falleció en su cama en 1975.
Entretanto, a medida que la retórica igualitaria del progreso se vuelve más insistente, lo que encontramos es una sociedad en la que las desigualdades no dejan de crecer. Sé que el tono de mis escritos aburre al más paciente, pero a Ustedes no les salen las mismas noticias que a mí en el día a día. No se sienten agredidos ante una tropelía sin igual como esta injusta e ilegal Amnistía.
No generamos ninguna reacción. Pueden actuar impunemente. Lo saben. Uno siente vergüenza de sí mismo y de las cosas que se llegan a decir. Ni somos tontos ni podemos considerarnos engañados. Posiblemente reaccionaremos cuando sea demasiado tarde.
Sigo pensando que mis algoritmos están atrofiados de tanto avisarme, y me niego a que me cieguen a otras realidades más positivas, pero la voz de alarma hay que oírla. No se puede estar mirando hacia otro lado, no queriendo ser testigo de lo que pasa. Somos testigos… y cómplices. No debemos, no podemos ser indiferentes a la ilegalidad, el abuso y la injusticia.
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