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Una fuga de San Diego sin fuga cuando estudiaba la ESO abrió el camino. Alejandro Jesús Rodríguez Rubio recuerda que fue el único que asistió a clase ese día y recaló en Música, delante de un piano que comenzó a tocar. Esta casualidad despertó un innato talento musical latente que acabó con aquel adolescente grancanario ingresando en el Conservatorio Superior de Música de Canarias, donde realizó los estudios superiores de pedagogía musical con instrumento órgano. Hoy, este galdense de 29 años es un pilar en la restauración y recuperación de órganos eclesiásticos en las islas y poco a poco en el extranjero. A esta faceta le suma la de intérprete, que ya ha mostrado en varios conciertos en público, y para lo que sigue su formación en el Conservatorio a las órdenes del profesor Volodymyr Kotenko.
«Empecé a restaurar con 15 años. Aunque primero empecé con los armonios, que son muy similares, pero en vez de tubos lo que tienen son lengüetas. Después ya fue creciendo la cosa poco a poco y empecé también con los órganos», explica este graduado en Ciencias del Mar por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
«El primero fue el armonio de San Isidro, en Gáldar. Tenía mucha carcoma. Lo iban a tirar a la basura y por eso me lo llevé. Lo restauré y hasta le hice un mueble. Varios meses después el párroco lo vio en mi casa y dijo de llevarlo de vuelta a la iglesia. Le recordé que en su momento lo iban a tirar a la basura, por lo que era una donación mía. Y volvió a la iglesia, aunque estaba muy transformado, porque en aquella época yo no miraba las cosas desde un punto de vista histórico. Hoy sí que lo hago. Antes solo buscaba que funcionaran de nuevo. En aquel momento, con solo 15 años, hice el fuelle, la lengüetería, lo armonicé y fabriqué el mueble», rememora este organero –término que define a las personas que restauran y mantienen los órganos– y organista –los que los tocan–.
«Después de ese armonio vinieron más, como el de San Lorenzo, Tenteniguada, Bañaderos... y también en otras islas. Tras lo que empecé a restaurar los órganos. El primero fue el de San Mateo», por el que recibió un reconocimiento honorífico por parte del Ayuntamiento, subraya.
«Empecé a trabajar en ese órgano en 2018 y se terminó en 2022. Llevaba 70 años sin funcionar y estaba desmontado. Vengo de una familia de albañilería, por lo que todo el tema mecánico lo he vivido desde que era un niño. En los órganos hay que distinguir entre los mecánicos, que son los más básicos, y después están los neumáticos, que son muy complicados. Desde Portugal, por ejemplo, me llamaron porque no encontraban a nadie para restaurar porque allí no controlaban los órganos neumáticos. También hay órganos de transmisión eléctrica y de transmisión proporcional, que es con fibra óptica y cable de datos. En Canarias, casi todos son neumáticos o mecánicos, aunque hay algunos eléctricos, como el de Arucas, y de transmisión proporcional, como es el caso del que tiene el Auditorio de Tenerife. Yo he trabajado en la restauración de los cinco tipos de órganos», comenta orgulloso.
Su primer trabajo como organero de gran calado fue el que realizó en Portugal entre el 2020 y el 2021. También ha restaurado estos instrumentos históricos en Alemania y Bélgica durante 2020, en Francia dos años después y este año saltó el charco hasta Estados Unidos. «Restauré unos órganos en Connecticut y Nueva York. Eran de iglesias que se vendían y a veces los órganos valen más que el propio edificio. Los desmontan y se los llevan a otros sitios y para eso es para lo que me contrataron. Se quedaron muy contentos por la forma en la que trabajé, porque yo me adapto a todo», asegura.
En las islas, además del de San Mateo anteriormente mencionado, ha restaurado el de la iglesia de San Andrés y Sauces, en La Palma, isla donde ha ejercido también para el mantenimiento de otros de carácter histórico, al igual que en Tenerife.
Accede a estos trabajos gracias al nombre que se ha ido labrando en estos años, ya que ni siquiera ha puesto en marcha una página de internet para publicitar y comercializar sus trabajos. «No tengo una web, pero tengo bastante trabajo. Es una idea de futuro, pero ya sin página, a veces, no puedo abarcar tanto. Si haces bien un trabajo difícil como este, siempre te llaman. Esto no es un trabajo de fontanería. Los organeros están contados, porque los hay que, por ejemplo, son especialistas de cosas concretas. Algunos que solo restauran y hacen tubos. Yo lo hago todo. En España hay cuatro o cinco empresas a nivel nacional y sumando a los que trabajan en sus talleres, pueden ser unas 200 personas», dice Rodríguez.
