La ralera trae cagalera
Tras el ridículo histórico de cambio de sede para el escenario del carnaval, quien gobierna tiene que ser frío y analítico, saber que la apuesta es fallida y cortar por lo sano para evitar males mayores
La improvisación es un don muy preciado en ciertas circunstancias, entre las que no se encuentra la organización de unas fiestas multitudinarias, sobre todo si ... se trata de las más significativas de la urbe más poblada del archipiélago. El ridículo histórico del traslado del escenario del carnaval de la capital grancanaria al parque de Santa Catalina, tras darse cuenta el Grupo de Gobierno municipal de que el lugar inicialmente elegido –parque del antiguo Estadio Insular– no contaba con las condiciones idóneas, sirve como ejemplo de improvisaciones en lugares equivocados.
Da igual cómo lo justifiquen, a menos de dos meses y medio para que comience la fiesta, el cambio de ubicación es preocupante y alarmante.
En el fondo, no es más que un reflejo de las aguas por las que transita la nave municipal. Alejada de la realidad, de las necesidades de la ciudad y de su población. El nivel de suciedad, que en algunos enclaves roza la emergencia sanitaria, es otro ejemplo.
Pero no nos desviemos. Las apuestas de calado tienen que ser fruto de una reflexión y estudio concienzudo. Y, aunque el carnaval institucional –el callejero es otra cosa– a muchos nos sea indiferente, no quita que reconozcamos su importancia como escaparate de la ciudad. Decidir quién lleva las riendas de este evento de presupuesto millonario es peliagudo. Quien gobierna tiene que ser frío y analítico. Tras el ridículo de este cambio de última hora, queda claro que la apuesta fue fallida y hay que cortar por lo sano. No debe dejarse llevar por la ralera, porque se sabe que trae cagalera y los daños que se avecinan pueden ser de órdago.
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