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Eliska sueña todavía que se cae al agua, nada y alguien le dice «no te preocupes, todo está bien». Hoy también en Ajuy es día 30, pero de septiembre, soleado y con el mar en calma, todo muy distinto cuando hace exactamente seis meses fue rescatada de morir ahogada tras dos horas y media de nadar y flotar en medio del temporal. Eliska Waclawkova y Martin Meravy han regresado a las Cuevas de Ajuy, en el municipio de Pájara, mirando en silencio el mismo mar, los mismos riscos y hasta la misma boya de fondeo de barquillos donde logró agarrarse aquella noche.
Eliska (24 años) y Martin (33 años), nombre reales de la pareja que vive en Olomuc (República Checa), prometieron a Laura Quesada González, su intérprete aquella noche del 30 de marzo, volver al pueblo que iluminaba a la chica con sus linternas, que le gritaba que no se desanimara, que se alejara de los riscos, que ya, ya, venía el helicóptero de rescate. «Es otro lugar: luminoso, con el mar sin olas. ¿Cuándo llueve aquí?», interroga en un español que lleva estudiando desde hace tres años Eliska, Eli para todos.
No sólo sueña que se vuelve a caer, pero que alguien la tranquiliza, también sigue sintiendo los nervios en el estómago cuando este mediodía se asoma a las Cuevas de Ajuy. Hasta este mediodía, seis meses más tarde le tiembla un poco el cuerpo a esta ayudante de profesora que también tiene otro sueño bien distinto: ser maestra.
También hoy pueden publicarse sus auténticos nombres y país de procedencia. Hace seis meses, no querían que sus familias se enteraran por los medios de comunicación y que se asustaran. «Cuando por fin pude contarles a mis padres el rescate, mi madre me pidió que por favor no volviera a acercarme a ningún acantilado».
Martin, programador y diseñador de páginas web, recorre este mediodía en diez, quince minutos, a paso lento, lo que hizo corriendo el 30 de marzo en busca de ayuda entre los vecinos de Ajuy, cuando el temporal lo tiró a él contra los riscos y a ella al mar oscuro. «En realidad, el tiempo que estuve intentando flotar y nadar me pareció corto. El chico del helicóptero de rescate, cuando me izaron, me preguntó cuánto tiempo creía yo que había estado dentro del agua y le contesté que poco, si acaso media hora». En realidad, fueron dos hora y media -precisa Laura- que llevan grabadas también en forma de tatuaje en los brazos: olas, riscos, un brazo rescatando a otro brazo y una sola palabra: Fuerte.
Este mediodía se ríen cuando se les pregunta si practican deporte en Chequia. «Muy, muy de vez en cuando, nado en un lago o en un río en mi país, pero nada más. Tampoco somos los dos de ir al gimnasio y hacer pesas, ni nada parecido».
El anterior viaje, los dos llegaron en realidad a Maspalomas (Gran Canaria) con un grupo de amigos. Sólo ellos decidieron darse un salto de un par de días a Fuerteventura, parando en los atardeceres y las Cuevas de Ajuy que no vieron cerradas por temporal por la Policía Local de Pájara porque alguien tiró la señal a la basura.
Ahora vuelven por una semana y se quedan en El Cotillo, aunque la primera parada obligatoria es Ajuy. «Estaremos eternamente agradecidos a la gente del pueblo, la Policía de Pájara, Emergencias del Cabildo de Fuerteventura y personal del helicóptero Helimer de Salvamento Marítimo», traduce Laura Quesada a cada momento.
Aunque protagonistas de esta experiencia de supervivencia intensa -como la ya amiga traductora resume- Eli y Martin juegan entre foto y foto a tirarse arena, se dejan querer por el sol sentados sobre la chalana. «Fue sobre todo muy difícil y angustioso contarles a mis padres el rescate porque, mientras estaba en el agua, pensaba todo el rato qué pena que no le había dicho suficientes veces a mi madre que la quería, que la quiero».
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