A la hora de trabajar, reconoce que primero analiza en persona el órgano para ver su estado. Después realiza un estudio histórico, para saber cómo era originalmente y para ello, en ocasiones, tira de conocimientos de otros órganos o armonios que fueron elaborados por los mismos constructores en la misma época. «Normalmente trabajo solo, pero si son obras grandes, subcontrato. No a cualquiera, tengo amigos que se dedican a la artesanía que hacen cosas concretas, aunque no los dejo nunca solos. Si trabajo con un pintor para la policromía del órgano, se mezclan los productos originales con los que fue pintado, no añadimos nada nuevo. Si el órgano originalmente tenía una mancha en un sitio, lo respetamos. Tenemos que ser muy fieles. Por ejemplo, en los órganos se utilizan unos pegamentos especiales que muchas veces los fabrico yo. Si faltan tubos, intento conseguir las planchas de la misma longevidad de los originales o de otros órganos similares. Las pieles para los fuelles las pido a Alemania. Suelen durar unos 30 años y si el órgano tiene el mantenimiento adecuado pueden llegar a los cien años. Hay que ser lo menos invasivo posible. Es como si a la hora de restaurarlo no hubieses estado presente, aunque sí que hayas estado», apunta sobre un trabajo que reconoce que es «un gran reto», ya que cada instrumento es un mundo y tiene unas peculiaridades técnicas y sonoras diferenciadas.
A pesar de su trayectoria, Alejandro Jesús Rodríguez reconoce que en el archipiélago aún no cuenta con el reconocimiento que se ha ganado con su trabajo. En parte por la presión de las empresas nacionales a las que las instituciones siguen contratando para la restauración de los órganos más significativos. Sin embargo, poco a poco está cada vez más presente para las instituciones. También porque, dice, le siguen viendo como «el niño de los órganos. Soy 'el chico de los milagros'. Falla el fuelle del órgano de la Catedral de Santa Ana, me llaman para que lo arregle sobre la marcha para poder tocar. Ese fue el primer órgano grande para cuyo mantenimiento me llamaron, junto con el de Arucas. Es un trabajo que me encanta, pero no sé si en un futuro me dedicaré exclusivamente a esto. Tengo claro que lo importante es que los armonios y los órganos no se pierdan», puntualiza quien además de restaurar los órganos los armoniza y afina.
Aspira a que las piezas que revive no pasen a ser objetos decorativos. «Lo ideal es que se toquen una vez a la semana y como mínimo una vez al mes para que no se estropeen», advierte. Para ello lleva a cabo una labor pedagógica. Ha escrito libros sobre su proceso de trabajo con algunos de los órganos y lo ha grabado audiovisualmente para que la ciudadanía valore lo realizado. «Ahora, obligo, entre comillas, a que haya un proyecto pedagógico detrás de la restauración de cada armonio y órgano. Incluso, estoy fabricando un órgano pequeñito para construirlo en clase y montarlo con los alumnos. Así lo viven y después ya saben lo que van a escuchar cuando los llevemos a ver uno mientras lo tocamos», destaca quien vio reconocida su labor pedagógica e investigadora con el título honorífico de Illustrissimo Professore otorgado por el Dicasterium de Cultura et Educatione de Cittá del Vaticano.
Estudia tercero de interpretación de órganos en el Conservatorio, aunque ya ha tocado en el 4º Ciclo de Órganos históricos de Gran Canaria, que organiza el Taller Lírico de Canarias; en el concierto 'Un punto azul' de la Orquesta Comunitaria de Gran Canaria, donde acometió la pieza para órgano y orquesta 'Cyprès et Lauriers', de Camille Saint-Saëns, en el Auditorio Alfredo Kraus; en el Ciclo Antiqva, en el Teatro Pérez Galdós, donde fue solita de armonio en el concierto 'Petite Messe Solennelle' de Rossini, en 2023; en los ciclos de conciertos de la Real Academia de Bellas Artes San Miguel Arcángel de Canarias, tocando como solista el órgano que él mismo restauró en la iglesia de San Andrés y Sauces, en La Palma, en el concierto titulado 'Un nuevo renacer', entre otros.
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