
Si no te interesa la política, esto es para ti
Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 24 de noviembre 2024, 23:06
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Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 24 de noviembre 2024, 23:06
Estoy de acuerdo contigo, los partidos políticos se han convertido en un problema más que en una solución. Están tan centrados en sus conflictos internos ... y en sus intereses particulares que han olvidado lo esencial: resolver los problemas reales y cotidianos de la gente.
Sí, también pienso que han secuestrado la democracia y la han sustituido por una mediocre y perversa particocracia (las decisiones las toman los partidos políticos. Los ciudadanos les votamos pero no cumplen las promesas y hacen lo que quieren durante los cuatro años).
Te entiendo cuando dices que la credibilidad y la confianza en muchos de nuestros representantes es cero. Comprendo tu cabreo cuando les vemos actuar en su propio beneficio, olvidando que su labor debería ser un servicio a la sociedad, no un escalón hacia el poder o una red de favores.
Entiendo tu frustración al ver cómo se multiplican los discursos vacíos, las promesas incumplidas y las decisiones erróneas. Esa sensación de impotencia, cuando sientes que se están aprovechando de nuestra buena fe, es compartida por muchos también. Nos duele ver cómo se desaprovechan recursos, cómo se desvía la atención de los problemas verdaderos, y cómo la política, en lugar de ser un instrumento para mejorar la vida de todos, parece haberse convertido en una especie de juego de poder sin miramientos.
Cuando la confianza en el sistema es tan baja, cuando no crees en nada, te crees cualquier cosa. Así, el éxito de líderes como Donald Trump no debería sorprendernos: prometen «salvarnos del fango» y, en un clima de hartazgo, muchos se aferran a sus palabras. No es que sus votantes sean ingenuos; simplemente están cansados y desesperados. Así es como el populismo gana terreno.
Este clima de tensión y desconfianza pasa a indignación máxima cuando, frente a desastres como la reciente DANA en Valencia, la mala gestión y la falta de coordinación entre administraciones deja ver la falta de preparación y la torpeza de estos políticos. Tanta que pretendieron ir a la zona destrozada a hacerse 'la foto' sin ninguna vergüenza. Asombroso.
Este problema no se limita a un partido o a una comunidad autónoma; lo vemos en toda España. Muchos políticos demuestran estar poco capacitados para asumir responsabilidades, pero se mantienen en política durante años, rodeados de asesores seleccionados no por su competencia, sino por lealtad al partido. 'Hay que colocar a los que se han quedado fuera', dicen abiertamente. Esta indecencia no solo afecta a la eficacia de la gestión pública, sino que erosiona la confianza de los ciudadanos.
Aunque tenemos mil razones para ello, la solución no es pasar de la política. Se hace muy complejo entenderla y muy difícil solucionarla, lo sé. Pero no podemos rendirnos. Lo que necesitamos es mejorar la democracia, porque la democracia no es solo el sistema de elección de nuestros representantes; es la herramienta que nos permite tener voz en las decisiones que afectan a nuestras vidas. Y si no nos involucramos, otros decidirán por nosotros, y nuestras necesidades e ideales podrían quedar ignorados.
Las decisiones políticas afectan a cada aspecto de nuestra vida diaria: desde el precio del pan y la gasolina hasta la calidad de la educación, la atención médica y nuestras condiciones laborales. Aunque pueda parecer lejano, lo que los políticos deciden influye en si podemos pagar la luz, en la seguridad de nuestras calles, en las ayudas sociales y en las pensiones de nuestros mayores. En resumen, todo lo que nos rodea depende en gran medida de esas decisiones, porque afectan directamente a cómo vivimos, trabajamos y cuidamos de los nuestros.
Las crisis son oportunidades para mejorar y una de las lecciones que se puede sacar de estos desastres naturales, ahora en Andalucia, es que las emergencias las tienen que gestionar los expertos, no los políticos. Así no habría que esperar a que un presidente, sea del partido que sea, termine de comer. ¿Cuántas vidas se hubiesen salvado si según la AEMET avisó de la alerta roja, el director técnico hubiera informado a la población y activado, organizado y coordinado a todas las unidades de emergencia?
A pesar de los problemas de gestión, el desastre en Valencia ha sacado a relucir algo inspirador: la inmensa solidaridad y colaboración ciudadana. Vecinos y voluntarios se han unido de forma increíble. Este ejemplo de ayuda desinteresada y de unión en momentos críticos nos recuerda que, aunque las instituciones puedan fallar, la humanidad de la gente siguen siendo un pilar fundamental para superar las dificultades. En un tiempo marcado por la desconfianza, ver esta ola de apoyo entre personas anónimas es un mensaje de esperanza que todos debemos valorar.
Pero el pueblo no salva al pueblo, el pueblo ayuda y se solidariza con el pueblo. Los servicios públicos son los que realmente salvan al pueblo. Las distintas administraciones públicas, con nuestros impuestos, son las que tienen que protegernos: los bomberos, el ejercito, las policías, la sanidad pública, las ayudas económicas y sociales como el paro o los ERTES, el arreglo de las casas, las carreteras, las comunicaciones,... en definitiva, todos los servicios esenciales para vivir dignamente en comunidad.
Tanta desinformación y bulos están afectando gravemente la forma en la que vemos las cosas, dividiendo a la ciudadanía en dos bandos, generando desconfianza y dañando la base misma de nuestra democracia. Así, distinguir lo verdadero de lo falso se hace cada vez más difícil.
La buena noticia es que este sentimiento de decepción nos está despertando una necesidad de replantear nuestra relación con quienes nos representan. Quizá este descontento colectivo sea el punto de partida hacia una sociedad más consciente y exigente, que no se conforma, sino que se une para reconstruir una política que realmente esté al servicio de todos.
Creo que todavía estamos a tiempo. Pero para ello, es urgente que los políticos estén comprometidos con la verdad, la ética y la transparencia y que empiecen a fomentar el diálogo y la colaboración, en lugar de la confrontación constante.
Es mucho y muy importante lo que nos jugamos, no vaya a ser peor el remedio que la enfermedad, porque la alternativa a la democracia es el anarquismo o el fascismo (dictadura). ¿Te lo imaginas?
Ojalá te sirva.
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