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Dicen que soy una amenaza para la democracia. La semana pasada recibí una bala por la democracia». Esto, más o menos, fue lo que dijo ... Trump en el que creo que fue su primer mitin tras el atentado y tras, también, la convención republicana en la que se oficializó su candidatura a las elecciones.
Dado que se queja de que manipulan sus palabras, o que las tergiversan, he tratado de ser lo más fiel posible a la textualidad de lo que dijo y, francamente, no tengo muy claro qué quiso decir. ¿Que se llevó una bala porque la democracia norteamericana permite estas cosas, que un tipo dispare a un candidato que no gusta al sistema, como podría ser su caso? ¿Porque acaso es él la encarnación viva de la democracia? ¿O porque asocia democracia a anarquía, delincuencia o inseguridad?
Por eso me pregunto qué habrán entendido los que fueron a escucharle a Michigan. Me temo que nada bueno para la democracia. Quizás debió explicarles que no, que precisamente en una democracia no caben las balas contra las personas, y tampoco contra las ideas. Ni siquiera contra las suyas, algunas manifiestamente antidemocráticas, como la de cuestionar las elecciones cuando no eres tú el que ganas.
Debo ser muy ingenuo porque me creí su discurso conciliador del día de la convención. Aunque no están nada claras sus motivaciones, pensé que a lo mejor Trump pudo haber creído que aquel desalmado que intentó asesinarle, y que, por fortuna, no lo logró, no era sino un producto más de esa espiral endiablada de polarización política y social a la que, por cierto, Trump ha contribuido con febril entusiasmo. No va por ahí la cosa. La clave, tengo la sensación, es que a Trump le van más las democracias de nuevo cuño, a lo Putin o Lukashenko.
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