Los que ya pintamos canas, erigimos la adolescencia en la guerra fría. Sin Internet, pero sí con libros, y radios analógicas para alimentar lo que nos gustaba. La inteligencia naval, antes del mundo digital, bebía de los archivos de fotos de los agregados navales, de ... sus informes, y de la publicación de los Jane's. Biblias de los barcos. Lo que en sus tomos no aparecía, no existía.
Canarias, encrucijada atlántica, sin saberlo, empezó a jugar un papel importante en aquella guerra fría. Rol que se entendía mejor desde Washington, que desde la rancia Madrid. Moscú, habría dado el píe izquierdo de Brézhnev por tener una sola de las 7 piedras canarias como base para su estrategia naval; también marítima, que son cosas diferentes. Una Habana más cercana, pero también con ron.
La jugada hábil de vender la flota pesquera industrial soviética como antesala de crear una relación comercial, en la recta final del franquismo, dio forma a unos lúgubres y graníticos almacenes llamados Sovhispan. El Corte Ruso. Mi madre compraba allí alfombras traídas del lejano oriente de aquel engendro social llamado URSS, muñecas rusas, las famosas Matrioshkas, y hasta una bici Sputnik tuve. Un artefacto de hierro colado que cuando te caía encima, te hacía sentir el peso del socialismo. A esa tierna edad, las chimeneas de la hoz y el martillo que atracaban en el Puerto de La Luz y Las Palmas, en menor medida en Tenerife, representaban algo lejano. Hermético. De esos barcos, desembarcaban tipos genéricos vestidos en camisas marrones de raya diplomática, pantalón de campana, gafas de pasta, y bolsas de Аэрофло́т, que hoy cuestan un potosí en el mercado de lo vintage.
Con los años, se fueron destapando teorías, bastante lógicas, sobre la doble función que aquella flota de arrastreros industriales realizaba en Canarias, ya no como base para faenar en los caladeros del Sahara occidental, sino como una herramienta de preposicionamiento marítimo para pescar información. No es un secreto que muchos pesqueros soviéticos, ahora rusos, van full de electrónica naval para pescar todo tipo de información. Se llama inteligencia naval. Sí, el uso de buques civiles para estas aventuras es tan viejo como la propia navegación.
Una guerra silenciosa que empieza a hacer cierto ruido desde la invasión de Ucrania, y el despliegue que el Kremlin hace de su generosa flota de buques espías, disfrazados de oceanográficos, científicos, research vessels, rompehielos, discretos cargueros, y evidentemente, pesqueros. Los recientes incidentes de corte de cables submarinos en el mar báltico, operaciones de mapeo del lecho marino, y navegaciones extrañas, a la par de varios incidentes 'spoofing', suplantación de identidad, o posición en la mar, 'hackeando' el sistema AIS (Automatic Identification System) han hecho saltar la señal de alarma en occidente.
La flota pesquera rusa salió por patas de Las Palmas, rumbo a Marruecos, a raíz de las sanciones de la Union Europea a Rusia. La misma que mira para Vladivostok, cuando permite que los petroleros de la 'darkfleet' se cuelen, bajo las peores banderas de conveniencia, y sin saber quién es su armador, o si están bajo algún Insurance Club que responda caso de una contaminación, en el puerto capitalino para hacer bunker y pertrechos. El último en fondear, a 700 mts de la Isleta, ha sido el petrolero darkfleet 'New Amorgos'. Un Putin 'rusty bucket' de 250 metros de eslora, con 17 años de navegación, operando ya fuera de las aseguradoras occidentales, y con tres cuartos de millón de barriles de crudo en su panza oxidada sin saber quién es el armador para reclamar una marea negra. Una bomba de relojería medioambiental. Una de las que regularmente transitan entre los corredores de aguas internacionales entre Tenerife-Gran Canaria-Fuerteventura, y que cada vez más, entran a aguas portuarias para hacer bunker. Tic tac. Sólo les recuerdo que 'Spañistan' no verá un dólar de la supuesta aseguradora del 'Prestige'.
