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Casi a los dos años de mi llegada a La Laguna cayeron en mis manos algunos folios de poemas imprimidos clandestinamente en la multicopista de la Facultad, allí donde no llegaba el largo brazo de la represión contra escritas ideas, frescos pensamientos, serenas reflexiones.
Uno ... de los textos, de Agustín Millares Sall, invitaba a enfrentarnos a la realidad sociopolítica: «Te digo que no vale / meter el sueño azul bajo las sábanas, / pasar de largo, no saber de nada, / hacer la vista gorda a lo que pasa; / guardar la sed de estrellas bajo llave». Todo el poema ('NO VALE', 1964) y, por tanto, los iniciales cinco versos, están cargados de un lenguaje subyacente, simbólico, figurado: tanto «meter el sueño azul» como «guardar la sed de estrellas» se refieren (sospecho) a las ansias de libertad, tan natural pero tan reprimida...
Tales tiempos lo fueron de profundas y esperanzadoras convulsiones universitarias, pensamientos marcusianos en sus críticas a la sociedad capitalista (Marcuse, filósofo y sociólogo, fue conocido como 'El Padre de la nueva izquierda'). Asistíamos a los estertores de un Régimen que se caía a cachos, el franquista. Y, sobre todo, bullían pensamientos serenamente revolucionarios arribados desde las calles de París, el Mayo Francés, el mismo que echó abajo el corrupto régimen del general De Gaulle.
Hoy, vividos intensamente varios decenios, vengo de regreso y, políticamente, perplejo... mas no desesperanzado, quizás relajado en la misma y más compacta convicción. Y tengo algo claro: salvo la consecución del sistema democrático, mantenido a medias pero cada vez más acechado para meterle la viradilla por dentro y tumbarlo (valen infundios, deshumanizaciones, mentiras, miserias...), casi nada permanece de tales ilusiones juveniles cuando íbamos a comernos el mundo. Si Homo est lupus homini ('El hombre es lobo del hombre, para el hombre', sentencia del romano Plauto, siglo III a. C.), los enfrentamientos dentro de la izquierda están devorando la esencia misma de la democracia: el apoyo popular.
¿Acaso no se han planteado quienes alardean de tal voz rojilla que quizás el votado ascenso de la ultraderecha y la derecha ultra pudiera deberse a desajustes en los mismos partidos autoinvestidos de izquierdosos mientras en ellos florecen perretas internas y cierran los ojos sin pudores ni escalofríos? (Solo la derecha y la extrema ven la corrupción como algo 'normal', y se la disculpan a los suyos.)
¿Por qué los psocialistas perdieron Andalucía-Andasulía mientras silenciaban el 'caso ERE', veintiún altos cargos, incluidos dos expresidentes? ¿Por qué la gran esperanza de casi tres millones y medio de votantes en 2015 (¡no habían metido su sueño azul bajo las sábanas!) no pudo (Podemos) aguantar ni tan siquiera un decenio? ¿Por qué Más es cada vez menos? En el caso de ambos partidos, ¿significaron algo las puñaladas de cierta 'intelectualidad' izquierdosa cuando accede al poder o para llegar a él?
Pero nadie en los años de esperanzas había previsto -ni tan siquiera imaginado- que dos decenios después del 68 francés el sistema socialcomunista dominante en media Europa, media Asia, incipientes países africanos y algunos americanos de tradición empezaría a tambalearse (¿por qué?). Su desmantelamiento fue acelerado: cae el Muro de Berlín (1989), se desconecta la valla eléctrica instalada en la frontera de Austria con Hungría. Siguen, como imparable psunami, Checoslovaquia, Polonia, Yugoslavia, Albania, Bulgaria, Rumanía. Y dos años después es la propia Unión Soviética, la URSS: Estonia, Letonia, Lituania, Georgia... Rupturas populares, referendos, silencio de Moscú, desmovilización del gobierno de Bresnev, la perestroika…
Al paso de los años muchos de aquellos jóvenes estudiantes se convirtieron en ciudadanos anónimos voluntariamente exiliados en su propia sociedad o fueron marginados: sus indelebles principios éticos no valían para la carrera hacia el fácil enriquecimiento. O al contrario: fueron absorbidos por el sistema, el muy hábil, inteligente y avasallador sistema... pues con su casi infinito poder -y la 'debilidad' humana- transforma, involuciona, produce giros copernicanos. Y así como la Tierra no es el centro del Universo (da vueltas en torno al Sol), el simbólico amarillo del poder económico también impone su capacidad para atraer.
