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Miguel Ángel Rodríguez Sosa

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 11 de agosto 2024, 22:44

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Vivimos en un mundo lleno de presiones que influyen en nuestra forma de ser y pensar. En mi caso, crecí en un entorno machista que me condicionó bastante. Con el paso del tiempo me he cuestionado muchas de esas creencias y valores que me inculcaron. Cambiar y construir una nueva versión de mí mismo ha sido un camino lleno de retos y aprendizajes.

Me gusta la persona imperfecta en la que me he convertido. El proceso no ha sido fácil, con muchos 'errores', pero cada paso ha valido la alegría. Me siento confiado, agradecido y en paz, encantado de comprobar lo mucho que sigo aprendiendo cada día.

Me gusta expresar mis emociones, ya que es una forma muy saludable de vivir. Salirme de esos topicazos establecidos como 'los hombres no lloran' me ha dado la oportunidad de conocerme mejor y de vivir una vida más plena y genuina. Los estereotipos de género solo limitan nuestra capacidad de ser auténticos.

Me gusta la igualdad. En mi entorno las desigualdades de género eran la norma, estaban metidas en el ADN. Todo el mundo lo daba por 'bueno'. Cuestionarme esa realidad y cambiar todo lo aprendido ha sido un viaje complejo, pero necesario. Ahora reconozco y valoro la igualdad en todos los aspectos de la vida. Entiendo que cada persona, independientemente de su género, merece las mismas oportunidades para crecer, trabajar, contribuir... para ser feliz.

Me gusta el amor que es equitativo y libre de imposiciones. Me enseñaron que solo era posible entre un hombre y una mujer, y que el hombre debía ser el proveedor y protector, ahora entiendo que el amor es recíproco, ya que ambos se cuidan mutuamente. También me encanta comprobar que hay muchas formas de amor, no solo entre un hombre y una mujer y todas son igual de válidas. He aprendido que amarme a mí mismo es esencial para amar a los demás y es la base de una vida feliz.

Me gustan las relaciones personales basadas en el respeto y la empatía. He aprendido a escuchar y valorar las opiniones de los demás, entendiendo que la comunicación es fundamental para construir relaciones saludables. Ahora creo firmemente que es importante dialogar para entendernos, no para imponer nuestras ideas o decisiones a los demás. Me gusta no tener la razón. Aprendí que ceder y aceptar otros puntos de vista no me hace menos, sino más flexible y abierto al crecimiento. La humildad fortalece las relaciones, el autoritarismo las arruina.

Me gusta dejar el ego de lado. Me enseñaron a ser competitivo, tenías que ser el mejor. Hoy, prefiero colaborar, aprender de otros, y crecer juntos. Aprendí que el ego destruye, mientras que la cooperación construye. La búsqueda de éxito material y reconocimiento superficial no me define.

Me gusta no encajar en este modelo de sociedad egoísta, competitiva y consumista. Me niego a seguir un camino dictado por valores que no comparto. Elijo vivir de manera más consciente y en armonía con mis principios. He aprendido que ayudar a los demás no solo enriquece a quien recibe.

Me gusta cuidar, para mi es un acto de amor y humanidad. Ya no considero que el cuidado sea una responsabilidad exclusivamente femenina. Todos debemos participar en el bienestar de quienes nos rodean. Las relaciones de amistad también son muy valiosas. Nos brindamos apoyo, compañía y alegría. Es fundamental nutrir y fortalecer estos lazos. Demostrarles que valoro su presencia en mi vida es una forma de agradecimiento y una invitación a que podamos seguir creciendo juntos.

Me gusta la madurez emocional. No uso la violencia para resolver los conflictos. Cuando llega una decepción acepto mis sentimientos, aprendo de la experiencia y sigo adelante con una actitud positiva y constructiva. He aprendido a valorar los momentos de introspección y que la soledad es necesaria para el crecimiento personal y la reflexión profunda.

Me gusta cuidar el medioambiente. Ahora sé que proteger nuestro planeta es crucial para nuestra supervivencia. Cada acción cuenta, cada pequeño gesto ayuda. He aprendido que los animales son seres con derechos, no objetos. Respetarlos y cuidarlos es una extensión de nuestra humanidad.

Me gusta saber que, aunque fui criado en una cultura machista, pude cambiar.

Te invito a reflexionar sobre tus propios gustos y valores. Descubrir lo que realmente te importa es un proceso liberador y transformador. En esa búsqueda, encontrarás la esencia de quien eres y la alegría de ser tú mismo.

¿Te lo imaginas?

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