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En el catálogo de pesadillas de los padres hay cosas grandes y pequeñas. Y quizá el hecho de que los hijos no tengan amigos no parezca a priori un terror colosal -no es una enfermedad, ni una adicción, ni ninguno de esos problemas recogidos en el capítulo de los grandes dramas-, pero resulta dolorosísimo. Pocas cosas hieren más que saber que nuestros retoños se quedan solitos en el patio del cole a la hora del recreo, que nadie les elige para hacer un trabajo o para quedar fuera de clase, que no les invitan a cumpleaños... Puede que este tipo de situaciones sean eso que llamamos despectivamente 'problemitas del primer mundo', pero se han convertido en una pesadilla para muchos progenitores y, por supuesto, para los chavales afectados.
Según ha revelado la Encuesta Nacional sobre Salud Infantil del Hospital de Niños CS Mott, de la Universidad de Michigan, casi el 20% de los padres asegura que sus hijos no tienen amigos o no los suficientes. Y el 90% considera que a su hijo le gustaría hacer nuevos amigos. Además, tres de cada cuatro admitían haber tomado medidas durante el último año para ayudar a sus hijos a socializar. Sus estrategias incluyen organizar citas para jugar o salidas (41 %), inscribir a sus hijos en actividades para conocer a niños con intereses similares (40 %), darles consejos sobre cómo hacer amigos (33 %), tratar de hacerse amigos de otros padres que tienen hijos de la misma edad (24 %), permitir que sus hijos usen las redes sociales para conectarse con amigos (16 %) y comprar artículos para ayudar a sus hijos a «encajar» con otros niños (10 %).
¿Son efectivas estas ideas? «Los padres pueden ayudar a sus hijos a hacer amigos con más facilidad buscando una actividad en grupos pequeños que les guste, creando así una oportunidad para conectarse con compañeros pero sin la presión de hacer amigos», aconsejan los autores de la investigación. Esto, en edades tempranas -el estudio abarca a padres de niños desde los 6 a los 12 años-, porque a medida que se hacen mayores la cosa cambia. «A medida que ingresan en la escuela secundaria, los chavales quieren tener más independencia con sus amigos. Si bien es posible que necesiten que sus padres coordinen los horarios y el transporte, a menudo quieren pasar tiempo con amigos sin que sus progenitores estén físicamente presentes (...) Por lo tanto, para apoyar la creciente independencia, los padres pueden ayudar a pensar en posibles lugares de reunión». Es decir, no es una cuestión que nos resbale: en muchas familias hacen grandes esfuerzos para ayudar a los hijos a socializarse y le dan muchas vueltas al tema.
«Hace poco, un padre me comentaba preocupado que su hijo no tenía amigos. Y cada vez hay más que expresan la misma inquietud», confirma María Padilla, de Capital Psicólogos. A los progenitores les angustia que carezcan de los lazos de amistad sólidos que ellos sí tenían a su edad y lo ven como señal de que algo va tremendamente mal, en sus niños o incluso en su crianza. O incluso lo interpretan como el anuncio de una vida infeliz marcada por la soledad. ¿Estamos sobrepreocupándonos? «Como adultos, solemos ver el pasado con cierto romanticismo, olvidando que en nuestra época también hubo momentos de soledad o dificultades sociales. Y en muchas ocasiones, quienes hoy se preocupan por la socialización de sus hijos vivieron el aislamiento o incluso fueron víctimas de acoso, pero en su momento nadie les prestó atención. Este tipo de experiencias dejan marcas y, sin darnos cuenta, transmitimos esos miedos a nuestros hijos». De este modo, quizá estemos sacando nuestros fantasmas del armario y siendo demasiado protectores, «anticipando los problemas, aunque nuestros hijos estén viviendo un contexto diferente». A menudo intentamos evitar que nuestros hijos pasen por lo mismo que nosotros. «Es un deseo natural, pero la sobreprotección puede generar ansiedad en los niños, que perciben nuestros temores y, sin querer, terminamos reforzando su inseguridad social», advierte.
¿Qué podemos hacer para controlar nuestra angustia y ayudar a los peques y no tan peques a socializarse? He aquí unas claves que nos pueden ser útiles con ambos problemas:
«Hay que fomentar la empatía y las habilidades sociales del chaval, ayudarle a entender la importancia de ponerse en el lugar del otro. Juegos, hablar sobre cómo se siente una persona cuando está sola o la importancia de compartir son maneras de desarrollarlas», plantea Padilla.
No comparar
La psicóloga también aconseja dejar de comparar nuestra infancia con la de nuestros hijos: «Cada generación tiene su manera de relacionarse y eso no tiene por qué ser negativo. Respiremos hondo, no dejemos de observarles y estimulemos su capacidad para conectar, a su manera, con los demás».
No podemos forzar las amistades, pero sí podemos crear entornos donde puedan surgir de forma natural. «Invitar a algún compañero a casa, hacer planes en familia con otros padres y sus hijos o, simplemente, animarles a participar en actividades donde conozcan a gente nueva son opciones que ayudan», asegura.
Enseña a tus hijos a manejar los conflictos, los malentendidos «y que en las relaciones hay que sortear problemas». «Lo importante es que aprendan a no rendirse ante la primera dificultad», indica. «Como padres, nuestra labor no es protegerles de cada pequeño bache social, sino enseñarles a navegar por las complejidades de las relaciones», recuerda.
Para algunos niños, hacer nuevos amigos puede ser estresante y nunca hay que agobiarles. Es mejor mostrarles referentes de amistades sanas (todos tenemos alguna). «Esto puede ayudarles a construir relaciones basadas en el respeto mutuo, y no en el miedo al rechazo», aconseja la psicóloga.
Las amistades de nuestros hijos tienen poco que ver con las nuestras a su edad. «Ahora, las redes sociales, los videojuegos online y el WhatsApp ocupan el espacio que antes llenaban los parques y las plazas -apunta la psicóloga-. Pero cuidado: que cambien los escenarios no quiere decir que el vínculo sea menos profundo... Aunque a nosotros nos cueste entender cómo nuestros hijos pueden llamar 'mejor amigo' a alguien que vive a cientos de kilómetros y al que jamás han visto en persona, para ellos estas relaciones son reales y válidas». Es decir, a veces la preocupación viene de comparar y no entender...
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