Por eso la Política (con mayúscula) dejó de ser para muchos la sagrada doctrina puesta al servicio de la comunidad, de los demás –y, por supuesto, con preferencia para los más débiles- y se convierte en una de las vías principales para prevaricaciones, sobornos, usos ilegítimos de información privilegiada, malversaciones de caudales públicos, corrupciones urbanísticas, cohechos, jugarretas al erario público... y salida profesional para mediocres personajes obedientes a las directrices del partido. (De cuando en cuando solo emiten un ¡beeee, beeee!)
Sí, desde hace mucho tiempo huele a podrido en este recinto de la administración-política-servicio a la comunidad. Un día tras otro rigurosos y serios periodistas, policías, guardias civiles, jueces, fiscales... investigan, analizan, valoran y sopesan sospechas trasmitidas de viva voz o a escondidas para, al fin, llevarlas a las páginas de los periódicos, a los micrófonos, a los juzgados...
Pero no caigamos en la interesada y falsa conclusión de que es la estructura democrática quien está podrida; no pregonemos para acallar conciencias que hace aguas por doquier y se descompone a causa de su misma endeblez. No, en absoluto: si en las aulas solo se percibe el impertinente coñazo de un alumno frente al silencio casi monástico de treinta, la limpieza de actuaciones y comportamientos de miles de cargos públicos solidifica y sostiene las bases de la democracia y su pureza.
No obstante, muy encochinados se muestran determinados responsables políticos ante investigaciones, las entorpecen y denuncian como politizadas, murmuran en las sombras sobre jueces, policías, guardia civil... Pero la realidad es que muchos de estos profesionales se ven sobrepasados por las (¿interesadas?) carencias de medios técnicos y humanos, por las limitaciones materiales, crudas y duras realidades.
En Canarias, por ejemplo, se echan en falta juzgados especializados para investigar tanta aparente podredumbre. No cito nombres, pueblos o ciudades, pero en nuestras memorias y a flor de piel impactan hechos públicos supuestamente delictivos, agresivos contra la misma sociedad: fueron y son titulares de periódicos. Estos (gracias a sus profesionales) reflejan aparentes negligencias, robos, corruptelas, descomposiciones éticas, engaños, estafas a la misma base democrática...
Bien es cierto: cualquier ciudadano sospechosamente delincuente ha de ser sometido a la rigurosa e imparcial acción de la Ley. Pero cuando esta se transgrede y viola desde cargos públicos, la Justicia ha de actuar con mayor rigor, más contundencia si cabe. Aquí no hay atenuantes, muy al contrario: se agrava el hipotético delito pues se transgrede con malévola e interesada intención la sacrosanta responsabilidad depositada en sus manos por los ciudadanos.
Un solo e inmediatísimo ejemplo (CANARIAS7 del pasado sábado, Francisco José Fajardo y Javier Darriba): «El Ayuntamiento de LPGC decidió, a la luz de dicho auto, acordar el cese de [...], unas diligencias previas que tratan de esclarecer si en el corazón de las áreas de Urbanismo y de Parques y Jardines del Consistorio operó una supuesta trama de corrupción que favoreció el interés de algunos empresarios».
Presunción de inocencia, claro: es un derecho constitucional rigurosamente respetable. La Justicia tiene la última palabra.
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