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La revolución que este restaurante ha traído al panorama gastro capitalino tiene un responsable: Matteo Pierazzoli. Para quien no lo conozca por su nombre, sí que lo sabrá ubicar tan pronto como le nombremos otros locales donde Matteo ha dejado la constancia y el buen sabor de toda su maestría: Embarcadero y Ceniza, además de una dilatada experiencia en famosos restaurantes como Casa Marcial. De hecho, de él se dice que, muy probablemente, sea el italiano que mejor fabada cocina en el mundo.
No hay producto que se le resista a sus manos, a su técnica y a su creatividad, pero, sin duda, las auténticas raíces de Matteo hoy encuentran su razón de ser en este local que desde que abrió sus puertas, la reserva es esencial y donde Pierazzolli ha creado un ambiente exclusivo pero muy acogedor al que no le falta detalle, desde la decoración hasta la iluminación y, por supuesto, un segundo ambiente más distendido para aquellos que sean de barra y no le falta una cómoda terraza y un reservado para doce personas.
La buena sintonía de todo el equipo se percibe desde la bienvenida y en este local se hace obligado preguntar por cada plato porque estarán encantados de detallar denominaciones de origen, ingredientes, historia de cada plato y hasta la exposición del género que se trate.
Porque Matteo y su equipo levantan un puente hasta su Italia natal y lo acercan al comensal en cada una de las elaboraciones. De hecho, si no fuera porque se trata de un restaurante, en la cocina del Rígolo nos sentiríamos como la cocina de una casa.
Matteo y toda su dilatada experiencia enlazan producto-técnica-tradición, respetando la receta original así como el origen en cada una de las elaboraciones, artesanales y genuinas y verlos ejecutando cada plato es un auténtico espectáculo.
El plato de embutidos y quesos italianos que seleccionan en Rígolo ya es famoso en la capital grancanaria. Una auténtica clase de geografía la que se expone en la mesa, con lo mejor de aquí y de allá de la península itálica. Una forma excepcional y se podría decir que imprescindible de arrancar la experiencia.
Otro bocado que está marcando las «migas» que llevan hasta este local es su buñuelo de mascarpone y «nduja», un embutido típico de la cocina calabresa, ligeramente picante donde el pimentón y el queso mascarpone se alinean a la perfección. Unas bolitas que juegan al despiste con el comensal y a las que no les falta contundencia.
El entusiasmo de Matteo y su equipo por complacer al paladar ya está marcando tendencia en la capital y es que prácticamente es imposible decir no a lo que proponen: los raviolis de berros y espinacas son imprescindibles, cualquier pasta fresca con el ragú auténticamente genovés, elaborado tras horas de calor y un mimo especial que llega al paladar a través de la textura y también tiene que probarse sus tallarines con cordero, otro de sus platos estrella.
Otros más tradicionales, como su risotto al «funghi», marca de la casa elaborado con setas de temporada, mantequilla canaria y queso «Grana padano». Un plato exquisito, cremoso y campestre. Un verdadero ejemplo de lo que hoy se denomina «confort food» o la carbonara donde Pierazzoli reedita los clásicos de la cocina italiana desde el rigor que merecen.
La carta del Rígolo también es una declaración del recorrido de este chef, a quien no se le resiste una ensaladilla rusa o unas papas delicadamente aliñadas con sardina ahumada. Su tentadora exposición de fritos, aparte de sus buñuelos, dejan constancia de una técnica perfecta con sus croquetas de jamón o sus delicados espárragos en tempura y terriblemente adictivos. Y es que Matteo ha venido a concentrar todo lo que sabe hacer para ofrecerlo al público sin guardarse nada.
Tres delicias dulces componen el total de la carta de postres, la primera propuesta la clásica panacota elaborada con fruta de temporada de la huerta canaria, como buen italiano no podía faltar en su carta el pistacho garrapiñado y también en crema que acompaña a un helado casero de chocolate, pero si de verdad quiere entrar de lleno en el mundo creativo de Pierazzoli, atrévase con el helado de chocolate blanco con vinagre de Módena D.O envejecido durante 35 años.
Esencial que reserve mesa antes de acudir para no perderse la experiencia y mucha atención al comienzo de la barra donde se exponen productos exquisitos y exclusivos de la gastronomía italiana y se los puede llevar consigo a casa.
Toda la información de Rígolo, pinchando en este enlace.
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