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Nos hemos acostumbrado tanto a la propaganda que, en muchas ocasiones, confundimos la realidad con la ficción. Por ejemplo, cuando vemos a los y las políticas de turno con un chaleco reflectante y un casco de obra podría parecer que son ellos mismos quienes están poniendo los bloques y encalando en la reposición de un lote de viviendas públicas, o que manejan la grúa que va a poner el pilar siete en el Guiniguada, o que incluso están poniendo tornillos en el salto de Chira. Esa misma propaganda nos hace creer que es el propio Fernando Clavijo el que está en el muelle de La Restinga a las tres de la mañana esperando a que llegue la última patera rescatada del mar o incluso que, en lugar de los y las trabajadoras de Salvamar, es él mismo y la consejera de Bienestar Social quienes salen al océano a tirarles un flotador. El espectáculo tiene esos efectos: nos hace creer en un mundo que no existe y que solo sirve para que los medios de comunicación tengan imágenes de políticos haciendo cosas que no hacen.
Por eso, cabe suponer la vergüenza que deben estar pasando los y las trabajadoras de la Dirección General del Menor a cuenta del «Canarias no puede más» con los niños y niñas migrantes. Salvo algún tarugo o taruga, que de todo hay, dudo mucho que quienes de verdad están en la primera línea, cuando no hay cámaras ni periodistas que escriban titulares, traten a los menores como «paquetes» de Amazon con certificado sellado. Dudo mucho que los y las agentes de Policía sienten al interfecto en una silla con un foco en la cara para controlar la mercancía que va a «traspasar» del contenedor del Estado al estante que pone 'Canarias'. Y dudo infinitamente que, pese a la falta flagrante de medios, todas estas personas no sientan el sufrimiento de quien se juega la vida para tener simplemente una oportunidad de sobrevivir.
Por eso, aunque necesario por el cariz que está tomando el asunto, el escrito de la Fiscal Superior de Canarias, dirigido a sus colegas para actuar tras el protocolo publicado por el Gobierno canario con los menores migrantes no acompañados, es simplemente una forma de decirle a los funcionarios que sigan como hasta ahora y no se distraigan con la cháchara política habitual.
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