Sigamos en Canarias con las latas de cangrejo ruso. Aquella flota pesquera con nombres célebres como 'Aleksandr Mironenko', o el mal logrado 'Oleg Naydenov', incendiado en Las Palmas y hundido al sur de Canarias, otra hazaña estilo 'Prestige' de la administración marítima española, ya embarcaba en su tripulación personal no civil, que tomaba café en el Parque Santa Catalina, bajo la celosa mirada del comisario político que guardaba los pasaportes en la cartera de Aeroflot, no fuera a pedir asilo político algún 'russky' en Casa Ñoño en las Canteras. Eran los años duros de la guerra fría. Los soviéticos imprimían rublos para poder seguir patrullando los océanos, y Canarias era un sitio exótico para ellos. El día después del fin del comunismo, la flota soviética en ultramar se quedó huérfana de identidad. Los pesqueros que estaban atracados en el dique Reina Sofía, amanecieron como buques apátridas, las nóminas dejaron de cobrarse, la hoz y el martillo de la chimenea se convirtieron en el pasado, y países como Ucrania salieron a flote.
De repente, el vacío. De repente, los que vieron la oportunidad, se hicieron con pesqueros factorías por maletines con sólo quinientos mil dólares, y menos, en billetes de cien. Y de repente, nacieron corporaciones pesqueras privadas con bandera en Belize, constituidas con un fax bajo los cocoteros, mientras un señor pintaba la chimenea de azul y amarillo canarión, también ucraniano. Las historias de la mar están llenas de vacíos, y en aguas revueltas, ganancia de pescadores. La letra pequeña fueron los barcos que no se vendieron, y acabaron abandonados. Un marrón para la Autoridad Portuaria, y clientela para el comedor social de caritas, y los abogados de la ITF de Las Palmas.
En el año 1996 [yo] era habitual de estos barcos como traductor de los conocimientos de embarque entre el inglés, y el cirílico, mientras faenaban, y transbordaban carga congelada en aguas de Mauritania a los reefers donde trabajaba. Las tripulaciones de rusos, y rusos b, se alternaban, y reinaba una camaradería a golpe de alcohol barato y bazares, que confluía en el Puerto de Las Palmas para los cambios de tripulación, y las reparaciones. Las Palmas es la gran urbe atlántica que es, gracias a su puerto, me recuerda mucho a Durban, pero esa historia se las cuento otro día. El statu quo de miseria laboral mantenía unida a las crew rusas, e ucranianas, como una especie de primos resignados a la desgracia de haber sido cosidos a la fuerza durante años de comunismo; pero en 2022 todo cambió con la invasión de Ucrania por parte de Rusia y de repente, alguien le puso precio a los ruinosos pesqueros de nombre Profesor lo que sea…Uno de los episodios más celebres aconteció en Las Palmas, donde Moscú y Kiev se reclamaban la soberanía de dos factorías herencia de la guerra fría. Los buques Kaptain Rusak, y Profesor Mikhaylo Alexandrov. Dos antiguallas flotantes, apenas sin tripulación, en estado de pseudo-abandono por sus armadores. Buques que posiblemente fueron vendidos el día después del fin de socialismo por un puñado de dólares a rusos con aspecto de Nicholas Cage, en 'El Señor de la Guerra', con un traje barato, un teléfono satélite tamaño secador, y que son operados por empresas pantallas establecidas en cualquier paraíso fiscal off shore donde no se responden preguntas. Este es el fin de gran parte de la llamada flota rusa, y Las Palmas es el escenario de muchas historias anónimas con sus muelles como trasfondo.
Si tuviéramos que sintetizar estas historias en un sólo nombre, me quedo con el mítico 'Professor Logachev'. Un buque oceanográfico, disfrazado de inocente pesquero, que atiborrado de electrónica naval, lleva desde 1990 paseándose por el globo pescando todo lo que pilla. Otrora un clásico del Puerto de Las Palmas, que actualmente está atracado en Saint Petersburg, pero que en cualquier momento se nos presenta por estas latitudes canarias rumbo a, sólo el Kremlin lo sabe. Otros nombres celebres son los oceanográficos 'Akademik Ioffe', o 'Akademik Fedorov', que lo veremos de vuelta entre islas en unos meses cuando acabe sus quehaceres antárticos. Aunque quizás el episodio más gordo desde Rusia con amor que hemos tenido en Canarias, fue la subida, a la pata coja, desde Angola, y con un fallo en su reactor nuclear, del imponente oso rojo 'LASH Sevmorput'. Un 'Tchernobyl' flotante que pasó al este de Fuerteventura-Lanzarote, con un halo de misterio sobre las deficiencias que presentaba su propulsión nuclear. Otra historia magnifica para contar.
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