El entorno del antiguo y tan tradicional Día de la Inmaculada, en las últimas décadas del siglo XX y primeras del actual, no sólo se ... ha transformado, sino que se ha adecuado a perspectivas y realidades que señalan la evolución del mundo actual y sus costumbres más globalizadas. Aquello de la llegada de la Navidad con la preparación de los Nacimientos -o de 'los Belenes', como cada cual prefiera-, por el 'día de la Inmaculada', o el 13 de diciembre, casi ha pasado a la historia, de no ser porque el largo 'puente' que suele traer estos días, que es el momento que mejor le viene a muchas familias para el engalanamiento navideño de sus casas, pero sabedoras que llegan tarde, pues el ambiente de las ciudades es otro y se encuentran ya decoradas e iluminadas desde muchísimo antes, forzadas quizás por una suerte de voracidad comercial que, desde hace años, hace que a finales de octubre ya se escuchen villancicos en algunos establecimientos.
Sea como fuere, hoy más se habla del 'puente de la Constitución', o 'puente de la Inmaculada' que del 'día de…', y esto es lo que quizá más refleja los cambios que se han dado. Es un momento que miles de personas también aprovechan para viajar a los más dispares destinos, para pasar unos días en zonas de turismo de playa, y la climatología lo permite cada vez con mayor asiduidad, o en el campo, e incluso para asistir a actividades de muy distinta naturaleza que se programan aprovechando fechas tan propicias como estas.
Hoy hablamos, llegados estos días, de constitución, Inmaculada y patronas militares, que son las efemérides o eventos inalterables que mantienen la esencia del largo 'puente' -lo de 'largo' según cuadre cada año en el calendario-, aunque en muchos casos estas celebraciones casi se resuman en celebraciones de carácter oficial, o formal, a excepción de los grandes festejos populares que la Inmaculada aún convoca en determinadas localidades, como ocurre en Gran Canaria por las tierras de Jinámar o la Villa de Agaete.
El primer día, digamos que desde 1983, es la celebración del Día de la Constitución, con el que se evoca aquel 6 de diciembre de 1978 cuando se aprobó el texto constitucional, que hoy rige vidas y haciendas públicas y privadas en la actualidad. El propio decreto que establece esta conmemoración oficial, el Real Decreto 2964/1983, de 30 de noviembre, señala como a «fin de solemnizar adecuadamente el aniversario de la fecha en la que el pueblo español ratificó mediante referéndum la Constitución, el Gobierno ha considerado oportuno adoptar las medidas conducentes a dicho fin». Pero no debiera quedar esta remembranza constitucionalista, que supone, además, recordar el retorno a las vías democráticas, en meros actos oficiales o institucionales, pues debería ser motivo de evocación no sólo de lo que propone el texto actual, sino de la convulsa historia del constitucionalismo español, desde la Constitución de Cádiz de 1812 -me niego a introducir como primero y pionero el Estatuto de Bayona de 1808, un artificio hecho por extranjeros de acuerdo a sus intereses-, que fue reflejo de las propias agitaciones y tensiones institucionales y políticas que atravesó España en los siglos XIX y XX. Fue muy leído y comentado, cuando en 1977 salió a la calle en pleno fragor constitucionalista, el libro del catedrático Eliseo Aja y del político y jurista Solé Turá 'Constituciones y períodos constituyentes en España (1808- 1936). Madrid: Siglo XXI', un magnífico manual, con unas perspectivas de divulgación muy efectivas, y con unas conclusiones propias que no alteraban la narración histórica. Una obra que en la actualidad puede ser piedra de toque en la reflexión y el debate que cada 6 de diciembre debiera darse en muy diversos ámbitos educativos, culturales y sociales, como la mejor celebración del Día de la Constitución.
Y si la propia Constitución de 1978 señala, en su artículo 30, como todos «los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España», nos encontramos también que en estos primeros días de diciembre son ya tradicionales los actos y celebraciones en honor de las patronas de Artillería, Infantería y Aviación, Santa Bárbara, la Inmaculada Concepción y la de Loreto respectivamente. Unos eventos que en Gran Canaria tienen un enorme arraigo y a los que se vinculan no sólo autoridades civiles y representaciones institucionales, sino muchísimas familias isleñas a las que pertenecen cientos de miembros de las Fuerzas Armadas en las islas, o miles de grancanarios que siempre se han sentido muy ligados a estos destacamentos militares, desde que en años juveniles cumplieron en ellos con el entonces servicio militar obligatorio.
Pero no queda en ello la fuerza y el calado de esta vinculación de Isla y representación de las Fuerzas Armadas. Se trata de una vinculación íntima, sentida, muy propia, y diría que hasta identitaria, que ha caminado a través de la historia, desde aquellos siglos en los que isleños de a pie, de todas las profesiones y estamentos sociales, y militares profesionales -al modo y manera de cada época- permanecían permanentemente en una estrecha, dinámica y efectiva unión en la defensa preventiva o activa, pero siempre eficaz -sólo logró tomar la ciudad el almirante holandés Van der Does, gracias al número imponente de su armada, un hecho de armas que se convirtió en la principal victoria de la Gran Canaria sobre sus enemigos, y en buena medida gracias a esa sólida unidad de sociedad-fuerzas armadas-, que hoy puede y debe ser tomada como precedente, y hasta como referente, para esa cultura de 'seguridad y defensa' que deviene de la Constitución vigente.
En cuanto a la celebración de la Inmaculada se sabe que es vieja y arraigada, pues, como señala el investigador y sacerdote Santiago Cazorla León, «desde antiguo es tradicional en la Catedral de Canarias poseer un lienzo de Nuestra Señora de la Concepción», el primero de ellos a comienzos del siglo XVII, cuando el 15 de diciembre de 1623 lo entrega el deán Mexía. Entre los varios que existen este templo destaca el gran lienzo obra de Juan de Miranda fechado en 1797. Desde la Catedral la devoción por la Inmaculada se extiende y arraiga en muy diversos lugares de la isla, quizá a raíz de la disposición del obispo Diego de Muros en 1505 obligando a que se respetara la Festividad del 8 de diciembre en honor a la «Concepción de Nuestra Señora», aunque hay testimonios que por Jinámar ya se celebraba y era fiesta popular con mucha antelación a ello. Hoy la parroquia, heredera de la antigua ermita, custodia una talla de la Inmaculada datada en el siglo XVIII, que recuerda la tradición de aquella que llegó siglos antes por la playa de Jinámar. Y en la Villa de Agaete la devoción a la Inmaculada se ha instituido como copatrona local junto la de 'Las Nieves'. Un fervor que aquí tomó cuerpo y arraigo en el siglo XIX, por lo que, al construirse el magnífico tempo actual en 1875, se consagró a 'Nuestra Señora de la Concepción de Agaete', y desde tiempos ya tan lejanos se inició la tradición de unas celebraciones muy floridas y animadas, que este año ha pregonado el reconocido pedagogo y profesor de Ciencias Sociales, José Antonio Godoy Rodríguez.
Sea como fuere, un puente y unos días en los que constitución, Inmaculada y patronas militares definen y mantienen la sustancia y las tradiciones de estos días, arraigados ahora en el ser y sentir de la contemporaneidad.
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