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María José Ferrero Beneitez, en una imagen cedida por ella. C7
Salir del infierno de la violencia machista: «Lo peor fue reconstruirme»

Salir del infierno de la violencia machista: «Lo peor fue reconstruirme»

Víctima ·

De faltas de respeto a ingresar en la UCI con cuatro costillas rotas, lo que la llevó a Viogén. María José Ferrero explica su vida en el infierno y cómo salió de él, una historia que ha llevado a un libro

Domingo, 24 de noviembre 2024

María José Ferrero Beneitez (53 años) nunca imaginó que para vivir iba a tener que pasar por casi morir. Nacida en León en 1971, recaló en Canarias de manos de su «gran verdugo», como lo llama ahora. El hombre con el que compartía su vida y que se la destrozó. «Lo peor fue reconstruirme», explica este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres tras vivir en el infierno de la violencia machista.

Como víctima María José Ferrero es una de las mujeres incluidas en el Sistema de seguimiento integral en los casos de violencia de género (Viogén), hoy un caso no activo como sí lo son las casi 6.700 mujeres que viven en las islas. Y aunque las palizas son la violencia que se ve, tiene claro que la espiral de destrucción es mucho más profunda. «La violencia de género va más allá de una agresión física. Es un daño físico, pero también psicológico y económico», asegura. «A veces el Gobierno te da una ayuda de 480 euros, pero el sistema te cierra puertas cuando tienes deudas», añade. Este fue, además, su caso.

Cuando llegaron a Canarias el patrimonio lo traía ella, que viene de una familia «que se ha dedicado a la política» acostumbrada a vivir con holgura. Montó un restaurante «a su nombre», dice. Un negocio en el que empezó como relaciones públicas y terminó como «freganchina», metáfora de lo que fue en ese tiempo su vida. Al principio las agresiones eran verbales. Faltas de respeto, dice ella. Pero con el tiempo «empezaron a ser físicas». De hecho, llegó a estar ingresada en la UCI con «cuatro costillas rotas», recuerda. Y, además, la dejó «con una deuda astronónica». La tuvo encerrada en su casa y le partió un palo en una pierna.

En medio de esa vorágine y espiral de violencia María José Ferrero pidió ayuda a su familia, pero esta le dio la espalda. «Si quieres un plato de comida vas a Cáritas», dice que le dijeron en su casa. Esa noche, con su vida desmoronada y sin una mano a la que asirse intentó quitarse la vida. «Gracias a la policía y al 112 hoy estoy aquí», afirma.

«Al principio me engañó. Me dijo que no iba a volver a pasar, que no lo haría más... Pero no tardó en repetirse»

María José Ferrero Beneitez dio un paso de gigante. Le puso una primera denuncia a su maltratador al que impusieron una orden de alejamiento. Pero «por miedo, por la deuda, por la soledad..». No lo sabe bien, pero sí recuerda que le perdonó, lamenta.

La tranquilidad le duró solo un mes. «Me engañó. Al principio me cuidaba. Me dijo que no iba a volver a pasar, que no lo haría más… Pero no tardó en repetirse. Tras la última denuncia yo ya no podía seguir así. Me destrozó tanto física como psicológica como económicamente», añade. Muchas mujeres, afirma, han dejado de trabajar, «te apartan» de tus amigos, de tu familia, explica. Y pone un símil. «Es una tela de araña que te atrapa, de la que no sabes cómo salir y en la que no sabes cómo te has metido».

A lo largo del relato se le entrecorta en varias ocasiones la voz. «Pero no te preocupes, ahora estoy bien. Es solo que me emociono», dice. Y está segura de querer contar su caso y dar la cara pues cree que quizás su experiencia sirva para que no le pase a ninguna mujer o a ninguna joven. «No pienso callarme más», dice convencida.

«El me decía al principio que como mi familia era así [en referencia a un medio-alto estatus social] él no caía bien, Me decía que por qué me maquillaba con lo guapa que era. Que no fuera a la peluquería que con una cola de caballo estaba guapa. El me escuchaba y me decía que mis amigos no le aceptaban porque no era como ellos, Se preocupa por ti y al final estás atada con cadenas invisibles. Crees que te está escuchando y lo que hace es apartarte del mundo», advierte esta mujer que ha sabido atar cabos para comprender por qué le pasó a ella. Sin embargo María José Ferrero Beneitez ya sabe que la violencia de género «no conoce de estatus social, de perfiles bajos o altos, tampoco es de una edad, a mi me pasó con 46-47 años pero te puede pasar a cualquier edad», añade. Las expertas le dan la razón. El perfil del victimario y la víctima de la violencia machista es que no hay perfil.

«Mi hija fue un daño colateral. También ha sufrido y también ha tenido que reconstruirse. Estoy orgullosa»

Salir se esa madeja «no es un camino fácil», señala. A ella siempre le atrajo el mundo «espiritual y la metafísica» y cuando intentó suicidarse recuerda que alguien le dijo: «Lo más difícil ya lo has hecho, ahora solo queda avanzar», y siguió el consejo.

Su experiencia la ha volcado en un libro, 'Superando las sombras para abrazar la vida' (Círculo Rojo) y anima a todo el mundo a que denuncie porque precisamente en uno de los juzgados encontró a la que llama su «ángel terrenal», alguien que la trató como una «persona», la magistrada María Auxiliadora Díaz. Ella, dice, «supo ver mi parte humana, lo que nadie quería ver ni siquiera mi propia familia». Ahora está escribiendo un segundo libro y el primer capítulo está precisamente dedicado a la jurista «para que la gente empiece a creer en las leyes, porque no todas las personas son iguales».

La violencia machista marca a la víctima, pero también hay «daños colaterales». En su caso, reconoce María José Ferrero su hija, que entonces era adolescente. «Ella fue un daño colateral. También ha sufrido y también ella ha tenido que reconstruirse. Vio a una madre fuerte y guapa, como me decía, convertida en alguien que no reconocía. Estoy orgullosa de ella».

También está agradecida a su «familia no sanguínea» que ha encontrado en el camino y la acompaña. «Es gente maravillosa», asegura.

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